El cambio climático elevará las turbulencias severas en los aviones

Las turbulencias lo suficientemente fuertes como para impulsar dentro de la cabina de los aviones a pasajeros y tripulantes que no lleven puesto el cinturón de seguridad serán más habituales debido al cambio climático.

Ésta es la conclusión principal de un estudio realizado por Simon Lee, Paul Willilams y Thomas Frame, del Departamento de Meteorología de la Universidad de Reading (Reino Unido), y publicado en la revista ‘Nature’.

Ello se debe a que el calentamiento global ha aumentado en un 15% la cizalladura vertical de la corriente en chorro de la atmósfera superior sobre el Atlántico Norte desde que los satélites comenzaran a observarla en 1979.

Debido a que la cizalladura del viento genera turbulencias, el nuevo estudio ofrece la primera evidencia basada en la observación para respaldar una investigación previa de que el cambio climático inducido por los humanos hará que las turbulencias severas hasta se tripliquen entre 2050 y 2080, lo que significa que los pasajeros de las aerolíneas tendrán un viaje mucho más accidentado en el futuro si el cambio climático continúa sin cesar.

TIRA Y AFLOJA

La cizalladura vertical del viento o el aumento de la velocidad del viento en altitudes más altas causa turbulencias invisibles en el aire que pueden ser lo suficientemente graves como para arrojar a los pasajeros del avión fuera de sus asientos, lo cual aterra a los viajeros nerviosos y lesiona a cientos de pasajeros y asistentes de vuelo cada año.

El nuevo estudio muestra por primera vez que, si bien la diferencia de temperatura entre los polos de la Tierra y el ecuador se está reduciendo a nivel del suelo debido al cambio climático, sucede lo contrario a alrededor de 10.000 metros, una altura típica para volar en avión.

«En las últimas cuatro décadas, las temperaturas han aumentado más rápidamente sobre el Ártico, mientras que en la estratosfera, a unos 12 kilómetros por encima de la superficie, se han enfriado. Esto ha creado un efecto de tira y afloja donde los cambios de temperatura en la superficie actúan para desacelerar el chorro, mientras que los cambios de temperatura más altos actúan para acelerarlo», explica Simon Lee, estudiante de Meteorología en la Universidad de Reading.

Lee señala que el estudio muestra que «estos efectos opuestos actualmente se equilibran, lo que significa que la velocidad de la corriente en chorro no ha cambiado». «Sin embargo, buscamos por primera vez la cizalladura del viento, donde los cambios significativos pasaron desapercibidos anteriormente».

Además, apunta que los indicios de una corriente en chorro más fuerte en el futuro afectarían a las aerolíneas al aumentar los tiempos de vuelo desde Europa hacia Estados Unidos y a reducirlos en el sentido contrario.

Decenas de miles de aviones se enfrentan turbulencias severas cada año, con un coste aproximado para el sector de la aviación global de cerca de 900 millones de euros anuales a través de retrasos en los vuelos, lesiones en la tripulación de cabina y pasajeros, y daños estructurales en las aeronaves.

(SERVIMEDIA)