Una de cada cinco muertes en todo el mundo está provocada por la contaminación atmosférica provocada por el uso de combustibles fósiles. En España casi el 11 por ciento de los fallecimientos de mayores de 14 años de edad se deben a esta misma causa, según un estudio publicado este martes por científicos de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) y el University College de Londres y la Universidad de Birmingham (Reino Unido), entre otras instituciones.
El trabajo, que publica Environmental Research, concluye que cada año mueren en todo el mundo más de 8.000.000 de personas por la contaminación atmosférica derivada de la quema de combustibles fósiles como el carbón y el gasóleo. Este dato supone un «gran aumento» respecto a las estimaciones anteriores, según sostiene el estudio.
Los índices más altos de muertes por combustibles fósiles se dan en China e India, pero todos los países sufren los efectos de la contaminación atmosférica por la combustión de combustibles fósiles.
En cuanto a España, el informe calcula que la cifra llega a 44.603 personas mayores de 14 años que cada año fallecen a consecuencia de la contaminación atmosférica por PM2,5 causada por el uso de combustibles fósiles, y esto representa el 10,7 por ciento del total de 418.063 muertes anuales entre los mayores de 14 años.
La investigación apunta que las mayores concentraciones de fallecidos por la contaminación derivada del uso de los combustibles fósiles están en el este de Estados Unidos, Europa y el Sudeste Asiático, que concentran las mayores tasas de mortalidad.
El estudio más reciente en ese ámbito, el ‘Global Burden of Disease Study’ calculaba el número global de muertes derivadas por la contaminación del aire, incluido el polvo y el humo de los incendios forestales y las quemas agrícolas calculaba esta cifra de muertos en 4,2 millones.
La nueva investigación duplica esta cifra y calcula que 8,7 millones de personas murieron en 2018 solo a consecuencia de los combustibles fósiles. Este incremento se debe a que no solo han tenido en cuenta las observaciones realizadas con satélite y en superficie para calcular la media global de concentraciones de partículas PM2.5.
La investigadora sénior del departamento Chemistry-Climate Interactions at the Harvard John A. Paulson School of Engineering and Applied Sciences (SEAS) and co-author of the study, Loretta J. Mickeley, explica que con los datos de los satélites «solo es ven algunas piezas del puzzle».
«Es un reto para los satélites distinguir entre los tipos de partículas, y puede haber lagunas en esos datos», comenta. Para abordar este reto, los investigadores de Harvard realizaron unos modelos globales en 3-D para modelar los químicos en la atmósfera y el impacto en la salud de cada una de las partículas en superficie.
Así, dividieron el globo en pequeñas cuadrículas de 50 por 60 kilómetros y estudiaron en cada una de ellas los niveles de contaminación.
La primera autora del estudio, la estudiante de grado de la Universidad de Birmingham Karn Vohra, ha señalado que más que descansar en las medias de la difusión de la contaminación por regiones, querían hacer un mapa de la contaminación donde la gente vive, para conocer con mayor exactitud lo que las personas respiran.
Con esta investigación pormenorizada van más allá del hecho conocido de que las partículas en suspensión son un peligro para la salud pública puesto que hasta ahora ha habido pocos estudios epidemiológicos para cuantificar los impactos en la salud de niveles elevados de exposición tales como los encontrados en China o India.
Los investigadores advierten de que el riesgo para la salud de respirar partículas PM2.5 en China o India está subestimado ya que en esta zona presentan mayores niveles de concentración de contaminación.
Los profesores de Epidemiología Ambiental de la Universidad de Harvard en la Escuela de Salud Pública T.H. Chan Alina Vodonos y Joel Schwartz, desarrollaron un nuevo modelo para calcular el riesgo que vincula las concentraciones de partículas con las emisiones procedentes de los combustibles fósiles.
Este nuevo modelo halló mayores tasas de mortalidad en la exposición a largo plazo a las emisiones derivadas de los combustibles fósiles, incluso en bajas concentraciones. Los investigadores encontraron que a nivel global la exposición a partículas por combustibles fósiles provocaron la muerte al 21,5 por ciento de las personas en todo el mundo en 2012, una cifra que cayó al 18 por ciento en 2018 debido a los mayores controles a la contaminación del aire implantadas en China.
«A menudo, cuando discutimos los peligros de la combustión de combustibles fósiles, en un contexto de CO2 y de cambio climático y se pasa por encima de los impactos potenciales en la salud de los contaminantes co-emisores de gases de efecto invernadero», señala Schwartz–. «Confiamos en que cuantificar las consecuencias en la salud de la combustión de fósiles, puede enviar un claro mensaje a los actores políticos y decisores públicos sobre los beneficios de una transición hacia fuentes de energía alternativas».
«Nuestro estudio añade a las evidencias que la contaminación del aire dependiente de los combustibles fósiles va en detrimento de la salud global», destacó la investigadora del departamento de Geografía de la University College London, Eloise Marais. «En conciencia no podemos seguir emitiendo combustibles fósiles cuando sabemos que existen tales efectos severos en la salud cuando existen soluciones alternativas viables y limpias», concluye.