El aroma a colonia Nenuco en las aulas de EGB, el perfume que marcó el regreso a clases en septiembre

Hay momentos que permanecen intactos en la memoria, cristalizados por un simple olor. Para millones de españoles que cursaron EGB durante los años setenta y ochenta, ese aroma intenso de la colonia Nenuco sigue siendo la banda sonora invisible del regreso a clases. No era lujo, sino protocolo: días antes de que cerrara la puerta del colegio por última vez en verano, llegaba el ritual de desinfección del aula con aquel bote de plástico que los maestros agarraban como si combatieran una plaga. El perfume infantil pegajoso impregnaba mochilas, uniformes y cabezas de niños durante semanas.

Esa costumbre tan española, tan marcada por la frugalidad de la posguerra y la mentalidad preventiva, formó parte del tejido educativo de una generación completa. La EGB no era solo un sistema educativo formal que llegó con la Ley General de Educación en 1970, sino una experiencia sensorial compartida por millones de escolares que transitaban aulas de pizarras negras, pupitres de madera y maestros que combinaban autoridad con afecto. Aquel aroma a Nenuco se mezcló con el olor a tiza, a libros nuevos de páginas amarillas y a los calcetines mojados del recreo. Fue el marcador olfativo de una infancia colectiva.

LA COLONIA NENUCO, EL DESINFECTANTE DE GENERACIONES

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La colonia Nenuco surgió como una solución barata y efectiva para las familias españolas de la posguerra. Creada hace más de ochenta años por un ingeniero barcelonés en su propia casa tras la Guerra Civil, aquella fórmula de agua perfumada se convirtió en sinónimo de higiene infantil. Sus botellas de plástico duro, de litro generoso, poblaban armarios de baños y vestuarios escolares por toda España. No era un lujo cosmético, sino una herramienta práctica que los adultos empleaban sin miramientos para rociar a los niños de pies a cabeza, especialmente antes del regreso a las aulas en septiembre.

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La potencia del aroma era casi violenta, tan penetrante que traspasaba la ropa, los mochilas y persistía durante días. Los padres de la EGB confiaban ciegamente en sus propiedades desinfectantes, desplegando aquella rutina con la misma decisión que se empleaba para cualquier otra medida preventiva de salud pública. Monaguesca, otra variante de Nenuco, compartía espacio en los botiquines familiares como alternativa igualmente efectiva. Ambas marcas formaron parte del protocolo de entrada a las aulas, un gesto que hoy parece excesivo pero que entonces se consideraba fundamental.

SEPTIEMBRE, EL MES DEL RITUAL ESCOLAR EN LA ESPAÑA DE LOS SETENTA

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El regreso a clase en septiembre era un evento de calibre familiar que trascendía lo meramente académico. Las compras comenzaban semanas antes: libros de texto encuadernados en cartón duro, lápices de madera recién afilados, cuadernos de tapas brillantes con dibujos de paisajes imposibles y cuadrículas perfectas. La emoción genuina se apoderaba de los niños españoles, pero también una cierta ansiedad ante lo desconocido. Ese sentimiento era combatido de manera simultánea con desayunos especiales, nuevas prendas de ropa y, desde luego, con la aplica ción metódica de colonia Nenuco horas antes de pisar el aula.

Las tiendas de barrio, los bazares y las farmacias multiplicaban sus expositores con botellas de Nenuco precisamente en agosto y septiembre. Los anuncios televisivos enfatizaban la seguridad que otorgaba usar aquellas fragancias infantiles antes de exponerse al contacto masivo de otros menores. La EGB era, en cierto sentido, una aventura sanitaria donde el aroma era el protector invisible contra todo lo que pudiera acechar. Hoy, las nuevas generaciones desconocen esa práctica cotidiana, pero para los que la vivieron, cada tufo a Nenuco reactiva automáticamente los zapatos nuevos, las angustias del primer día y la emoción de reencuentros con compañeros tras las largas semanas de libertad estival.

EL AULA COMO ESPACIO SENSORIAL: PIZARRAS, TIZA Y PERFUME

Los colegios de la EGB eran claustros donde confluían aromas que definían la experiencia educativa española de varias décadas. El polvo de la tiza blanca que flotaba en el aire, el olor a madera vieja de los pupitres que habían servido a generaciones de estudiantes, el papel amarillento de los libros escolares, y, inevitablemente, el perfume invasivo de Nenuco que permanecía adherido a cada superficie durante semanas. Aquella mezcla olfativa era tan característica que los antiguos alumnos de EGB la asocian automáticamente con la etapa más formativa de sus vidas. No existía separación entre lo académico y lo sensorial.

