La hormiga Drácula (‘Mystrium camillae’) tiene el movimiento animal más rápido jamás registrado en la Tierra, puesto que es capaz de cerrar sus mandíbulas a velocidades de hasta 90 metros por segundo (o más de 320 km/h).
Así lo aseguran los investigadores estadounidenses Andrew Suárez, profesor de biología animal y entomología de la Universidad de Illinois; Fredrick Larabee, investigador postdoctoral en el Museo Nacional Smithsoniano de HistoriaNatural, y Adrian Smith, del Museo de Ciencias Naturales de Caroliina del Norte, en un estudio publicado en la revista ‘Royan Society Open Science’.
Suarez apunta que “estas hormigas son fascinantes, ya que sus mandíbulas son muy inusuales”. “Incluso entre las hormigas que amplifican sus mandíbulas, las hormigas Drácula son únicas: en lugar de usar tres partes diferentes para el muelle, el pestillo y el brazo de palanca, las tres se combinan en la mandíbula”.
A diferencia de las ‘hormigas de mandíbulas trampa’ (‘Odontomachus’), cuyas poderosas mandíbulas se cierran con un chasquido desde una posición abierta, las hormigas Drácula encienden sus mandíbulas presionando las puntas, cargándolas con tensiones internas que se liberan cuando un apéndice se desliza sobre el otro, similar al chasquido de dedos humanos.
Las mandíbulas de la hormiga Drácula alcanzan velocidades de 320 km/h en 0,000015 segundos, lo que está considerado como el movimiento más rápido de un animal terrestre.
«Las hormigas usan este movimiento para golpear a otros artrópodos, probablemente aturdiéndolos, aplastándolos contra la pared de un túnel o empujándolos. La presa es transportada de regreso al nido, donde se alimenta a las larvas de las hormigas», apunta Suárez.
Larabee indica que él y sus colegas tuvieron que emplezar cámaras muy rápidas para captar el movimiento, así como tecnología de imágenes de rayos X para ver la anatomía de la hormiga Drácula en tres dimensiones, con el fin de comprender mejor cómo funciona ese movimiento.
«Las altas aceleraciones de los ataques de ‘Mystrium’ probablemente resulten en fuerzas de alto impacto necesarias para comportamientos predatorios o defensivos», recalcan los investigadores.