La Generación Z empieza a marcar distancias con el uso intensivo de la tecnología que caracterizó a su adolescencia. Cada vez más jóvenes deciden silenciar las notificaciones de sus teléfonos y limitar el tiempo que pasan frente a la pantalla, sí, tal y como lo lees, los jóvenes empiezan a poner distancia entre los teléfonos móviles y ellos.
La medida no obedece a una moda pasajera, sino a una estrategia consciente para reducir la ansiedad y mejorar la calidad de vida en un entorno dominado por el flujo constante de mensajes, alertas y actualizaciones. Este cambio de hábitos ha impulsado el regreso de dispositivos que muchos daban por obsoletos, los móviles con botones, esos que los abuelos aún guardan en sus mesillas de noches, vuelven a estar de moda.
Sencillos, sin acceso a redes sociales y con funciones básicas, se han convertido en una herramienta de desconexión para quienes buscan un control real sobre su tiempo y su atención. Frente al exceso de estímulos, esta vuelta a lo esencial se presenta como una forma de recuperar la calma en la era de la hiperconexión.
Silencio intencional: cómo desconectan del bombardeo de alertas

Cada vez más jóvenes de la Generación Z han decidido tomar el control de su tiempo y su atención apagando las notificaciones de sus dispositivos, vamos que han decidido dar importancia a lo que realmente se lo merece. Lejos de ser un gesto aislado, esta práctica se ha convertido en una estrategia consciente para reducir la ansiedad que provoca el constante flujo de avisos, mensajes y alertas de redes sociales.
El objetivo no es solo evitar distracciones, sino también recuperar espacios de concentración y descanso mental en un entorno digital cada vez más invasivo. El cambio no se limita a silenciar aplicaciones. Muchos optan por programar horas del día sin conexión o utilizar funciones como el “modo concentración” para filtrar únicamente las comunicaciones esenciales.
Este nuevo hábito desafía el modelo de consumo digital que prioriza la inmediatez y el engagement constante. En su lugar, los jóvenes están impulsando una cultura que valora más la calidad de las interacciones que la cantidad, enviando un mensaje claro; no todo requiere respuesta inmediata. Ojala que este cambio de hábitos se traduzca en bienestar para la sociedad.
El regreso inesperado del teléfono “de toda la vida” con la generación Z

La Generación Z, considerada nativa digital, está rescatando un dispositivo que parecía relegado al pasado, el teléfono con botones, de esos muy grandes que heredaban los abuelos, esos ahora mismo han recuperado su valor. Estos móviles, limitados en funciones y sin acceso a aplicaciones como Instagram o TikTok, se han convertido en aliados para quienes buscan reducir la dependencia del smartphone.
La simplicidad de estos aparatos elimina la tentación de pasar horas navegando por redes sociales o respondiendo mensajes, lo que favorece una relación más saludable con la tecnología. Marcas tradicionales e incluso nuevos fabricantes han detectado la oportunidad y han relanzado modelos con diseños renovados, pero con la misma funcionalidad básica.
Para los jóvenes que han decidido dar este paso, el teléfono deja de ser un centro de entretenimiento y vuelve a su propósito original, llamar y recibir mensajes. El gesto no solo refleja nostalgia tecnológica, sino también una decisión pragmática para combatir la saturación digital y recuperar el control del tiempo personal.
Menos pantallas, más calma: una tendencia que gana terreno

Lo que comenzó como una respuesta individual al estrés digital (uno de los grandes problemas que ha ocasionado el estar constantemente conectado a las redes sociales, por ejemplo) está evolucionando hacia un movimiento colectivo, tal y como operan las modas entre los jóvenes de esta generación. Grupos de amigos, comunidades en línea y espacios educativos promueven días sin pantallas y actividades presenciales como alternativas para desconectar.
El auge de prácticas como la lectura en papel, la escritura manual o las reuniones sin móviles evidencia que esta tendencia no es pasajera (ojalá esta tendencia perdure en el tiempo), sino una forma de replantear la relación con la tecnología. Los expertos en salud mental advierten que esta transición hacia un uso más consciente de los dispositivos puede tener efectos positivos a largo plazo.
Reducir el tiempo frente a las pantallas no solo mejora la calidad del sueño y la concentración, sino que también fortalece los vínculos personales. La Generación Z, al tomar estas decisiones, no solo redefine sus propios hábitos, sino que también marca el camino hacia un futuro digital más equilibrado y humano.