Madrid lleva tiempo preparándose para un cambio silencioso, profundo y necesario, el de sus terrazas. Esos rincones que son ya un símbolo de la vida social y cultural de la ciudad, donde se mezclan vecinos, turistas y conversaciones que parecen no acabar nunca, tendrán nuevas reglas de juego. La nueva ordenanza busca equilibrar el derecho al descanso de los vecinos (un clamor y un derecho de los madrileños) con la vitalidad de la hostelería, uno de los motores económicos y culturales de la capital.
Después de años de debate entre empresarios, residentes y autoridades, (para los que creían que la nueva ordenanza era un proyecto improvisado) la ciudad ha decidido poner un poco de orden en sus calles. No se trata de apagar la vida de Madrid, sino de organizar el bullicio que la caracteriza. Con más de 6.000 terrazas activas y muchas licencias en trámite, la norma quiere garantizar que disfrutar de la ciudad no se convierta en un problema para nadie.
La Ordenanza de Terrazas y Quioscos de Hostelería y Restauración, que entrará en vigor en enero de 2026, incorpora más de un centenar de alegaciones de ciudadanos y del sector. Entre sus objetivos, mejorar la accesibilidad, reducir el ruido, ordenar horarios y dar seguridad tanto a hosteleros como a vecinos. Madrid seguirá siendo una ciudad en movimiento, donde se puede disfrutar del aire libre con respeto, mantener la convivencia, asegurar la rentabilidad de los negocios y usar el espacio público de manera responsable… sin que se pierda el alma social de la ciudad.
Una ordenanza que busca equilibrio entre vecinos y hosteleros

El Ayuntamiento ha dado luz verde a un texto que pretende conciliar el disfrute ciudadano con el descanso vecinal, el respeto al medio ambiente y la accesibilidad. No se trata de limitar, sino de ordenar. La vicealcaldesa Inma Sanz lo resume como una norma que “quiere que todos ganen”, quienes viven, quienes trabajan y quienes disfrutan de las terrazas, un objetivo difícil de alcanzar pero no imposible.
El proyecto mantiene la estructura de la ordenanza de 2013, pero añade los cambios esenciales de la modificación de 2022 (anulada por motivos formales) y las demandas de los madrileños recogidas en la consulta pública de 2024. Esto incluye desde una mejor gestión del ruido hasta la reorganización del espacio peatonal, ambos aspectos muy demandados por los mismos madrileños. En definitiva, un marco jurídico que se adapta a la realidad de una ciudad viva, diversa y con ganas de seguir compartiendo las calles.
Más de 100 alegaciones escuchadas y una norma participativa

Y para los que creían que el proceso había sido improvisado, debemos aclarar que tras la aprobación inicial el 31 de julio, el Ayuntamiento abrió un periodo de alegaciones en el que ciudadanos, asociaciones y representantes de la hostelería presentaron más de un centenar de propuestas. De todas ellas, siete se han incorporado al texto final, tres de particulares (centradas en cuestiones técnicas y de redacción) y cuatro del sector hostelero, relacionadas con el periodo de adaptación y la gestión de los flujos peatonales.
Este diálogo entre administración y ciudadanía es lo que, según el Ayuntamiento, convierte a la ordenanza en una norma más clara y equilibrada, ya que se trata de una norma que reúne acuerdos. La idea es ofrecer seguridad jurídica a los hosteleros, que sabrán a qué atenerse en cada barrio, y tranquilidad a los vecinos, que verán una regulación más firme sobre horarios, ocupación y condiciones acústicas.
Enero de 2026: el nuevo punto de partida para las terrazas madrileñas

Si todo va según lo previsto (y no debería ocurrir nada que cambie los planes), la nueva ordenanza se aprobará definitivamente antes de que acabe el año, lo que significa que entrará en vigor en enero de 2026. Desde entonces, Madrid contará con un marco renovado que busca entre otras cosas, modernizar el uso del espacio público, sin perder la vitalidad que hace que sus calles sean únicas. La hostelería seguirá siendo un motor económico, pero con reglas más claras y un mayor respeto por el entorno urbano y para los vecinos.
Con esta medida, el Ayuntamiento quiere que las terrazas sean un ejemplo de equilibrio entre disfrute y descanso, entre negocio y vecindad, objetivos difíciles de alcanzar, pero se espera que la nueva ordenanza lo logre. Porque si algo caracteriza a Madrid, es la capacidad de convivir con el ruido de las tazas de café y el murmullo de las conversaciones al aire libre. Con la nueva ordenanza, esas charlas seguirán, pero ahora con un poco más de orden y planificación, beneficiando a todos.
Las terrazas seguirán siendo ese punto de encuentro tan madrileño, donde todo se celebra, se comenta y se comparte, una gran noticia para los capitalinos que han hecho suyas las terrazas. La diferencia es que, desde ahora, cada brindis tendrá detrás un toque de respeto y cuidado por la ciudad. Disfrutar de Madrid también significa cuidarla.







