Especial 20 Aniversario

Un repostero gallego cuenta por qué tu Tarta de Santiago está seca: El error está en la cantidad de este ingrediente

Tu Tarta de Santiago está seca por un error increíblemente común que arruina por completo la esencia de este postre legendario. Has seguido la receta al pie de la letra, pero el resultado es un bizcocho denso y arenoso, muy lejos de la jugosidad que promete su fama. Un maestro repostero gallego lo tiene claro: el secreto no está en un truco de horneado ni en un ingrediente exótico, sino en la proporción de sus componentes. Es un fallo que cometen miles de personas y que transforma una delicia en una decepción.

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La frustración es comprensible, porque esta torta de almendras debería ser todo lo contrario: húmeda, tierna y con un intenso sabor a fruto seco que se deshace en la boca. La solución, por suerte, es mucho más sencilla de lo que imaginas y no requiere ninguna habilidad especial en la cocina. De hecho, la receta auténtica tiene una lista de ingredientes sorprendentemente corta donde la almendra es la protagonista absoluta. Antes de darte por vencido, prepárate para descubrir por qué has estado haciendo mal la Tarta de Santiago toda tu vida.

EL CRIMEN DE LA HARINA: EL INVITADO QUE ARRUINA LA FIESTA

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Aquí desvelamos el misterio: el ingrediente que está saboteando tu Tarta de Santiago es, irónicamente, el que usas para que “ligue” todo: la harina o el pan rallado. Muchas recetas populares, en un intento de abaratar costes o de asegurar una textura más de bizcocho, añaden una cantidad excesiva de estos elementos. El problema es que la harina cumple la función de absorber la humedad, justo lo contrario de lo que busca este postre compostelano. Es como echarle arena a un oasis; lo seca, le roba el alma y lo convierte en algo que no es.

Históricamente, la almendra era un producto de lujo, y la harina un relleno barato. Por eso, una Tarta de Santiago con mucha harina era, en realidad, una versión empobrecida. La receta jacobea original es una celebración de la almendra, no un bizcocho convencional. Por eso, un purista te dirá que la versión auténtica es, en esencia, una pasta de almendras horneada, no un bizcocho tradicional al que se le añade almendra. La harina, si se usa, debe ser en una cantidad testimonial, apenas una cucharada para dar un poco de cohesión, pero nunca como protagonista.

LA ALMENDRA, REINA ABSOLUTA Y ÚNICA SOBERANA

Si la harina es la villana, la almendra es la heroína indiscutible de esta historia. La calidad de este fruto seco lo es todo. Olvídate de las almendras molidas industriales que llevan semanas en un paquete. La diferencia se nota, y mucho. Para un pastel de Santiago sublime, la calidad y el punto de molienda de la almendra son los factores que determinan la textura y la jugosidad final del postre. Lo ideal es usar almendra marcona cruda y molerla en casa justo antes de usarla, dejando una textura que no sea ni polvo fino ni trozos gruesos.

La proporción es la clave del éxito, el mantra que cualquier repostero gallego te repetirá hasta la saciedad. La fórmula magistral de la Tarta de Santiago es de una simplicidad aplastante: el mismo peso de almendra molida, de azúcar y de huevos. Ni más, ni menos. Esta regla de tres es infalible. Así, la magia de esta receta reside en su minimalismo: partes iguales en peso de sus tres ingredientes principales. Es un equilibrio perfecto que no necesita levaduras ni aditivos para brillar.

¿Y LOS HUEVOS QUÉ? EL SECRETO DE LA JUGOSIDAD

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Los huevos son el tercer pilar de la receta y cumplen una doble función crucial. No solo aportan la humedad necesaria para que la almendra no se seque, sino que también actúan como el único agente leudante. Aquí no hay polvos de hornear que valgan. Para este postre de Compostela, los huevos son el único leudante y la principal fuente de humedad que cohesiona la masa de la tarta. La calidad de los huevos, preferiblemente camperos y a temperatura ambiente, se notará en el color y el sabor final del dulce gallego.

La técnica con los huevos marca la diferencia entre una Tarta de Santiago apelmazada y una esponjosa. El secreto está en batirlos con el azúcar durante varios minutos, hasta que la mezcla blanquee y doble su volumen. Este paso introduce aire en la masa de forma natural, creando una estructura ligera sin sacrificar la humedad. De hecho, batir los huevos con el azúcar hasta obtener una crema pálida y espumosa es un paso crucial para lograr una miga ligera pero húmeda. Después, se añade la ralladura de limón y la canela, y por último la almendra, con movimientos suaves.

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EL HORNO NO PERDONA: LA TEMPERATURA EXACTA PARA NO SECARLA

Has hecho todo bien hasta ahora, pero un error en el horneado puede arruinarlo todo en cuestión de minutos. El gran enemigo de esta torta de almendras es el calor excesivo y el tiempo prolongado. Un horno demasiado fuerte dorará la superficie rápidamente, pero dejará el interior crudo o, peor aún, secará los bordes antes de que el centro esté listo. Por esta razón, hornearla a una temperatura moderada, unos 170-180 grados, asegura que el centro se cocine lentamente sin que los bordes se sequen y endurezcan. Es una cocción lenta y paciente.

Olvídate del truco del palillo saliendo completamente limpio. En una buena Tarta de Santiago, eso es sinónimo de que la has cocinado de más y quedará seca. El punto perfecto es un poco antes. Y es que la tarta está perfectamente cocida cuando la superficie está dorada y un palillo insertado en el centro sale con algunas migas húmedas pegadas. Al enfriarse, terminará de asentarse. Dejarla reposar en el molde unos minutos antes de desmoldarla sobre una rejilla es el último paso para garantizar que conserve toda su jugosidad.

EL TOQUE FINAL: LA CRUZ QUE CORONA LA TRADICIÓN

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La Cruz de Santiago es el sello inconfundible de este postre, su DNI. No es un simple adorno, es el símbolo que la identifica y la conecta con el Camino y con su historia. Colocar la plantilla de la cruz sobre la tarta y espolvorear generosamente con azúcar glas es el último ritual antes de poder disfrutarla. Un consejo de experto es que la Cruz de Santiago de azúcar glas solo debe estamparse cuando la tarta esté completamente fría para evitar que el azúcar se derrita. Este detalle final es lo que la convierte en el dulce del peregrino por excelencia.

Al final, hacer una Tarta de Santiago perfecta no es una cuestión de técnicas complejas, sino de respeto por el ingrediente y la tradición. Es entender que su alma reside en la almendra y que su corazón debe ser húmedo y tierno. Con cada bocado de una receta jacobea bien hecha, no solo se disfruta de un postre delicioso. Así, cada porción de una auténtica y jugosa Tarta de Santiago es una conexión con siglos de historia y con el alma de Galicia.

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