El Templo de Debod de Madrid vuelve a estar en el ojo del huracán y para sorpresa de todos, por el mismo tema, ¿Deberíamos cubrir el Templo de Debod o dejarlo seguir respirando el aire madrileño? La pregunta suena a déjà vu, pero vuelve a estar más viva que nunca. Todo comenzó con un vídeo viral del egiptólogo Tito Vivas que, sin pretenderlo, encendió un debate que el Ayuntamiento de Madrid daba por cerrado. El clip, con más de dos millones de visualizaciones, mostró al mundo el desgaste de una joya milenaria que, en palabras del propio experto, “está muriendo frente a nosotros”.
Y así, el monumento egipcio más antiguo de Madrid ha vuelto al centro de la conversación y ojalá que esta vez sea de forma definitiva, o que por lo menos sirva para marcar el inicio del proceso que ponga fin a este debate. Empresarios, arquitectos y egiptólogos piden actuar ya. El Ayuntamiento, en cambio, asegura que el templo “está en buen estado” y que cubrirlo alteraría el paisaje urbano.
Pero la realidad es que mientras otros países protegen sus templos bajo techo, el de Madrid sigue al aire libre, aguantando lluvia, contaminación y selfies diarios. Entonces, ¿por qué el nuestro es diferente? ¿Y hasta qué punto puede sobrevivir sin una protección más seria?
El único templo egipcio que vive a la intemperie

El Templo de Debod llegó a Madrid en 1970 como un regalo del Gobierno de Egipto, en agradecimiento por la ayuda española en el rescate de los templos de Nubia durante la construcción de la presa de Asuán. Desde entonces, se ha convertido en uno de los rincones más mágicos y fotografiados de la capital. Pero también, en uno de los más frágiles.
Mientras en Estados Unidos, Italia y los Países Bajos los templos donados por Egipto están a salvo en museos climatizados, el de Madrid sobrevive al viento, a la lluvia y a los grafitis del fin de semana. Egipto, de hecho, recomendó cubrirlo desde el principio. Y no fueron pocos los expertos, como Zahi Hawass, que advirtieron que, si España no lo protegía adecuadamente, “debería devolverlo”. Sin embargo, el Ayuntamiento madrileño insiste: “no hay deterioro alarmante y su cubrirlo ni siquiera se contempla”.
Empresarios y expertos reavivan el debate

Pero este debate no se inició de la nada, la mecha la encendió un vídeo, pero la chispa la alimentaron los empresarios. Madrid Foro Empresarial, junto con el Colegio Oficial de Arquitectos, ha lanzado un concurso internacional de ideas para buscar una solución viable que proteja el templo sin alterar su esencia. No se trata solo de cubrirlo con un techo (dicen), sino de idear una fórmula arquitectónica que combine conservación, estética y sostenibilidad. Es una propuesta que podría vislumbrar el inicio del fin de este “maltrato” a este monumento.
El proyecto cuenta con el apoyo de la Embajada de Egipto (tal y como era de esperarse, dado el origen del monumento) y promete una dotación económica para las mejores propuestas. Además, los impulsores reclaman un Plan Director de Conservación con financiación, calendario y seguimiento técnico. Mientras tanto, el Ayuntamiento recuerda que ya ha invertido medio millón de euros en los últimos años y que el templo “goza de buena salud”. Aun así, el debate ha resucitado con fuerza: ¿debemos protegerlo más o aceptar que su belleza también está en su vulnerabilidad?
Entre la historia y el paisaje: el dilema de Madrid

Cubrir el Templo de Debod no es una decisión técnica, sino simbólica, no se trata tampoco de un capricho de un grupo de empresarios. Marta Rivera de la Cruz, delegada de Cultura, lo resume con una pregunta provocadora: “¿Metemos en una urna la Puerta de Alcalá?”. El argumento sin embargo, es bastante claro, una estructura protectora alteraría el paisaje urbano del Parque del Oeste, uno de los más emblemáticos de Madrid. Por eso, en lugar de un techo, el Ayuntamiento apuesta por restaurar la lámina de agua que rodeaba el monumento, vacía desde hace años. Ese espejo líquido no solo embellece el entorno, sino que mejora el microclima y ayuda, en parte, a su conservación.
El dilema no es menor, proteger sin encerrar, conservar sin desnaturalizar. Y quizás ahí esté la clave. Porque más allá de los debates técnicos o políticos, el Templo de Debod sigue siendo “un símbolo de cooperación entre culturas y un pedazo de Egipto en el corazón de España”. Tal vez el reto no sea solo físico, sino emocional, comentan algunos, se trata de aprender a cuidar lo que tenemos sin romper su alma.
En el fondo, esta historia dice mucho de cómo entendemos el patrimonio. Mientras otros países levantan muros de cristal, Madrid prefiere dejar que su templo respire, aunque eso signifique “verlo envejecer”. Puede que no haya una respuesta perfecta, pero sí una certeza, el Templo de Debod nos recuerda cada día que conservar la historia no siempre consiste en encerrarla, sino en mantenerla viva.






