Hay noches que sirven para ganar un partido y noches que sirven para cambiar una carrera. Lo que Santi Aldama perpetró este pasado sábado ante los Washington Wizards pertenece, sin ninguna duda, a la segunda categoría.
En un baloncesto tan saturado de estadísticas como el de la NBA, alcanzar los 37 puntos y 10 rebotes no es solo una línea brillante en el boxscore; es un grito de guerra. Es la confirmación de que el jugador de rol, ese "obrero de lujo" que siempre cumplía sin hacer ruido, ha decidido que el traje de secundario empieza a apretarle demasiado.
Santi Aldama, en la mesa de los Gasol y Ricky Rubio
La magnitud de lo conseguido por Aldama se entiende mejor cuando se mira por el retrovisor de la historia del baloncesto español en Estados Unidos. Al cerrar su planilla con 37 puntos, el canario no solo lideró a los Grizzlies, sino que grabó su nombre junto a las leyendas que abrieron el camino. Solo Pau y Marc Gasol han anotado más puntos en un partido de la NBA. Aldama ha empatado la marca de Ricky Rubio, situándose en un escalafón que parecía reservado para figuras generacionales.

Pero lo más impresionante no es el "qué", sino el "cómo". Aldama no necesitó de rachas de tiro imposibles o de una dependencia absoluta del triple (su gran asignatura pendiente este curso, donde firma un 34%). Lo hizo con una madurez impropia de sus 24 años, castigando la pintura, corriendo el contragolpe y mostrando una agresividad que a veces se le reclamaba desde el banquillo. Fue la actuación de un jugador que ha entendido que, para establecerse en la mejor liga del mundo, no basta con ser útil; hay que ser determinante.
La evolución silenciosa de un "stretch four" total
Si miramos la progresión de Santi desde su año rookie, la gráfica es una escalera perfecta. De los testimoniales 4.1 puntos de su debut a los 13.1 que promedia en esta campaña 2025-26. No ha habido saltos erráticos ni retrocesos. Aldama ha ido sumando herramientas a su mochila cada verano: primero fue la adaptación física, luego la consistencia en el tiro exterior y, finalmente, una visión de juego que le permite repartir tres asistencias por noche.
Sin embargo, el partido ante los Wizards marca un antes y un después porque rompe con la etiqueta de "jugador de rachas". Hasta ahora, el canario era ese recurso fiable que aprovechaba los minutos cuando las estrellas descansaban. Pero el sábado, él fue la estrella. Su eficiencia (15 de 23 en tiros de campo) demuestra que puede absorber volumen de tiro sin que el equipo se resienta. El debate en Memphis ya no es si Aldama debe jugar más de 25 minutos, sino cómo Taylor Jenkins puede permitir que su talento se desperdicie saliendo siempre desde la segunda unidad.
Una realidad permanente
La gran pregunta que flota ahora en el FedExForum es si estamos ante un "efecto Jeremy Lin" -una explosión puntual que se diluye con el tiempo- o ante la eclosión definitiva de un alero determinante. Todo apunta a lo segundo. A diferencia de otros fenómenos pasajeros, Santi Aldama cuenta con una base sólida de cinco años de aprendizaje. No es un desconocido que ha tenido suerte; es un proyecto cocinado a fuego lento que finalmente ha roto a hervir.
El reto para lo que queda de temporada es mantener esa agresividad. Con los promedios de su carrera en la mano (10.2 puntos y 5.4 rebotes), Santi Aldama ya es un jugador valioso, pero tras lo visto el sábado, el listón ha subido. España ha encontrado en él al heredero natural de esa competitividad que definió a la generación de oro. El partido en Washington no fue el final de un camino, sino el primer día del resto de su vida en la NBA. Prohibido perderle la pista, porque Santi Aldama ha decidido que ya no quiere pedir permiso para ser grande.
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