¿Bienvenidos al Cabaret? No, Wilkommen al Kit Kat Klub

por JOSÉ JULIÁN MARTÍN

El pasado viernes 26 participé en una novedosa, extravagante y audaz experiencia en el Kit Kat Klub de Madrid con mi hija. Compré mis entradas hace meses para que ella viera un gran musical y me encontré sentado en una mesa de seis con dos parejas encantadoras, en medio del escenario en un club de Berlín de mediados del siglo pasado. Lo que pasó después, entiéndanme, hay que vivirlo, aunque pueda adelantarles una parte; porque no era el Cabaret del film ni el del montaje anterior que hubo en Madrid: era el Kit Kat Klub 2025. 

La inmersión en la obra tiene sus aristas, pero el impacto en el espectador es brutal desde el minuto uno. Las luces rojas, el humo y la música en directo, junto con la impactante sensación de ir caminando hacia el escenario y sentarte allí, bajo las luces del Kit Kat te deja sin palabras. Miraba alrededor y venía ojos enormes, sonrisas involuntarias y ganas de pasarlo bien. 

La pareja de mi derecha insistió en compartir su botella de vino y su jamón con el resto de la mesa que, aunque innecesario, era señal de que el público estaba dispuesto a vivir una experiencia nueva y veía amigos donde sólo había, hasta entonces, compañeros de mesa.

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La pareja de la mesa de al lado, con la que coincidimos en la cola, en la calle, también mostraba una afabilidad y ganas de hablar y pasarlo bien, de compartir esa ilusión rallana en lo infantil de alguien que sabe que le van a sorprender y no sabe cómo. Parecían niños en las horas previas a su fiesta de cumpleaños.

Kit Kat Club
Kit Kat Club | Fuente propia

Poco a poco se llenaba el escenario y empezaba a sonar la música de un saxofón y de un piano que, no sólo amenizaban la espera, sino que elevaban el ánimo con ese gran sabor de boca que deja escuchar a quien sabe tocar y le gusta lo que toca. Aparecieron los primeros bailarines actores y la atmósfera se caldeó. Un par de ellas, cantantes, sonaban desde algunos rincones y el público giraba el cuello buscándolas; como con la saxofonista cuando se subió al primer piso. La llegada posterior del maestro de ceremonias (Emcee) estimuló al respetable y, por no enrollarme, el clímax llegó cuando los bailarines nos dejaron en las sillas parte de su atrezzo y los camareros nos retiraron las bebidas.

Ahora, sí, la reseña

Este Cabaret inmersivo está lleno de sorpresas: espectadores que deben moverse de sus asientos en algún número, otro que participa como actor sin texto, una historia distinta, personajes con nuevos sesgos, giros dramáticos… porque sí, Cabaret es un drama, una historia de avestruces que se esconden en el Kit Kat Klub para no ver la realidad… Una historia más real de lo que pensamos; y eso es lo que nos dan en el Kit Kat entre canciones que nos animan a mover manos y pies sin levantarnos de unas butacas que se mueven en todas direcciones. 

El Kit Kat tiene lo que buscamos en el Cabaret de 1972 y mucho más. Amanda Digón es Sally Bowles y Pepe Nufrio, Clifford Bradhaw, pero no porque hagan el personaje, sino porque son el personaje. Amanda canta como la mejor Sally, pero te convence de ser Sally. Suyos fueron los gritos de Bravo que se oyeron en el Kit Kat, todos merecidos. Por su parte, Pepe es ese personaje anodino de la película, pero con un sesgo nuevo que mejora a Clifford y encaja perfectamente en la obra. Chapeau!

Abril Zamora tiene el personaje más complicado y es una apuesta de éxito, fresca, atrevida como el mismo Emcee. Lleva a su personaje al lado interpretativo porque es donde puede defenderlo mejor que en el vocal ¿y qué les digo? Estómagos encogidos, risas espontáneas, sonrisas y casi lágrimas donde y como ella nos llevaba. Además, en su caso, me da la impresión de que Abril se va a terminar comiendo al personaje, porque puede hacerlo todavía más suyo.

Cabaret Kit Kat Klub
Cabaret Kit Kat Klub | Fuente: cartel oficial

Me encantó que Emcee ‘me cantara’ -aunque fuera porque yo estaba en esa silla y tenía que hacerlo, claro- pero también que le sacara los colores a mi hija hablándola entre murmullos, como con esa complicidad deliciosa que siempre parecen tener dos chicas en cualquier lugar, fuera o no el escenario del Kit Kat Klub.

