Cultura para todos, ¿o solo para unos pocos? El Bono Cultural Joven abre una nueva brecha entre la España rural y las ciudades

El Bono Cultural Joven, creado para acercar el arte y la cultura a los jóvenes, está dejando fuera a miles de beneficiarios en zonas rurales. La falta de librerías, cines y teatros convierte esta ayuda en un privilegio urbano más que en una oportunidad universal.

El Bono Cultural Joven generó muchas expectativas en los jóvenes, quienes vieron una oportunidad para acceder a la cultura a través de esta vía, sin embargo, estas expectativas no han sido satisfechas. ¿De verdad la cultura en España es para todos? Aunque la Constitución lo garantice, la realidad pinta otro cuadro, el acceso al arte, al cine o a los libros sigue dependiendo del código postal, del nivel de estudios o del dinero en el bolsillo. Y ahora, con el Bono Cultural Joven de 400 euros, esa desigualdad vuelve a escena.

Lo que nació como una ayuda para acercar la cultura a los jóvenes se ha convertido en un nuevo motivo de polémica. Porque mientras unos disfrutan de conciertos, exposiciones y teatro, otros (especialmente los que viven en pueblos pequeños o tienen menos recursos) ni siquiera pueden usar el bono. Y no porque no quieran, sino porque no tienen librerías, cines ni teatros cerca.

Un Bono Cultural Joven que no llega a todos

Un bono que no llega a todos
Cuanto más dinero tienes, más fácil te resulta acceder a la ayuda. Fuente: Agencias

El Bono Cultural Joven, impulsado por el Ministerio de Cultura, nació con buena intención (de esto nadie tiene dudas), dar 400 euros a cada joven que cumpla 18 años para gastar en actividades y productos culturales. La idea era despertar el gusto por el arte, el cine, los libros o la música. Pero, como suele pasar, el papel lo aguanta todo y la práctica es otra cosa.

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Según los datos del propio Ministerio, solo el 30% de los hogares con rentas más bajas (menos de 9.400 euros) pidió el bono en su primera convocatoria. En cambio, entre las familias con más recursos, la cifra sube hasta el 69%. Es decir, cuanto más dinero tienes, más fácil te resulta acceder a la ayuda.

El Gobierno ha prometido corregir esto. De hecho, el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, busca alianzas con asociaciones sociales para que ayuden a las familias con menos recursos a solicitar el bono en 2026. Aun así, el problema va más allá del papeleo, muchas personas simplemente no tienen dónde gastar esos 400 euros.

La España rural, en desventaja cultural

La España rural, en desventaja cultural
“los jóvenes rurales merecen las mismas oportunidades que los urbanos”. Fuente: Agencias

Aquí llega la gran brecha, el campo contra la ciudad. El Consejo de Estado ya había avisado de que el Bono Cultural tenía un “carácter eminentemente urbano”. Y no se equivocaba. En muchos pueblos de Extremadura o Aragón, las librerías cubren apenas el 8% de los códigos postales. Solo el 4,5% de los municipios pequeños (menos de 10.000 habitantes) tiene una librería.

El resultado, miles de jóvenes rurales no pueden comprar libros con el bono, a menos que paguen los gastos de envío de su propio bolsillo o viajen kilómetros para recogerlos. Un sinsentido.

El Partido Popular ya ha pedido al Gobierno que cambie las reglas del juego. Su propuesta incluye cubrir los gastos de envío y permitir que los jóvenes de zonas despobladas usen el bono también para compras online o actividades locales. Porque, como denuncian, “los jóvenes rurales merecen las mismas oportunidades que los urbanos”.

El bono no cubre los gastos de envío en compras online, algo que deja fuera a buena parte de la España vacía. Algunos jóvenes han tenido que recorrer más de 50 kilómetros para recoger un libro.

Cultura excluyente: cuando el arte tiene barreras invisibles

Cultura excluyente: cuando el arte tiene barreras invisibles
La mitad de los españoles no fue al cine ni una sola vez el último año. Fuente: Agencias

Más allá del bono, el acceso a la cultura sigue siendo desigual en España. El nivel educativo, la edad o la capacidad económica marcan la diferencia. Según el Anuario de Estadísticas del Ministerio de Cultura, la mitad de los españoles no fue al cine ni una sola vez el último año, y lo mismo ocurre con conciertos o museos.

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Los datos también revelan que quienes tienen estudios universitarios consumen el doble de cultura que quienes no los tienen. Y las diferencias aumentan aún más con la edad: a partir de los 55 años, el consumo cultural se desploma.

Además, la cultura se concentra en los grandes núcleos urbanos. Entre Madrid, Cataluña y Andalucía se celebra más del 60% de los conciertos y obras de teatro del país. Mientras tanto, en regiones como La Rioja o Cantabria, la oferta cultural apenas representa el 2% de la programación nacional.

¿Una cultura de todos o solo de unos pocos?

¿Una cultura de todos o solo de unos pocos?
La mitad de los españoles no fue al cine ni una sola vez el último año. Fuente: Agencias

El reto es enorme, cómo democratizar la cultura sin dejar a nadie atrás. Son varias las asociaciones que trabajan cada día para que las artes lleguen también a quienes no tienen los medios o las habilidades para acceder a ellas. Desde proyectos de lectura fácil hasta talleres para jóvenes migrantes, están demostrando que la inclusión cultural sí es posible.

Y aunque el Plan de Derechos Culturales del Ministerio promete corregir estas desigualdades, aún falta mucho camino por recorrer. Porque de poco sirve regalar entradas o bonos si las personas no se sienten parte del espacio cultural, como los jóvenes migrantes que se quedaron en la puerta de un centro cultural sin atreverse a entrar.

La cultura no debería depender del código postal ni del saldo en la cuenta bancaria. El Bono Cultural Joven nació con una idea brillante, pero ha terminado reflejando una vieja realidad: que en España hay dos maneras de vivir la cultura, una en las ciudades y otra en el resto del país.

Quizá el siguiente paso no sea solo repartir ayudas, sino escuchar a quienes nunca entran al teatro, al museo o a la librería. Porque la cultura, cuando se comparte, deja de ser privilegio y se convierte en lo que siempre debió ser: un derecho de todos.

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