Los maestros no dudaban en aplicar colonia a los niños en el mismo aula, convirtiendo aquello en un acto casi ceremonial que marcaba el inicio del curso lectivo. La práctica era tan normalizada que ni los padres ni los propios educadores veían nada cuestionable en aquella rutina de desinfección masiva mediante aroma. Era la higiene visual hecha perfume, la seguridad hecha ritual, la disciplina hecha protocolo. Hoy resulta impensable, pero entonces era símbolo de cuidado responsable.

MEMORIA OLFATIVA: CÓMO UN AROMA REDEFINE UNA GENERACIÓN

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La neurociencia confirma que los olores poseen un poder de evocación emocional superior al de cualquier otro sentido. Una bocanada de colonia Nenuco transporta instantáneamente a cualquier exalumno de EGB a esos pasillos escolares, a esos patios donde jugaban mientras aún portaban el aroma impregnado en uniforme y cabello. La nostalgia vinculada a la EGB no es solo visual o auditiva, sino profundamente olfativa, haciendo que aquel perfume infantil sea un marcador temporal más potente que cualquier fotografía. Los psicólogos denominan esto como memoria olfativa, la capacidad del olfato de reactivar recuerdos dormidos y emociones contenidas.

Merchandisers modernos han aprovechado precisamente esta vulnerabilidad nostálgica. Cuando Mercadona reintrodujo caramelos clásicos de los años ochenta o cuando marcas de retro-productos recrean empaques de la EGB, están jugando con ese mismo mecanismo: la apelación directa a la memoria sensorial. El aroma a Nenuco, aunque prácticamente inexistente en las aulas contemporáneas, sigue siendo el código genético aromático de una experiencia educativa irrepetible.

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LA EGB COMO FENÓMENO CULTURAL ESPAÑOL

La Educación General Básica no fue meramente un ciclo de ocho años de escolarización obligatoria establecido por ley en 1970. Fue una institución social que marcó la infancia de dos generaciones enteras de españoles, desde finales de los sesenta hasta 1990, cuando la LOGSE sustituyó el modelo antiguo. La EGB llevaba consigo rituales, aromas, símbolos y prácticas que trascendían lo puramente académico para convertirse en tejido cultural compartido. El aroma a colonia Nenuco es apenas un fragmento de esa totalidad, pero quizás el más persistente en la memoria colectiva. Hoy, cuando alguien menciona la vuelta al cole, la mayoría de los antiguos alumnos de EGB evoca automáticamente aquella experiencia multisensorial.

La práctica de rociar con Nenuco antes de entrar a clase representa una mentalidad específica de la España del franquismo tardío y la transición: pragmática, desconfiada de la enfermedad, valiente ante la improvisación. Los maestros de EGB no cuestionaban si era necesario; simplemente lo hacían, como parte de un protocolo no escrito que todos comprendían y aceptaban sin protesta. Esa obediencia silenciosa, esa aceptación natural de lo extraño hoy, formó individuos que después poblaron la sociedad española contemporánea.

EL LEGADO AROMÁTICO DE UNA INFANCIA SIN RETORNO

Décadas después, cuando aquellos niños de la EGB son adultos con sus propios hijos, no repiten el ritual. El mundo ha cambiado, las preocupaciones sanitarias se desplazan hacia terrenos más sofisticados, los aromas corporales obedecen a marketing global antes que a necesidades locales. Pero el fantasma olfativo de la colonia Nenuco permanece en las capas más profundas de la memoria, listo para resurgir ante el más mínimo estímulo. Un aroma a colonia barata, a desinfectante casero, a ritual de posguerra, sigue siendo la llave maestra que abre la bóveda de recuerdos de la EGB. No importa cuán distante sea el presente; ese olor sigue siendo presente.

La nostalgia por la EGB, ampliamente documentada en libros, documentales y series de televisión españolas, suele enfatizar elementos visuales o narrativos. Pero los que la vivieron saben que antes de cualquier imagen está aquel aroma imposible de ignorar, aquel perfume invasivo que marcaba el territorio de la infancia con tanta certeza como lo hacían los campanazos del timbre. El aroma a Nenuco fue el guardián olfativo de una generación, el perfume del retorno obligatorio a las aulas cada septiembre, la fragancia que acompañó el aprendizaje mientras la España se transformaba. Hoy, cuando esa generación busca en una botella de Nenuco no es perfume lo que encuentra, sino el espejo aromático de sí misma.

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