Para los que creían que la tecnología no llegaría con tanta rapidez a una institución tradicional como Correos, hay que aclarar que ese momento ha llegado. ¿Te imaginas ver a un cartero empujando un carro… que se mueve solo? Pues ya está pasando. Correos ha empezado a desplegar carros eléctricos asistidos para facilitar el reparto a pie. Y sí, sobre el papel suena moderno, eficiente y hasta lógico en plena era del delivery. Pero la realidad ha encendido, todas las alarmas, sindicatos, normativa de tráfico y trabajadores se han encontrado con un problema que nadie esperaba.
La polémica ha llegado tan rápido como los vehículos. En algunas ciudades, estos carros aparecieron de un día para otro sin avisos, sin formación previa y, según denuncian los sindicatos, sin tener en cuenta la normativa que regula exactamente dónde puede circular un vehículo con motor. El choque entre innovación y ley ha sido inmediato.
Y es que, aunque todos entendemos que el reparto cada vez es más duro por el peso de los paquetes y las rutas interminables, lo que no estaba tan claro es que esta modernización iba a abrir un debate legal que aún no tiene respuesta.
Un invento útil… pero difícil de encajar en la ley

Los nuevos carros eléctricos de Correos no son patinetes, ni bicicletas, ni motos. Son carros de arrastre con motor, pensados para ayudar, no para circular rápido. El problema es que la ley no tiene una categoría exacta para ellos. La normativa actual deja claro que los vehículos con motor (incluso si solo dan asistencia) no pueden circular por aceras, y estos carros están pensados precisamente para eso, zonas peatonales y barrios donde los carteros siempre han trabajado a pie.
Mientras tanto, los sindicatos recuerdan que, si estos dispositivos se consideran Vehículos de Movilidad Personal, tendrían que cumplir requisitos que no cumplen, matriculación, seguro, circulación por calzada… y eso convertiría el reparto en una situación surrealista, con carteros jugándose el tiempo entre coches. El resultado es un limbo legal que deja a los trabajadores en una situación incómoda y a la empresa en el foco de todas las críticas.
Sindicatos en pie de guerra: sorpresa, enfado y exigencias

La reacción sindical no se ha hecho esperar. CSIF, UGT y CC.OO. denuncian que estos carros han llegado sin formación, sin criterios de asignación y sin compensaciones económicas. Pero, sobre todo, recalcan que se han implantado sin una evaluación mínima de riesgos. Para muchos carteros, la sensación es la misma, un día te encuentras un carro motorizado y nadie sabe exactamente cómo debes usarlo ni si es legal llevarlo por donde vas a repartir.
A esto se suma algo que está tensando aún más la cuerda, las normas de tráfico. Los sindicatos citan resoluciones de la DGT, cambios en el Reglamento General de Circulación y ordenanzas municipales que, según ellos, dejan claro que estos carros no encajan en lo que la ley permite. Y avisan de algo que preocupa de verdad: si un trabajador sufre un accidente por usar un vehículo mal regulado, las responsabilidades podrían ser serias. Por eso exigen parar, negociar y regular antes de seguir desplegándolos.
Correos quiere modernizarse… pero la implantación le pasa factura

Correos lleva meses presumiendo de su flota eléctrica y su apuesta por un reparto más sostenible. Furgonetas híbridas, motos eléctricas, cargadores, automatización… Todo eso encaja perfectamente en la estrategia de la empresa. Pero los carros eléctricos no estaban anunciados dentro de ese plan, y esa improvisación aparente ha hecho que los trabajadores los reciban con mucha más desconfianza que entusiasmo.
El problema es que el reparto a pie ya estaba muy cargado de exigencias, y cualquier cambio debería llegar con formación, consenso y seguridad. En cambio, los carros han entrado por la puerta trasera, en ciudades como Valencia, Murcia, Cartagena o Barcelona, sin un marco claro. Algunos recuerdan que en 2021 ya se probaron modelos asistidos en fase piloto, pero aquello fue eso, una prueba. Ahora, sin fase experimental, sin explicaciones y con dudas legales en el aire, la reacción está siendo totalmente distinta. Y la presión seguirá creciendo hasta que Correos dé una respuesta firme.
Innovación sí, pero no a cualquier precio

La historia de estos carros eléctricos deja claro algo importante, innovar está bien, pero innovar sin plan puede salir caro. La modernización del reparto es inevitable, sobre todo cuando el correo tradicional cae en picado y los paquetes crecen sin parar. Pero lo que pasa en la acera (y lo que pasa con quienes trabajan en ella) también importa.
Quizá dentro de unos meses veamos una normativa actualizada, un modelo mejorado o un acuerdo con los trabajadores que convierta estos carros en una herramienta útil y segura. O quizá se quede todo en un experimento mal planteado. De momento, lo que está claro es que el debate acaba de empezar y que vale la pena seguirlo de cerca. Si algo define el reparto hoy es que vive en plena transformación, y este conflicto es solo una prueba más de ello.







