Vivir más y mejor no tiene por qué ser costoso, necesitas poner en práctica una sola cualidad y estarías entrenando tu cerebro contra las enfermedades neurodegenerativas. Esta afirmación la respalda un estudio internacional liderado por la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), publicado en la revista PLOS One. La investigación sostiene que mantener vivo el interés por aprender cosas nuevas no solo favorece el bienestar mental, sino que incluso puede protegerte frente a enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Los autores del estudio destacan que esta capacidad de asombro y deseo de conocimiento funciona como un “combustible” para la actividad cognitiva. La investigación realizada por la UCLA revela que las personas curiosas están mejor preparadas para afrontar los retos del envejecimiento y presentan un menor riesgo de deterioro cognitivo, un diagnóstico cada día más común y más extendido, e incluso, prematuro en muchos casos.
Según los resultados obtenidos de la investigación, una persona curiosa no solo mejora la memoria y la atención, sino que también podría ser un factor protector frente a enfermedades como el Alzheimer, que afecta a unos 50 millones de personas en todo el mundo. Los expertos han señalado que no se trata de un rasgo exclusivo de quienes nacen curiosos, sino de una actitud que puede ejercitarse.
Las personas curiosas y su papel en el envejecimiento exitoso

El estudio de la UCLA señala que mantener la curiosidad a lo largo de los años puede marcar la diferencia Significativamente en la forma en que envejecemos. Los investigadores observaron que los adultos mayores que conservan su deseo de adquirir conocimientos, sobre todo sobre temas atractivos o relevantes, muestran una mejor preparación para enfrentar los desafíos cognitivos propios de la edad.
Por el contrario, la falta de interés por el entorno o una marcada apatía están relacionados con un mayor riesgo de desarrollar demencia, incluso a temprana edad.
Una de las aportaciones más relevantes del estudio de la UCLA es la distinción entre dos tipos de curiosidad: la de rasgo y la de estado. La primera se refiere a una característica estable de la personalidad, mientras que la segunda surge en momentos concretos, relacionada a un estímulo puntual. Alan Castel, psicólogo de la UCLA y autor principal de la investigación, explicó que “a menudo estaban muy comprometidos y mostraban un gran interés en aprender sobre temas como la memoria, o incluso trivialidades”.
Esta observación llevó al equipo a diferenciar entre quienes son curiosos de forma innata y quienes, aunque no lo sean en general, pueden mostrar un gran entusiasmo en contextos determinados.
El estudio comprobó que ambas formas de curiosidad están correlacionadas, pero siguen trayectorias distintas. Mientras la curiosidad de rasgo tiende a disminuir con la edad, la curiosidad de estado cae en la adultez temprana, repunta en la mediana edad y continúa aumentando durante la vejez.
Cambios en las prioridades con el paso de los años

Castel relaciona este comportamiento con las prioridades vitales de cada etapa. Durante la juventud y la adultez media, muchas personas concentran su energía en estudiar, progresar en el trabajo, criar a los hijos o comprar una vivienda. Estas metas exigen un nivel general alto de curiosidad, pero también generan presión y estrés.
Con la llegada de la jubilación o cuando los hijos se independizan, es común que los adultos mayores dediquen más tiempo a intereses específicos, lo que alimenta la curiosidad de estado. Según el psicólogo, “estos hallazgos respaldan nuestra teoría de la selectividad”. Explicó que: “A medida que envejecemos, no perdemos el deseo de aprender, sino que nos volvemos más selectivos respecto a lo que queremos aprender”.
Esta sería la razón por la que muchos adultos mayores deciden volver a estudiar, explorar hobbies, practicar actividades artísticas o acercarse al mundo natural. “Este tipo de curiosidad puede mantenernos mentalmente activos y alerta a lo largo de los años”, añadió.
La curiosidad mejora la memoria

Castel ha demostrado en investigaciones previas que la memoria funciona de manera más eficiente cuando algo nos resulta atractivo o significativo. “A medida que envejecemos, quizá dejamos de prestar atención a lo irrelevante y enfocamos nuestra memoria en lo que realmente importa”, señaló.
De este modo, la curiosidad actúa como un filtro natural que permite concentrar la atención en lo esencial, lo cual repercute en un mejor rendimiento cognitivo.
El Alzheimer, por otra parte, es la forma más común de demencia, afectando a unos 50 millones de personas en todo el mundo. Aunque no existe una cura definitiva para esta enfermedad degenerativa, los expertos coinciden en que ciertos hábitos pueden reducir el riesgo de padecerlo o retrasar su aparición. Los autores del estudio sostienen que estimular la mente con nuevos conocimientos, mantener la motivación para aprender y buscar actividades que despierten interés son herramientas que pueden ayudar a retrasar o minimizar la aparición del al.
En palabras de Castel, “a medida que envejecemos, quizá dejamos de prestar atención a lo irrelevante y enfocamos nuestra memoria en lo que realmente importa”. Esa selectividad, lejos de ser un signo de declive, podría ser la clave para un envejecimiento exitoso y protegido frente a enfermedades como el Alzheimer.