El Estadio Metropolitano volvió a arder este sábado 12 de julio con la primera de las dos citas de AC/DC en la capital. Más de 50.000 fanáticos vestidos de negro recorrieron la «vieja carretera infernal,» coreando los himnos de una banda que, tras medio siglo de trayectoria, sigue persiguiendo la inmortalidad con cada riff.
El camino no ha sido sencillo ni lineal para AC/DC. La banda regresa con su «Power Up Tour,» que suma diez nuevas fechas este verano, marcando un fin a su parón de ocho años. Este receso estuvo marcado por profundas pérdidas, como el fallecimiento de Malcolm Young, guitarrista rítmico y alma fundacional del grupo, y la baja temporal de Brian Johnson, ahora plenamente reincorporado tras superar los graves problemas de audición que lo alejaron de los escenarios en 2016.
Los problemas del pasado y el paso del tiempo no parecen ser un impedimento para AC/DC. Anoche, los cinco músicos, con una apariencia robusta que encajaría más en la estética de un bar de moteros, resucitaron en el escenario, intentando seguir el ritmo vertiginoso de sus propias canciones en el primero de sus dos conciertos en la capital española.
El ambiente olía a despedida, una sensación que avivaba aún más a los presentes. Entre ellos, el siempre frenético Angus Young brillaba con luz propia, ataviado con su habitual atuendo de colegial de los años 50. Continuó moviendo las caderas al son de la fuerza meteórica de los «riffs» de su estridente guitarra, convulsionando en el suelo y tocando con el mismo espíritu juvenil que lo caracterizó en los ochenta. Esta esencia se mantuvo intacta, acompañando siempre la voz punzante y «gatuna» de Brian Johnson quien, tras calentar en las primeras canciones, se mostró orgulloso de mantener vivo el legado de Bon Scott, el primer vocalista de la banda.

NUEVA PÓLVORA PARA LA VIEJA MÁQUINA
Junto a los incombustibles Young y Johnson, la formación actual de AC/DC cuenta con Matt Laug reemplazando a Phill Rudd en la batería, mientras Chris Chaney se apoderó del bajo. En la guitarra rítmica, Stevie Young, el sobrino de Angus que ya tocó con el grupo excepcionalmente en 1988, ocupa un puesto que ocho años antes perteneció a su tío Malcolm, fallecido a los 64 años por los efectos de una precoz demencia.
El concierto comenzó con puntualidad con «If You Want Blood (You’ve Got It),» una apertura contundente que despertó al público intergeneracional. Le siguió «Back in Black,» donde Johnson sonó con una lucidez encomiable, rozando la ruptura de alguna cuerda vocal.
El «viejo gato» demostró su potencia en «Demon Fire» y, sobre todo, en «Thunderstruck,» el tema más popular de su duodécimo álbum, The Razors Edge (1990). El reconocible solo de guitarra inicial y los coros del público «¡Thunder!, ¡Thunder!» retumbaron en la pista como rayos que anticipaban una tormenta colosal.
Tres pantallas gigantes reflejaban a los músicos, aparentemente electrificados, aunque el único que exploraba cada rincón del escenario minimalista era el dueño de la guitarra Gibson SG blanca y negra, Angus Young. Sin embargo, la presencia más solemne de Stevie Young cobró vida con «Hells Bells,» uno de los momentos más impactantes de esta noche «endemoniada.» La gran campana del infierno de AC/DC descendió en el Metropolitano, tiñendo el estadio de rojo y sorprendiendo a la satisfecha y agitada masa. El puño en alto, las estrellas y el sonido agresivo de las dos guitarras hermanadas fueron la única decoración del directo de este tema de Back in Black (1980), el segundo álbum más vendido de la historia con el que Brian Johnson se estrenó en la banda.

Tras la potente «Stiff Upper Lip,» el ecuador del concierto llegó con «Highway to Hell,» el himno de 1979 que justificó las diademas de diablo que lucían en las cabezas del público y en la del propio Angus, quien la llevaba sobre su melena blanca. En esta ocasión, los intérpretes sacaron fuerzas de flaqueza para pulir el sonido imperfecto de la pieza que describe la tortuosa experiencia de estar de gira y hacer vida en la carretera.
Angus siguió el protocolo con «Let There Be Rock» y duplicó su solo a 20 minutos, sugiriendo que el músico de 70 años no tiene intención de colgar el uniforme rojo. Así sellaron una noche llena de clásicos, aunque temas de sus álbumes más recientes como Rock or Bust (2014) y Power Up (2020) estuvieron ausentes.
Atrapados por un halo de nostalgia, las leyendas se despidieron a cañonazos con «T.N.T» y «For Those About to Rock,» sin promesas de futuro pero con la certeza de haber escrito una nueva página en su leyenda. La saga continuará el próximo 16 de julio, cuando el grupo de rock duro repita la cita en el mismo estadio, un evento para el que aún quedan por vender unas 4.000 entradas.