En muchas ocasiones, cuando se brinda entre amigos o se disfruta de una reunión formal o informal, la duda que aparece con frecuencia, sobre todo si eres de las personas que cuida su cuerpo, es ¿cuál engorda más, una copa de vino o una caña de cerveza? Ambas bebidas son parte de la cultura gastronómica de nuestro país, pero también se asocian al aumento de peso cuando su consumo se vuelve habitual o poco moderado.
A esta inquietud responden nutricionistas y estudios científicos que han analizado la composición calórica, los hábitos de consumo y el efecto metabólico de ambas opciones. La comparación no es tan simple como parece, puede no funcionar igual en todos los organismos y varios factores influyen.
4Qué dicen los estudios científicos

Varios estudios han investigado por años el impacto del consumo de bebidas alcohólicas sobre el peso, tal como un análisis longitudinal publicado en Nutrition and Obesity dónde se encontró una relación entre el consumo de cerveza y bebidas espirituosas con el aumento de grasa corporal, especialmente en adultos de mediana edad. Entre los hallazgos más repetidos en diversos estudios está que el vino, cuando se consume en cantidades moderadas, no parece tener un efecto tan directo en el aumento de peso.
Incluso, hay estudios que vinculan el consumo regular de vino tinto con beneficios cardiovasculares y metabólicos, como el Copenhagen City Heart Study, publicado en British Medical Journal (BMJ), dónde se determinó que el consumo moderado de vino se asoció con una reducción del 49% en el riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular en comparación con no beber.
La conocida «paradoja francesa» respalda esta teoría: en Francia, donde se consume mucho vino tinto, las tasas de enfermedades cardíacas resultan ser más bajas en comparación con otros países europeos. Parte de la explicación estaría en los polifenoles del vino tinto, especialmente el resveratrol, que tiene propiedades antioxidantes.
La clave está en la moderación con la que consumimos alcohol. Ni el vino ni la cerveza son «malos» por sí solos. El problema aparece con los excesos y los malos hábitos de consumo. Los expertos coinciden en que si una persona no toma alcohol, no tiene sentido empezar por buscar beneficios para la salud, ya que los riesgos superan las posibles ventajas. «Los daños hepáticos, la mayor probabilidad de ciertos tipos de cáncer y los efectos sobre el sistema nervioso son razones suficientes para no iniciar el hábito», alertan desde organismos como la OMS.