Especial 20 Aniversario

La escapada perfecta para los amantes del vino: un recorrido por las bodegas de La Rioja

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Organizar una escapada a La Rioja es sumergirse en una cultura donde el vino es el indiscutible protagonista. Esta tierra, bañada por el Ebro, ofrece un viaje sensorial que va mucho más allá de la simple cata. Aquí, los viñedos se extienden como un manto infinito que cambia de color con las estaciones, creando un espectáculo visual que prepara el espíritu para lo que está por venir. Es una invitación a desconectar del mundanal ruido y conectar con la esencia de una tradición centenaria, un lugar donde cada copa cuenta una historia y cada bodega es un templo del buen hacer, configurando una experiencia inolvidable.

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Lo que hace realmente especial a la Ruta del Vino de La Rioja es su capacidad para sorprender al visitante a cada paso. No se trata únicamente de degustar caldos excepcionales, sino de vivir una experiencia completa. Desde bodegas subterráneas con siglos de historia hasta arquitecturas vanguardistas que desafían la imaginación, la región ofrece un contraste fascinante que enriquece cada momento del viaje, convirtiendo la visita en un recuerdo imborrable. Esta dualidad convierte una simple visita en una promesa de descubrimiento constante que se renueva con cada sorbo y cada paisaje contemplado, tentando al viajero a volver una y otra vez.

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EL MARIDAJE PERFECTO: GASTRONOMÍA RIOJANA

Una experiencia enológica de esta magnitud no estaría completa sin una gastronomía a la altura, y La Rioja cumple con creces. La cocina local es robusta, sabrosa y está íntimamente ligada a los productos de su huerta y a sus tradiciones. Platos como las patatas a la riojana, las pochas con codornices o las famosas chuletillas al sarmiento, asadas con las propias ramas secas de la vid que aportan un aroma inconfundible, son el acompañamiento ideal para los vinos de la región. Planificar una escapada a esta zona es también planificar un festín para el paladar.

Más allá de los restaurantes de mantel, el alma gastronómica de la región se vive en sus bares de tapas y pinchos. La Calle Laurel en Logroño es el epicentro de este ritual social, un hervidero de gente donde cada bar está especializado en una o dos delicias concretas. Ir de un local a otro, probando pequeñas joyas culinarias maridadas con un chato de vino joven o un crianza, es una de las costumbres más arraigadas y divertidas que un visitante puede experimentar. Esta cultura del «tapeo» convierte cualquier escapada en una celebración continua de la buena vida.

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