La brecha entre jóvenes y mayores se agranda en España y el sistema de pensiones se sitúa en el centro del debate. Los últimos datos del Instituto Juan de Mariana revelan un hecho realmente inquietante para muchos; los nuevos jubilados ya cobran más que los trabajadores menores de 35 años. Esta dinámica no es casual, responde a un modelo fiscal y de transferencias que, lejos de equilibrar la balanza, (como se había planteado inicialmente) ha terminado por favorecer a los mayores en detrimento de quienes intentan abrirse paso en el mercado laboral.
El resultado es una generación con sueldos más bajos, menor acceso a la vivienda y un horizonte económico cada vez más limitado, debido a la dificultad económica que tienen que enfrentar. El informe pone sobre la mesa cifras que dibujan un panorama difícil de ignorar. Mientras las pensiones medias se acercan a los 1.760 euros mensuales, los salarios de los jóvenes rondan los 1.670, lo que confirma que el ascensor social está averiado.
A esto se suma un consumo que cae en los menores de 30 años y una riqueza cada vez más concentrada en los mayores de 65. La situación no solo refleja un sistema que premia a los jubilados, sino que también deja claro que los trabajadores jóvenes cargan con el peso de unas cuentas insostenibles, lo que abre una fractura generacional que amenaza con profundizarse en los próximos años.
Los jubilados ya cobran más que los menores de 35: un cambio histórico en las rentas

Los últimos datos confirman un giro que refleja la magnitud de la brecha generacional, las nuevas pensiones de jubilación ya superan los sueldos medios de los menores de 35 años. Mientras las prestaciones alcanzan los 1.760 euros mensuales, los salarios de los trabajadores jóvenes se quedan en 1.670. Esta diferencia, inédita en la historia reciente, revela que el esfuerzo laboral de las nuevas generaciones no se traduce en un mayor bienestar económico, tal y como sucede en otros países.
La situación no es fruto de una casualidad, sino de una tendencia prolongada. Durante las dos últimas décadas, los jubilados han consolidado su posición gracias a un sistema de pensiones blindado frente a la inflación, mientras los jóvenes han visto cómo sus ingresos perdían poder adquisitivo, ¿bueno malo? Dependiendo de cómo se vea. El resultado es un escenario en el que la riqueza se concentra en quienes ya no están en activo, dejando a los nuevos trabajadores en clara desventaja.
Jóvenes con menos poder adquisitivo y sin acceso a la vivienda

El impacto de esta desigualdad va más allá de los salarios, evidentemente, porque el salario es solo la punta del iceberg. El acceso a la vivienda se ha convertido en una misión casi imposible para los menores de 35 años. Mientras que más del 80 % de los nacidos entre 1945 y 1965 logró ser propietario antes de los 42 años, hoy menos de la mitad de los jóvenes alcanza esa meta.
Apenas un 20 % puede permitirse una hipoteca, lo que demuestra el bloqueo de una generación atrapada entre sueldos bajos y precios desorbitados. El consumo también refleja este retroceso. Desde 2006, los jóvenes han reducido su gasto real en un 36 %, al tiempo que los mayores de 65 lo han incrementado.
No es que los jóvenes gasten mal su dinero, como a veces se les reprocha, sino que simplemente tienen menos capacidad para hacerlo. Entre salarios precarios, paro juvenil elevado y un mercado inmobiliario inalcanzable, su margen de maniobra económica es cada vez más estrecho.
Un sistema de pensiones que se tambalea y agrava la desigualdad generacional

El informe del Instituto Juan de Mariana pone sobre la mesa un problema estructural, el actual sistema de pensiones se ha convertido en un mecanismo que favorece de manera desproporcionada a los jubilados a costa de los trabajadores en activo, palabras más, palabras menos. De hecho, un pensionista recibe de media un 62 % más de lo que aportó durante su vida laboral.
Este desequilibrio genera un déficit creciente que se cubre con impuestos y cotizaciones cada vez más altos, recayendo sobre los jóvenes, siempre sobre los jóvenes, porque al final sostienen un sistema de pensiones inviable. Pero esta historia no se queda aquí, la situación se volverá más crítica en la próxima década, cuando llegue la jubilación de la generación del ‘baby boom’. Si no se adoptan reformas profundas, la sostenibilidad del sistema estará en entredicho.
Más allá de las cifras, el reto es político y social, ¿cómo garantizar que las nuevas generaciones tengan un futuro menos frágil y no se conviertan en la cara visible de una inequidad que amenaza con enquistar la brecha entre jóvenes y mayores? La respuesta a esta interrogante constituye parte de lo que las autoridades deben enfrentar a corto plazo para evitar el colapso del sistema a mediano y largo plazo.