El tema de los despidos de Amazon empieza a afectar el mercado laboral en España, tal y como se esperaba, después del anuncio de la reestructuración del gigante logístico, y ahora le ha llegado el turno a ciudades como Barcelona y Madrid. ¿Te imaginas que una de las ciudades donde Amazon más ha crecido en los últimos años sea justo la que más va a sufrir los recortes? Pues eso está pasando en Barcelona. La multinacional ha puesto en marcha un ERE que afecta a 1.200 personas en España… y casi mil están en la capital catalana. Un golpe inesperado para una plantilla que, hasta hace nada, parecía formar parte del futuro más estable de la compañía.
El movimiento llega en plena transformación global. Amazon habla de “agilidad”, de “menos burocracia”, de reorganizar departamentos enteros. Y entre líneas, lo que muchos leen es un cambio profundo marcado por la automatización y la inteligencia artificial. Un giro que, por ahora, está pagando la gente que trabajaba en oficinas, no en almacenes.
Y mientras los sindicatos revisan papeles, la plantilla vive semanas de incertidumbre. La negociación ya ha empezado y durará hasta diciembre, pero la sensación es que la decisión viene de muy arriba. Un ajuste mundial que ha aterrizado con fuerza justo en la ciudad que más trabajadores corporativos tenía fuera de Estados Unidos.
Barcelona, la más golpeada: un tercio de la plantilla corporativa, en la cuerda floja

Barcelona se ha convertido en el epicentro de los recortes. De los 1.200 despidos planteados, 978 corresponderían a sus oficinas del Poblenou, especialmente en los edificios BCN10 y BCN15. Allí trabajan teleoperadores, personal TIC y equipos que gestionan desde verificaciones de identidad hasta bases de datos y procesos administrativos. Es decir, perfiles que durante años sostuvieron el crecimiento de Amazon sin que nadie imaginara un giro así.
El impacto es enorme, más del 30% del personal corporativo de la ciudad podría quedarse fuera. Y lo más llamativo es que no se trata de roles prescindibles ni temporales, sino de tareas que hasta hace muy poco parecían indispensables. La compañía asegura que no ejecutará todas las salidas de golpe y que las escalonará hasta marzo, pero entre la plantilla se respira la sensación de que Barcelona ha sido la zona cero de una decisión global tomada lejos de aquí.
La inteligencia artificial planea sobre el ajuste: ¿eficiencia o excusa?

Aunque Amazon insiste en que el ERE responde a causas “técnicas, organizativas y productivas”, el debate real está en la irrupción de la inteligencia artificial. La empresa reconoce que está reorganizando procesos para ser más ágil. Los sindicatos, en cambio, lo interpretan como una sustitución silenciosa de puestos humanos por sistemas automáticos que pueden hacer parte del trabajo más rápido y más barato. Y en este pulso, la plantilla es quien asume las consecuencias.
El problema no es solo el empleo que se pierde hoy, sino lo que significa para el futuro, si áreas completas de soporte, verificación o atención a proveedores pueden automatizarse, ¿qué papel tendrá el trabajo humano en los próximos años en empresas de logística como Amazon? Este ERE, más que un ajuste puntual, parece un aviso de cómo la IA puede reconfigurar multinacionales enteras sin que la plantilla tenga margen para adaptarse al ritmo del cambio.
Negociaciones al límite: recolocaciones, salidas voluntarias y un reloj que corre

Los sindicatos han dejado claro que van a pelear hasta el último día. Piden recolocaciones, que las salidas sean voluntarias y que, si no queda más remedio, las indemnizaciones estén a la altura. También insisten en que la empresa explique con claridad por qué una compañía tan rentable necesita despedir a más de mil trabajadores en España justo cuando anuncia beneficios récord. La plantilla espera respuestas y, sobre todo, garantías.
El Gobierno también ha entrado en el debate, criticando la falta de coherencia entre los resultados económicos de Amazon y su plan de ajustes. Y mientras tanto, empleados que llevan años en la empresa intentan digerir un cambio que nadie vio venir. La próxima reunión será decisiva, pero la fecha límite (17 de diciembre) se acerca rápido y las dudas siguen encima de la mesa.
Lo que está pasando en Barcelona no es solo un ajuste más, es una foto del futuro laboral que viene, uno en el que tecnología y empleo chocan de frente. Pero también es un recordatorio de que detrás de cada reestructuración global hay miles de personas intentando entender qué será de su vida a partir de ahora. Quizá por eso este caso debería hacernos reflexionar mucho más de lo que parece.






