Cuando el albañil vuelve de una obra, suele llegar con las manos llenas de polvo, la espalda hecha trizas y la certeza de que otro día más ha salido adelante con lo justo.
España, que necesita viviendas, infraestructuras y obras cada vez más, cuenta con un ejército de trabajadores de la construcción cuya realidad cotidiana se mueve entre la precariedad, la exigencia física extrema y la inestabilidad laboral casi permanente.
LA IMAGEN DEL ALBAÑIL EN ESPAÑA: MUCHO TRABAJO, POCO SUELDO y CERO ESTABILIDAD
Y es que hace apenas unas décadas, el oficio de albañil era respetado, disfrutaba de solidez económica, reconocimiento social y un relevo generacional claro. Hoy esa imagen se ha desdibujado. Quienes siguen en las obras levantan muros con el cuerpo exhausto, trabajando bajo presión y cobrando lo justo. El oficio sigue siendo imprescindible, pero las condiciones laborales, los sueldos y la seguridad ya no son lo que eran.
Pascual, un albañil veterano que charló en el canal de YouTube de Adrián G. Martín, que se ha acercado a una obra para conocer de primera mano la visión de los trabajadores, lo decía sin eufemismos: "Antes ganábamos 3.000 o 4.000 euros, ahora con suerte 1.200". Esa frase condensa la caída del valor del trabajo manual.
Y no es exageración. Porque los peones de albañil ven su salario base en torno a los 18.457 euros brutos al año según el convenio general de la Construcción vigente hasta 2026, lo que se traduce en unos 1.300 euros al mes si se paga en 14 pagas.

En comunidades con convenios autonómicos más generosos, esa cifra puede subir. Por ejemplo, la Comunidad Valenciana o Asturias superan los 20.000 euros anuales.
Pero aún ese dinero no siempre refleja lo que realmente se lleva a casa, porque hay jornadas extenuantes, complementos de peligrosidad que no siempre se aplican, y muchas horas extra o desplazamientos que casi no se pagan.
El trabajo de albañil exige mucho al cuerpo. Levantar y transportar entre 50 y 100 sacos de cemento de 25 kilos cada uno, día tras día, sin importar la lluvia o el calor abrasador, es rutina para muchos obreros. Se sufre de espalda, de rodillas, de articulaciones, dicen quienes llevan años en la profesión.
El riesgo no es solo el desgaste físico. Hay situaciones peligrosas: desde trabajar en altura, usar maquinaria pesada, radiales, herramientas afiladas, deben extremarse las medidas de seguridad. Y esas medidas no siempre se cumplen al milímetro en obras pequeñas o subcontratadas.
ESCASEZ DE MANO DE OBRA Y ENVEJECIMIENTO DEL OFICIO DE ALBAÑIL
He aquí otro de los grandes problemas: no hay relevo generacional. Los jóvenes huyen del oficio, las obras quedan bajo responsabilidad de trabajadores mayores, muchos inmigrantes; el porcentaje de albañiles menores de 30 años ha caído drásticamente.
De hecho, más del 65% de los albañiles tiene más de 45 años; en algunos lugares la edad media ya roza los 55. Esto implica una doble consecuencia: menos fuerza física, más ausencias por salud, mayor riesgo de accidentes laborales, y también preocupación sobre qué ocurrirá cuando muchos se jubilen sin quienes los reemplacen.
BAJA ESTABILIDAD: CONTRATOS TEMPORALES, PARCIAL Y DESLOCALIZADOS
La estabilidad del albañil es limitada. Muchas obras se contratan de forma temporal, los contratos son por obra o servicio, y las condiciones cambian mucho dependiendo de la zona, la empresa y la subcontrata. No hay garantía de continuidad para muchos.

Además, la demanda es muy alta. Se estima que faltan entre 700.000 y 800.000 albañiles en todo el país para atender la demanda real del sector, especialmente de reformas y viviendas. Eso empuja a las constructoras a contratar extranjeros, pero también aumenta los plazos de espera para obras, los costes y deteriora la calidad o la seguridad si no se cubre bien la capacitación.
DONDE TRABAJES TAMBIÉN IMPORTA
Y es que sí; donde trabajes, importa. Porque el salario puede variar bastante según la comunidad autónoma. En zonas de mayor coste de vida, la paga se ajusta algo mejor, pero en provincias menos pobladas o con menor coste, las cifras bajan mucho.
También hay un crecimiento tímido en la participación femenina: aunque todavía minoritaria, hay más mujeres albañiles que hace unos años. Y en cuanto a formación, muchos jóvenes no llegan ni a considerar la albañilería por la percepción de poca salida, el esfuerzo físico, la inseguridad y los bajos ingresos.
Por tanto, el oficio de albañil sigue siendo un pilar esencial para la obra y para que haya viviendas, infraestructuras, reformas que funcionan. Pero hoy ese pilar cruje. Los salarios han caído, las condiciones físicas son duras, la seguridad no siempre idónea, y las expectativas de futuro sombrías para muchos.
Si algo salva al sector es su imprescindible rol en la economía. Obras en España hay, demanda también, inversiones públicas y privadas. Pero sin mejorar las condiciones, el "mucho trabajo, poco sueldo y cero estabilidad" se transformará en una crisis que dejará obras sin terminar, barrios sin reconstruir, y una profesión que muchos admiran pero pocos quieren ejercer.