Tadej Pogacar no entiende el ciclismo de otra manera que no sea desde la entrega absoluta. Si marca un objetivo, lo persigue sin pausa, sin conformarse y sin temor a repetir el camino hasta dominarlo. La París-Roubaix, la única gran clásica que aún no ha podido añadir a su colección, se ha convertido ya no solo en un reto competitivo, sino en una obsesión deportiva que marca su calendario de 2026.
El esloveno ha decidido adelantar su trabajo de reconocimiento antes incluso de comenzar la concentración del UAE Team Emirates en Benidorm. La Voix du Nord lo ha captado en uno de los sectores más decisivos, el Carrefour de l’Arbre, acompañado por dos de sus hombres de confianza: Nils Politt y Tim Wellens. Una imagen que explica más que cualquier declaración formal: Pogacar va a por Roubaix con método, precisión y cero margen para la improvisación.
La herida del 2025, todavía abierta para Tadeg Pogacar
Su debut en la edición de 2025 fue tan brillante como doloroso. Pogacar y Mathieu Van der Poel protagonizaron una batalla en mayúsculas, el duelo que medio mundo del ciclismo llevaba años esperando. Velocidad, ataques, respuesta inmediata… hasta que, a falta de 37 kilómetros, una caída borró toda opción de victoria. El neerlandés se marchó y Pogacar, por mucho que lo intentó, nunca pudo volver a conectar.
Aquel golpe no solo frustró su estreno. También encendió una llama competitiva que ha ido creciendo durante toda la segunda mitad de la temporada. Pogacar ha ganado Giro, Tour y Lombardía; ha conquistado monumentos que muchos jamás rozan en una década… pero el adoquín del ‘Infierno del Norte’ sigue sin estar en sus vitrinas. Y esa ausencia pesa.

No es solo Roubaix. También la Milán-San Remo, el otro gran monumento que aún resiste en su palmarés, se mantiene en la lista de asignaturas pendientes. Pero es Roubaix la que duele más, la que exige más precisión, la que no perdona despistes y en la que, como él mismo reconoce, “no basta con ser el más fuerte”.
El duelo en Roubaix que volverá a paralizar el ciclismo
La caída de 2025 no borró la sensación general: Van der Poel y Pogacar están un escalón por encima cuando se trata de devorar kilómetros con mucha potencia... y ambición. Ese pulso, convertido ya en clásico, tendrá inevitablemente un segundo capítulo en abril.
La organización de la carrera también lo ve así. Thierry Gouvenou, director de la prueba, no ha tardado en situarlo entre los máximos favoritos, aunque con una advertencia evidente: "Pogacar puede ganar, por supuesto, pero tendrá que darlo todo para frenar a Van der Poel". Y esa frase resume la esencia de la París-Roubaix moderna: potencia, técnica, riesgo y cero concesiones.
Un 2026 marcado por la obsesión
Mientras otros planifican la temporada pensando en el Tour o en el Giro, Pogacar ha decidido que su primavera gire en torno a los adoquines. El reconocimiento adelantado, el trabajo específico que prepara con el UAE y el recuerdo todavía fresco de la caída lo empujan hacia una única idea: Roubaix no puede escaparse otra vez.
En 2026 no se trata solo de ganar. Se trata de cerrar el círculo, completar su mapa monumental y dejar claro que, incluso en el terreno más imprevisible del ciclismo, Pogacar está dispuesto a aprender, caerse, levantarse y volver al pavé. Con escuadra, cartabón y obsesión.
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