'Sansón de las islas', humor y drama para explicar la crisis social de la Guerra de las Malvinas

La trama se articula como un espectáculo de pathos forzado.

La obra representada en el madrileño Teatro del Canal no es solo una crónica deportiva o un relato de ficción biográfica; es, ante todo, una denuncia mordaz y un estudio de la moralidad individual frente a la maquinaria del Estado. A través de la figura trágica de Sansón, Gonzalo Demaría y dirigida por Emiliano Dionisi, estrellas de la escena bonaerense (cuyo estilo evoca la solidez narrativa del realismo social) desmantelan la construcción mitológica del héroe nacional durante un período de crisis y manipulación en Argentina: la Guerra de las Malvinas.

Con una obra que se asienta sobre la metáfora central del cuerpo como campo de batalla y la dignidad como moneda de cambio. Sansón, otrora "coloso en el ring", es presentado inicialmente como una ruina física, una "sombra" cuya enfermedad pulmonar es el correlato orgánico de su "profunda desilusión". Su retiro al "grisáceo olvido" contrasta violentamente con el país "teñido de azul, blanco y rojo" y la "fiebre bélica orquestada desde los cimientos del poder". Aquí, el color (o la ausencia de él) se convierte en un símbolo del cinismo político que devora la realidad, según el autor y muy bien representado esta vez en Madrid.

La trama se articula como un espectáculo de pathos forzado. La convocatoria del militarismo no es una invitación al heroísmo, sino una "orden velada" para inyectar "épica" en el relato oficial, ahogando "el sonido de las noticias reales en el frente". El evento, un "altar a la virilidad argentina", reduce al viejo luchador a un mero utilitario escénico, una pieza de attrezzo en el "circo televisivo". La presión económica ejercida por su esposa, Elena —"Hazlo por la plata"—, ancla el dilema de Sansón a la cruda necesidad material, distanciándolo de cualquier idealismo.

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Momento cumbre de 'Sanson de las islas' (Fuente: Teatros del Canal)

El tratamiento de los medios es ejemplar: la prensa alineada amplifica la "farsa" con títulos hiperbólicos ("El Titán Regresa"), mientras que la "columna subversiva" del Semanario Crítico expone la verdad con una lucidez devastadora: la dictadura está exponiendo a un "ídolo roto" en un "velorio televisado en horario estelar". Esta dualidad mediática subraya uno de los temas centrales del texto: la colisión entre el mito creado y la realidad degradada.

El clímax y desenlace son de una profunda resonancia moral. La pelea no es un desafío, sino una "farsa coreografiada". El joven rival, "El Centauro", con su belleza física y su mirada de "cordero", representa la juventud sacrificable, la otra cara de la moneda del aparato propagandístico. El dilema de Sansón —sacrificar la verdad y la dignidad para servir a una "mentira nefasta" o demoler la farsa— se resuelve con un acto de subversión personal. Al negarse a ejecutar la llave preestablecida, al apretar con "rabia" para luego soltar y "desplomarse él mismo", Sansón elige la derrota física como su única victoria moral.

El final de la obra cierra el círculo de la interpretación: la caída de Sansón es una "lección", un "acto de resistencia" que vale más que "cien triunfos". El relato concluye, así, no con el triunfo del héroe, sino con el triunfo de la conciencia. Sansón se va a casa con la resolución de su "dilema moral" y la certeza de haberse negado a ser el "falso ídolo de una guerra que no era suya", dejando una reflexión poderosa sobre la honestidad, el patriotismo forzado y la ética del perdedor digno. Este texto es, en definitiva, un poderoso memento mori a la épica vacía.

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Momento cumbre de 'Sanson de las islas' (Fuente: Teatros del Canal)
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