El documental Morata: No sabéis quién soy, estrenado en Movistar Plus, va mucho más allá del repaso habitual a la carrera de un futbolista y su relación con Alice Campello. En esta producción, Álvaro Morata se despoja del personaje público para mostrar al ser humano detrás de los goles, las celebraciones y las críticas. Lo hace con una honestidad brutal, confesando que vivió una etapa de profunda depresión que no solo lo alejó del campo de juego, sino que también dejó huella en su vida personal y, especialmente, en su relación con Alice Campello.
En ese relato íntimo, Alice Campello también alza la voz. La modelo italiana, madre de sus hijos y compañera de vida, rompe el silencio y deja ver su propia lucha. “Sentía que tenía todo para ser feliz, pero algo dentro no funcionaba”, confiesa con una sinceridad que desarma.

Su mirada añade matices a la historia y permite entender que la salud mental no entiende de fama, éxito ni estabilidad económica. La presión constante y la exposición mediática fueron minando poco a poco los cimientos de una relación que, desde afuera, parecía perfecta.
Un vínculo puesto a prueba en medio de la oscuridad según Alice Campello
Durante los meses más duros, Morata se encerró en sí mismo, incapaz de encontrar alivio incluso en el fútbol, su gran pasión. “Tocar la pelota me generaba ansiedad”, admitió. Y esa frase lo resume todo. Aquello que siempre fue su refugio se transformó en su mayor fuente de angustia. En ese contexto, el distanciamiento con Alice Campello se volvió inevitable.
Pero el amor no desapareció, ni mucho menos. Aunque tomaron caminos separados por un tiempo, ambos siguieron conectados emocionalmente. Ella, desde la distancia, intentaba sostener el día a día con sus hijos y también con sus emociones. El entorno no ayudaba. “Ir al estadio o caminar por la calle significaba recibir insultos”, compartió Alice Campello, reflejando lo hostil que puede ser la vida pública en momentos de fragilidad.
Consciente de que su marido necesitaba ayuda profesional, fue ella quien lo empujó a buscarla. Lo acompañó a dar ese paso crucial, recomendándole a la misma psiquiatra que la había tratado tras su depresión posparto. Fue una muestra de empatía, amor y, sobre todo, coraje.
Un amor resiliente que resistió la tormenta de Alice Campello
Los cinco meses de separación fueron una travesía interna para ambos. Morata trabajó en su salud mental con el foco puesto en no recaer, mientras que Alice Campello nunca dejó de confiar en que su historia tenía más capítulos por escribir. “No era una crisis de amor, sino de salud emocional”, explicó. Una frase clave para entender que a veces, el amor no es el problema, sino el contexto.
Ese tiempo les permitió reconocer que para estar bien como pareja, primero debían estar bien individualmente. Fue ese entendimiento mutuo el que abrió la puerta a una reconciliación real, basada no en la necesidad, sino en la elección.
En enero de 2025, decidieron volver a intentarlo. No solo como pareja, sino como familia. Poco después, se mudaron a otro destino internacional. Primero a Italia, donde Morata tuvo un breve paso por el AC Milan, y luego a Turquía, tras fichar por el Galatasaray. La decisión, más allá de lo deportivo, fue familiar. Buscaban un entorno más tranquilo, menos tóxico, donde sus hijos pudieran crecer lejos del foco mediático que tanto los había desgastado.