Hay frases que se clavan en la memoria colectiva y la de Arancha del Sol es una de ellas: "Me echaron por teléfono". Estas palabras, pronunciadas tiempo después de su abrupta salida de '¡Vivan los novios!', resumen el desconcierto y la frialdad de un despido que sacudió los cimientos de la televisión de los noventa. Para entender aquel terremoto mediático que afectó a la presentadora asturiana,
hay que mirar directamente al plató que compartía con otra figura icónica y de estilo radicalmente opuesto, Leticia Sabater.
Aquel programa de éxito fulgurante en Telecinco se convirtió en el escenario de una batalla silenciosa que muy pocos conocían fuera de los pasillos de la cadena. Lo que el público veía era una pareja de presentadoras aparentemente compenetrada, pero la realidad era muy diferente, ya que una exigencia de su compañera de plató fue el detonante de la decisión de la cadena, alterando para siempre la carrera de la exmodelo. ¿Cómo pudo un éxito tan rotundo acabar de una forma tan amarga y repentina para una de sus estrellas? La historia es mucho más compleja de lo que parece.
EL DÚO IMPOSIBLE QUE NADIE VIO
A principios de los 90, la televisión en España era un volcán en erupción y '¡Vivan los novios!' fue una de sus llamaradas más intensas y populares. La fórmula parecía infalible: un concurso de parejas con un toque de espectáculo y dos presentadoras que eran la cara y la cruz. Por un lado, la elegancia serena de Arancha del Sol; por otro, la energía explosiva de Leticia Sabater. Juntas, y junto a Andoni Ferreño, formaron un trío que funcionó a la perfección, porque el programa se convirtió en un fenómeno de audiencias para Telecinco que congregaba a millones de espectadores cada semana.
Sin embargo, lo que en pantalla parecía una química estudiada, en los camerinos era una convivencia marcada por dos formas completamente distintas de entender el espectáculo y la profesión. La discreción de la mujer de Finito de Córdoba chocaba con el estilo desenfadado y arrollador de Sabater, y aunque al principio las diferencias se gestionaron, con el tiempo sus personalidades opuestas generaron una tensión palpable desde el principio que fue creciendo con cada grabación. Aquel dúo imposible era una bomba de relojería que solo necesitaba una pequeña chispa para estallar.
¿CELOS PROFESIONALES O ALGO MÁS?
Como suele ocurrir en las historias de éxito compartido, pronto empezaron a surgir los roces y las fricciones detrás de las cámaras. Fuentes de la época siempre apuntaron a que la convivencia entre ambas presentadoras se fue deteriorando progresivamente. Se hablaba de una lucha de egos, de una competición no declarada por ver quién brillaba más, un clásico en el mundo del espectáculo. Lo cierto es que la lucha por el protagonismo en pantalla se volvió una constante en cada grabación, desgastando la relación profesional y personal de forma irremediable entre ellas.
La tensión llegó a un punto de no retorno cuando, según diversas informaciones confirmadas a lo largo de los años por la propia Arancha del Sol, su compañera empezó a plantear ciertas exigencias a la dirección del programa. No se trataba solo de tener más minutos o las mejores frases del guion; era una cuestión de poder y de estatus dentro del formato. Según parece, Sabater habría pedido tener un papel más destacado en el guion, una condición que la productora y la cadena tuvieron que sopesar y que, a la postre, tendría consecuencias drásticas e inesperadas.
LA LLAMADA QUE LO CAMBIÓ TODO
La situación se resolvió de la manera más fría e impersonal posible, un método que hoy nos parecería impensable pero que en aquel entonces no era tan extraño en el vertiginoso mundo de la televisión. Mientras Arancha del Sol esperaba indicaciones para la siguiente grabación, recibió una llamada que lo cambiaría todo. No hubo reuniones, ni explicaciones cara a cara; sin más preámbulos, la cadena le comunicó su despido de forma fulminante a través de una conversación telefónica, dejándola fuera del programa que había ayudado a convertir en un éxito masivo.
El impacto fue brutal para una joven presentadora que se encontraba en la cresta de la ola. La noticia la dejó en un estado de shock, sin entender completamente qué había provocado una decisión tan drástica y repentina. Aquel despido fulminante no solo supuso el fin de su etapa en '¡Vivan los novios!', sino que la falta de explicaciones claras por parte de los directivos aumentó su sensación de desconcierto y de injusticia. Para la exconcursante de Supervivientes, fue un golpe difícil de asimilar que la obligó a replantearse su futuro profesional de inmediato.
EL SILENCIO DE LA CADENA Y LA VERSIÓN DE SABATER
Tras la abrupta salida de Arancha del Sol, Telecinco optó por la discreción más absoluta. No hubo comunicados de prensa ni declaraciones públicas que aclararan los motivos de una decisión tan sorprendente para el público. El programa continuó con Leticia Sabater al frente, como si nada hubiera pasado, dejando que el tiempo diluyera las preguntas. Esta estrategia de silencio es habitual en la industria, ya que la cadena de Fuencarral nunca emitió un comunicado oficial detallando los motivos de la sustitución, alimentando así todo tipo de especulaciones y rumores.
Por su parte, Leticia Sabater ha sido preguntada por este episodio en numerosas ocasiones a lo largo de su carrera. Su versión de los hechos siempre ha sido coherente, desvinculándose de la responsabilidad directa en el despido de su compañera. Según su relato, ella simplemente defendía su posición y su trabajo, pero nunca con la intención de perjudicar a nadie. En sus declaraciones, Sabater ha mantenido en diversas entrevistas que las decisiones eran exclusivas de la productora, atribuyendo el desenlace a dinámicas internas de la empresa en las que ella no tuvo la última palabra.
LA SOMBRA DE UN DESPIDO INESPERADO
Aquel episodio marcó un antes y un después en la carrera de Arancha del Sol. Aunque continuó trabajando en televisión y desarrollando proyectos como actriz y presentadora, la sombra de aquel despido la acompañó durante mucho tiempo. Fue una lección a la fuerza sobre la fragilidad del éxito y las complejidades de un mundo tan competitivo como el televisivo. Pese al golpe, aquel episodio marcó un antes y un después en su trayectoria televisiva en España, demostrando una notable capacidad para sobreponerse y seguir adelante con nuevos proyectos profesionales.
Con el paso de los años, la historia se ha convertido en una de las anécdotas más recordadas de la televisión de los noventa, un reflejo de una época con unas reglas del juego muy diferentes a las actuales. La propia Arancha del Sol ha recordado el suceso con la serenidad que da la distancia, convirtiendo una experiencia amarga en un capítulo más de su biografía. Lejos de hundirla, su capacidad para reinventarse demuestra una fortaleza que va más allá de un polémico episodio televisivo, consolidando una carrera sólida y respetada lejos de aquella llamada telefónica que nunca debió producirse.