En las estanterías de cualquier supermercado, el pan sigue teniendo un lugar privilegiado. Es un alimento básico, familiar, casi inevitable. Sin embargo, lo que muchos desconocen es que buena parte de ese alimento, tan crujiente por fuera y blando por dentro, podría estar muy lejos de lo que se considera natural.
En los últimos años, se ha intensificado el debate sobre el pan ultraprocesado, aquel que, a pesar de su apariencia inofensiva, contiene aditivos, emulsionantes y sustancias que ni siquiera reconoceríamos si las viéramos por separado. ¿Qué tanto sabemos del producto que llevamos a casa? ¿Y cómo distinguir una opción saludable de otra que no lo es?
3¿Cómo saber si lo que comes es ultraprocesado?

Una de las grandes dificultades a la hora de elegir un buen pan es que, a simple vista, todos parecen similares. Pero la clave está en leer con atención las etiquetas. Si el producto tiene una lista larga de ingredientes con nombres que no reconoces o que no utilizarías en casa, lo más probable es que estés ante un pan ultraprocesado.
Por ejemplo, si contiene mono y diglicéridos de ácidos grasos, azúcar añadido, jarabe de glucosa, estabilizantes, lecitina de soja o aromas artificiales, no estás ante un producto tradicional. En cambio, el pan artesanal o de masa madre suele tener solo cuatro ingredientes: harina, agua, sal y levadura o masa madre natural.
Los especialistas en nutrición recomiendan prestar especial atención a los integrales, ya que en algunos casos, a pesar de su nombre, contienen más aditivos que los blancos. La sugerencia es clara: buscar opciones con pocos ingredientes, sin aditivos innecesarios y, si es posible, de tiendas locales o artesanales.