Mención aparte merecen los secundarios; en especial Fraulein Schneider (Carmen Conesa) y Herr Schultz (Tomy River) porque algunas veces el magnetismo del actor supera al del personaje y estos dos actorazos tienen tablas para montar un barco. Gonzalo Ramos como el malvado Ernst Ludwig y Pepa Lucas como la superviviente Fraulein Kost tienen ese contrapunto tragicómico o amargo imprescindible, tan difícil como poco valorado en papeles secundarios.

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Madrid necesita este Kit Kat Klub

No se pierdan esta experiencia, pero no tengan prisa por ir tampoco. Por un lado, compren las entradas caras y vivan el musical; me agradecerán este consejo, se lo aseguro. Por otro, y ahora lo contaré, el Kit Kat Klub es como un vino que va a mejorar con el tiempo. 

El público recogió el guante de este nuevo montaje con valentía y demostró que Madrid quiere y necesita este Kit Kat y lo que venga. Permítanme el atrevimiento, que ya me entenderán cuando lo vivan: mataría por que el Kit Kat siguiera en algún momento con Chicago y -como gato que soy- pagaría lo que fuera por maullar en el escenario con Cats. No se echen atrás, ideólogos de este Kit Kat Klub, la idea es maravillosa una vez vivida con su Cabaret y queremos más.

Kit Kat Club
Fuente propia

Aristas a pulir para mejorar la experiencia

El Cabaret inmersivo es complicado y depende del trabajo de muchas personas. Desde la organización de los camareros que sirven las mesas con tiempos reducidos y deben recogerlas antes del inicio del espectáculo, a todos los que trabajan cuando las luces se apagan y han de montar y desmontar los escenarios. Todo esto lo ajustará la práctica y mejorará la experiencia del espectador.

Por favor, no dejen que la obra termine así. Me siento en deuda con todo el equipo que hace posible Cabaret. Desde aquí a todos ellos las gracias, el más efusivo aplauso y más de un bravo que me dejé esperando ese momento. Enorme trabajo.

Eso sí, el Kit Kat Klub ha de ser más atrevido con un público que lo demanda. Marcaron el camino la saxofonista simplemente agradeciendo aplausos mientras se traslada de un lado a otro; Abril, porque es el alma del Kit Kat; y uno de los bailarines, un tío con un rollazo en toda regla, que domina ese papel no escrito. 

Kit Kat Klub ha de ser más atrevido con un público que lo demanda

Sí, Madrid quiere más de Abril, pero también de todos los bailarines. Un Cabaret precisa de un toque más canalla, más atrevido, más chulesco y más cínico. Más caña, señores. Sobre todo, por el lado de las bailarinas cantantes. No espero una Loles León en cada una de ellas, pero el Kit Kat demanda más cara dura de todo el mundo. Quizás, permítanme el atrevimiento, no estaría de más introducir en el escenario un falso camarero o similar que sacara los colores a alguien del respetable hasta que el esto aprenda que el público de Madrid quiere… ¡¡¡marcha!!!

Kit Kat Klub
Kit Kat Klub | Fuente: Cabaret

No jueguen con fuego…

Por último, quizás provocado por esta bisoñez en el propio montaje, el pasado viernes viví una situación harto desagradable que pudo tener consecuencias muy negativas. Sentados los seis en la mesa central por la acomodadora vi llegar por el pasillo una cara conocida con una dama. Entregó sus entradas de escenario y le dejaron esperando al borde de las escaleras.

No fue en absoluto agradable que revisaran nuestras seis entradas para justificar un error que no había. Esa sombra de duda es inaceptable. Unos minutos más tarde, el responsable manchó aún más la imagen del Kit Kat al dudar de si volvía a pedirnos las entradas estando a nuestro lado mientras hablaba con la acomodadora que había hecho su trabajo. 

Finalmente, estas personas acabaron sentadas en las dos sillas que parecían ser las suyas desde el primer momento, a la derecha del escenario. Eso sí, para ratificar mis dudas, el caballero fue ¿casualmente? elegido para participar en una escena de la mano de Pepa Lucas.

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Por favor, Kit Kat Klub, esas situaciones se gestionan con más profesionalidad y procurando que el público no las perciba. Reconocí al personaje desde el primer momento… ¿Se imaginan esta reseña al revés por una estupidez del propio staff del teatro? Bueno, yo me callo el nombre del interfecto, ustedes evitan que situaciones bochornosas como esta se repita. Así, desde esta página yo invito a todos a vivir la maravillosa experiencia del Kit Kat Klub.

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