En el corazón de los Picos de Europa existe un secreto a voces entre montañeros: una ‘playa’ sin mar que desafía toda lógica y que muy pocos conocen. Se trata de un tesoro geológico único, ya que la Vega de Liordes es una inmensa llanura de hierba de origen glaciar que te deja sin palabras al descubrirla. ¿Imaginas un arenal verde a casi 2.000 metros de altitud? Pues existe, y está más cerca de lo que piensas.
Llegar hasta aquí es como descubrir un mundo perdido, un anfiteatro natural custodiado por gigantes de piedra caliza que te hace sentir diminuto e insignificante. La primera impresión es de incredulidad, un impacto visual que no se olvida, ya que su aislamiento la ha mantenido como uno de los paisajes más puros de la Cordillera Cantábrica. Este paraíso natural te obliga a detenerte, respirar hondo y simplemente asimilar la belleza salvaje que te rodea.
¿UNA PLAYA A 1.700 METROS DE ALTURA?
La pregunta es inevitable cuando pones un pie en Liordes: ¿por qué la llaman playa? No hay agua, ni arena, ni sombrillas. La respuesta está en la sensación de inmensidad y en su perfecta planitud, tan anómala en un entorno tan abrupto como el de los Picos de Europa. La vista se pierde en un océano de hierba, un manto verde que se extiende hasta donde alcanza la mirada, ya que la sensación es la de estar ante una bahía de hierba en lugar de arena, rodeada de acantilados en vez de dunas.
Este paraje leonés es tan vasto que caminar por él se convierte en una experiencia casi hipnótica. Las montañas que lo rodean, como la Torre de Salinas o la Torre del Friero, forman un circo espectacular que aísla la vega del resto del mundo, creando un microclima y un paisaje únicos. Estás en uno de los lugares más especiales que puedas visitar, porque esta depresión kárstica es una de las más grandes de los Picos de Europa y su origen es la clave de su espectacular morfología.
EL CAMINO HACIA EL PARAÍSO ESCONDIDO
El viaje a este rincón secreto empieza con una buena dosis de emoción. La forma más directa de acercarse es a través del teleférico de Fuente Dé, en la vecina Cantabria. Esta proeza de la ingeniería te transporta a otro mundo en un abrir y cerrar de ojos, superando un desnivel de 753 metros. Es una de las puertas de entrada más impresionantes a los Picos de Europa, ya que el teleférico de Fuente Dé te sitúa a 1.823 metros en solo cuatro minutos, dejándote en un balcón con vistas de vértigo.
Desde la estación superior del teleférico, la aventura continúa a pie. El camino hacia la Vega de Liordes no es un paseo cualquiera, sino un descenso por un sendero con historia que pone a prueba tus piernas y te recompensa con cada paso. La bajada te sumerge de lleno en la grandiosidad de estos paisajes de Europa, puesto que el sendero de los Tornos de Liordes es un antiguo camino minero tallado en la roca que serpentea por la ladera hasta depositarte suavemente en la ‘playa’ prometida.
UN MAR DE HIERBA TALLADO POR EL HIELO
La perfección casi artificial de esta llanura tiene una explicación que se remonta a la última Edad de Hielo. No es obra del hombre, sino de la fuerza implacable de la naturaleza que modeló el paisaje cantábrico durante milenios. Este lugar fue una cubeta por la que se deslizó una lengua de hielo, dado que hace miles de años un enorme glaciar ocupó esta cuenca y la pulió, dejándola completamente plana y rodeada por las morrenas que hoy forman sus límites. Es un libro abierto de geología.
Este origen glaciar también explica su curioso microclima. Liordes es lo que se conoce como un poljé, una depresión cerrada donde el aire frío, más denso, se estanca en invierno, provocando inversiones térmicas extremas. No es casualidad que este tesoro de Europa sea uno de los puntos más gélidos de la península, de hecho, Liordes ostenta el récord histórico de temperatura mínima registrada en España con -35,8 ºC. Un dato que contrasta con la calidez y la vida que desborda en verano.
EL SILENCIO QUE SE ESCUCHA Y LA FAUNA QUE TE OBSERVA
Una de las cosas que más impacta al llegar a la vega es la ausencia de ruido. En un mundo saturado de sonidos, este lugar es un santuario de paz, un espacio donde la calma es tan densa que casi se puede tocar. Solo el murmullo del viento o el lejano eco de un cencerro rompen la quietud de este paraje de Europa, y es que el único sonido que rompe el silencio es el viento o el cencerro de algún animal, lo que te permite conectar de una forma muy profunda con el entorno.
Pero que no te engañe la calma, porque la vega está llena de vida. Este es el territorio del rebeco, el rey de las cumbres de los Picos de Europa, y no es raro verlos moverse con una agilidad pasmosa por las laderas que custodian la llanura. Levanta la vista y quizás puedas contemplar el vuelo majestuoso de un buitre leonado o un águila real, porque es muy común ver manadas de rebecos campando a sus anchas por las laderas, observando curiosos a los pocos humanos que se adentran en sus dominios.
MÁS ALLÁ DE LA VEGA: QUÉ HACER CUANDO «BAJAS DE LA NUBE»
Tras una jornada en este lugar mágico, el regreso al «mundo real» tiene su recompensa. La comarca de Liébana, a los pies de los Picos de Europa, es el complemento perfecto para la excursión. Sus pueblos de piedra, su gastronomía contundente y sus paisajes verdes te invitan a reponer fuerzas. No puedes irte sin visitar Potes, el corazón de la comarca, ya que Potes está considerado uno de los pueblos más bonitos de España, con sus puentes y torres medievales que te transportan a otra época.
Visitar la Vega de Liordes es mucho más que una simple ruta de senderismo. Es una pequeña expedición a un mundo aparte, un viaje a un paisaje que se siente primigenio y salvaje. Es la confirmación de que todavía quedan rincones secretos capaces de dejarte sin aliento, lugares cuya belleza te reconcilia con el planeta, porque la memoria de esa ‘playa’ imposible se queda grabada como un secreto compartido con la montaña que te acompañará para siempre.