Kylian Mbappé ha dejado de lado las excusas. Ya no hay rastros de aquel proceso vírico que lo mantuvo en un segundo plano y tampoco hay espacio para dudas. Su mente está enfocada, su físico responde y su mensaje es claro. Quiere volver a brillar con luz propia en este nuevo Real Madrid, que aún está aprendiendo a convivir con su estrella más esperada.
Hasta ahora, Xabi Alonso ha optado por la prudencia. Lo ha ido soltando poco a poco en partidos ante rivales exigentes como Juventus y Borussia Dortmund, con apenas unos minutos que sirvieron más para tomar ritmo que para marcar diferencias. Sin embargo, el propio Mbappé siente que esa etapa ya quedó atrás.

En total, suma solo 45 minutos en lo que va del Mundial. Una cifra impensada para un jugador de su categoría. Aun así, le bastó ese rato para dejar un sello imborrable. Frente al conjunto alemán, se inventó una tijera majestuosa que pudo cambiar la historia del partido. Un gol con firma de crack, pero también con mensaje entre líneas. Mbappé no solo quiere volver. Está convencido de que ya es momento de recuperar su sitio como líder ofensivo del equipo.
La figura de Gonzalo no borra la necesidad de Mbappé
El gran momento de Gonzalo no pasa desapercibido. El joven canterano ha sido una de las revelaciones del Mundial, anotando en casi todos los encuentros y sosteniendo al equipo en momentos clave. Su desparpajo, su frescura y su efectividad han hecho que todos hablen de él. Pero ni siquiera eso basta para borrar la sombra alargada de Kylian Mbappé.
El dilema está servido. Xabi Alonso ha sabido gestionar la situación con madurez, cuidando a su estrella mientras le daba confianza a la promesa. Pero la realidad es que el margen de espera se ha agotado. El duelo que se avecina lo exige todo y el Real Madrid necesita a los mejores sobre el césped. Ahí es donde entra Mbappé, con su experiencia, su hambre y su capacidad para decidir partidos que definen temporadas.
El cuerpo técnico valora el físico, analiza el contexto y piensa en lo colectivo. Sin embargo, el momento ha llegado. Con el PSG en el horizonte y un pase a la final en juego, el escenario no podría ser más simbólico. Todo indica que es la hora de que Kylian vuelva al once titular y demuestre por qué su fichaje generó tanta expectativa. Ya está recuperado, ya está listo. Y sobre todo, quiere jugar.
Una revancha personal en un duelo con cuentas pendientes
El destino, caprichoso como siempre, ha querido que Mbappé se cruce con el PSG en una cita crucial. No es solo una semifinal. Es un duelo con historia, con heridas abiertas y con emociones a flor de piel. El delantero dejó el club parisino en medio de un clima hostil, lleno de reproches, acusaciones y promesas rotas. No se fue por la puerta grande, sino por la de atrás.
Todavía hay cuentas por saldar. En lo económico, reclama salarios impagados y mantiene abierta una disputa legal que sacó a la luz los entresijos del conflicto. En lo emocional, siente que fue apartado injustamente del plantel por rechazar una renovación que nunca consideró justa. Aunque retiró la denuncia por acoso moral, el trasfondo del caso aún pesa en los tribunales franceses.
Y más allá del ruido externo, está el plano deportivo. Mbappé nunca pudo conquistar la Champions con el equipo de su ciudad. Se fue sin lograrlo, y el destino quiso que el PSG levantara el trofeo justo después de su salida. Una espina difícil de arrancar. Ahora, con el cielo de Nueva York como testigo, el francés tiene la oportunidad de ajustar cuentas donde más le gusta. Dentro del campo.
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