Reduflación: Así es el timo legal con el que tu supermercado te roba en la cara cada vez que vas a comprar (y te enseñamos a descubrirlo)

• La forma más fiable de detectarla es ignorar el precio final y fijarse siempre en el precio por kilo o litro que aparece en la etiqueta del supermercado.
• La mejor defensa es ser infiel a las marcas que lo practican: compara, busca alternativas y castiga a quienes intentan engañarte pagando más por menos.

La reduflación es esa extraña sensación que tienes en el supermercado cuando coges un producto de siempre y algo no cuadra. El paquete es el mismo, el precio es el mismo, pero al llegar a casa te das cuenta de que se acaba antes. No, no te estás volviendo loco ni te ha entrado un hambre voraz. Es una estrategia deliberada, y es que las marcas reducen la cantidad de producto en el envase manteniendo o subiendo ligeramente el precio.

Este fenómeno, también conocido como «el timo legal», se ha disparado con la inflación, convirtiéndose en una práctica habitual en nuestras cestas de la compra. Es una subida de precios encubierta, un truco de magia que juega con nuestra percepción y nuestros hábitos para que paguemos más por menos sin apenas darnos cuenta. ¿La buena noticia? Hay formas de detectarlo, y desenmascarar esta práctica es más fácil de lo que parece si sabes dónde mirar.

¿MAGIA NEGRA EN EL CARRITO DE LA COMPRA?

YouTube video

El truco es de una simpleza brillante y, a la vez, exasperante. Las empresas modifican sutilmente sus productos, pero no el envoltorio. Un paquete de patatas fritas que parece igual de lleno pero pesa 20 gramos menos; una tableta de chocolate con onzas más finas; un rollo de papel higiénico con menos hojas. En esencia, el envase se mantiene prácticamente idéntico para que el consumidor no perciba el cambio a simple vista.

Publicidad

Juegan con una ventaja psicológica: nuestro cerebro está programado para reconocer patrones. Recordamos la forma, el color y el precio de un producto, pero rara vez nos fijamos en el peso neto o en la cantidad exacta. Es un atajo mental que nos ahorra tiempo, y las marcas lo saben. Por eso, la reduflación funciona porque se aprovecha de la compra por hábito y de la falta de atención al detalle.

EL CATÁLOGO DE LOS HORRORES: EJEMPLOS QUE TE SONARÁN

Solo hace falta darse una vuelta por los pasillos para encontrar ejemplos sangrantes. ¿Recuerdas los yogures que venían en packs de cuatro? Ahora es común encontrarlos en packs de dos o con un gramaje inferior. Lo mismo pasa con las galletas de desayuno, y es que muchas cajas han reducido el número de paquetes individuales interiores sin que el tamaño exterior de la caja cambie, dando una falsa sensación de abundancia.

El fenómeno ataca por todos los frentes. Desde la botella de suavizante que ahora es más estilizada y contiene 50 mililitros menos, hasta la bolsa de ensalada que ha perdido un puñado de hojas por el camino. Los helados tampoco se libran, y de hecho algunas tarrinas han encogido de 500 a 460 mililitros sin que el precio se mueva un céntimo. Son pequeños pellizcos que, sumados, suponen un gran mordisco a tu presupuesto mensual.

¿POR QUÉ LO HACEN? LA EXCUSA «LEGAL» DETRÁS DEL ENGAÑO

YouTube video

La explicación oficial suele ser el aumento de los costes de producción: la energía, las materias primas, el transporte… Las empresas argumentan que, para no repercutir esa subida directamente en el precio final y asustar al consumidor, optan por ajustar la cantidad. En su lógica, es una medida para absorber los costes sin aplicar una subida de precio directa que podría provocar un rechazo en el cliente.

Y lo más frustrante es que es legal. La ley les obliga a indicar el peso neto o la cantidad en el envase, y lo hacen, aunque sea en letra pequeña. No hay engaño desde un punto de vista jurídico. El problema es ético, porque la legalidad de la reduflación se basa en que la información está disponible, aunque confían en que nadie la compruebe, aprovechándose de la confianza del consumidor.

TU ARMA SECRETA: CÓMO CONVERTIRTE EN UN DETECTIVE DE SÚPER

La herramienta definitiva para que no te la cuelen está justo delante de tus narices: el precio por kilo, por litro o por unidad de medida. Esta cifra, que por ley debe aparecer en la etiqueta del precio en el estante, es el chivato definitivo. No miente. Aunque el precio total sea el mismo, el precio por kilo destapa la trampa al subir cuando la cantidad del producto disminuye.

Conviértelo en un hábito. Antes de echar un producto a la cesta, sobre todo tus favoritos de siempre, dedica dos segundos a mirar ese número. Compara el precio por kilo de ese producto con el de otras marcas o con el de la marca blanca. A menudo te llevarás sorpresas, porque acostumbrarse a comparar este valor es el método más eficaz para tomar decisiones de compra informadas y no caer en el engaño de la reduflación.

Publicidad

RECUPERA EL PODER: PEQUEÑOS GESTOS QUE MARCAN LA DIFERENCIA

YouTube video

Cuando detectes que una de tus marcas de confianza te ha jugado esta mala pasada, castígala. La fidelidad ciega es lo que les permite seguir haciéndolo. Busca alternativas. Prueba la marca blanca del supermercado, que en muchas ocasiones ofrece una calidad similar a un precio por kilo mucho más honesto. Recuerda que tu mayor poder como consumidor es decidir a quién le das tu dinero.

No se trata de vivir obsesionado, sino de comprar con conciencia. De ser un consumidor activo que no se deja engañar por trucos de marketing. La próxima vez que notes que ese envase «pesa menos», haz caso a tu instinto, mira la etiqueta y decide. Porque al final, la lucha contra la reduflación se gana en cada elección, y ser un comprador crítico es la única defensa real ante estas prácticas abusivas.

Publicidad