Ver al rey Felipe VI conducir hasta El Pardo parece algo normal, pero resulta que este gesto, aparentemente cotidiano, viola una norma no escrita fundamental en todas las monarquías: el rey y sus herederos nunca deben viajar juntos en el mismo vehículo.
La razón es simple: en caso de accidente mortal, se extinguiría la línea directa de sucesión al trono. Mientras los servicios de seguridad confían en la carrocería blindada del automóvil, los expertos recuerdan que esta práctica contradice los protocolos establecidos en las Casas Reales Europeas, donde se establece la separación entre monarca y heredero en los desplazamientos, siendo esta una medida de seguridad básica.
El pasado almuerzo familiar en el Palacio de El Pardo, el día sábado, dejó entrever más que una simple reunión de los Borbones. Entre las muchas imágenes que captaron los medios, una en particular llamó la atención por lo que significaba en términos de seguridad y protocolo. El rey Felipe VI al volante de un Lexus oficial, con sus dos hijas en la parte trasera del vehículo. Lo que para cualquier familia sería una escena normal, para la realeza, representa un riesgo que ha encendido las alarmas entre los entendidos en materia de seguridad real.
Felipe VI y la norma no escrita que estaría infringiendo

Cuando Felipe VI se puso al volante del Lexus oficial con sus hijas como pasajeras, estaba rompiendo con uno de los principios más básicos de seguridad en las monarquías. Se trata de una regla no escrita, pero que se aplica con rigor en todas las Casas Reales Europeas: el monarca y el heredero nunca viajan en el mismo vehículo. La lógica detrás de esta norma es tan contundente como simple. En caso de accidente de tráfico o atentado terrorista, las consecuencias para la continuidad de la institución monárquica serían catastróficas.
Si el Lexus se estrella, desaparece el rey y sus dos sucesoras, Leonor y Sofía, que viajan en los asientos traseros. Esta posibilidad, por remota que parezca, es suficiente para que otras monarquías mantengan estrictos protocolos de separación. La Corona pasaría a manos de la reina Elena y después al rey Froilán, pero el golpe institucional sería de gran magnitud. Felipe no sabe lo que hace cuando acelera, señala la información expresa en el diario EN Blau, y aunque suene exagerado, lo cierto es que cada vez que se sienta al volante con sus herederas, está jugando una partida de ruleta rusa.
¿Cómo funciona en otras Casas Reales?

Mientras en España se permite esta situación, otras monarquías mantienen protocolos más estrictos. Como bien recuerda la publicación The Objective, "Las Casas Reales europeas y otras monarquías tienen protocolos muy estrictos sobre sus viajes. En España, el rey Felipe VI no viaja en el mismo avión que su hija, la princesa Leonor, cuando ella actúa como heredera".
En Reino Unido, por ejemplo, cuando el príncipe Guillermo era más joven, no podía volar con su padre, el entonces príncipe Charles. Solo cuando Guillermo tuvo hijos y la línea de sucesión quedó ampliada, se relajó un poco esa regla. En Japón o en los países nórdicos, se aplican normas similares. Las repúblicas también siguen protocolos parecidos. La pregunta que surge entonces es evidente: ¿por qué España parece ser la excepción en lo que respecta a los desplazamientos por carretera? La explicación podría estar en la excesiva confianza en las medidas de seguridad del vehículo. Los servicios de seguridad confían tanto en la carrocería blindada del coche que dan por hecho que en caso de accidente no habría pérdida de vidas.
Detrás de esta decisión de Felipe VI de conducir personalmente podría haber un factor humano que la información proporcionada señala de manera bastante clara. Según los datos recogidos por EN Blau, "Felipe tiene la crisis de los 57 y les suelta a los chóferes oficiales 'Conduzco yo'". Una actitud, aparentemente comprensible en cualquier persona de su edad, resulta preocupante cuando se trata del jefe de Estado.
El contexto del almuerzo familiar

El almuerzo en El Pardo reunió por primera vez en siete años a toda la Familia Real española. Según la información de Ok Diario, "hacía siete años que no se reunía la familia al completo". Esta cita era significativa por la presencia del rey emérito Juan Carlos I, quien "ha vuelto del exilio donde lo envió su hijo por corrupto".
El ambiente durante el encuentro parece haber estado marcado por ciertas tensiones. "Doña Letizia estuvo en todo momento muy pendiente de sus hijas y no se separó de ellas en ningún momento. Una actitud protectora que deja entrever el recelo que la invadía ante el reencuentro de la infanta y la princesa con su abuelo, el Rey emérito", según información del mencionado diario.
Otro detalle que llama la atención es que Felipe VI abandonó el lugar en solitario en vez de con sus hijas y su mujer, con las que sí accedió en un primer lugar. Esta separación final quizás responda a protocolos de seguridad que, curiosamente, no se aplicaron en la llegada.
Las fotos que no se tomaron y su significado

La naturaleza privada del evento en El Pardo permitió a la casa real controlar las imágenes que podrían haber generado polémica. Desde que se conoció que se iba a celebrar esta cita, la Casa Real anunció que no iba a difundir material gráfico del interior por tratarse de un encuentro privado.
Esta decisión evitó que se viera el reencuentro entre Juan Carlos I y la Reina Letizia: "Está muy molesta y se opone firmemente a compartir una fotografía familiar en la que aparezca su suegro", según lo expuesto por el portal Monarquía Confidencial, previamente. Tampoco hemos visto el esperadísimo saludo entre el abuelo y sus nietas doña Leonor y doña Sofía, ni el posado de la familia completa. Mientras se evita cuidadosamente cualquier imagen que pueda generar polémica familiar, se descuida un aspecto fundamental de la seguridad institucional.







