Desde hace varios meses la atención de los medios expertos en Casa Real se ha centrado en el estado de salud de Juan Carlos I y su posible regreso a España. Según han informado medios locales como EN Blau, su equipo médico habría alertado de que vive una situación crítica por lo que Felipe VI y sus hermanas, estarían tomando decisiones radicales.
Al emérito le han diagnosticado artrosis severa, movilidad reducida y necesidad de una silla de ruedas, y aunque aún se mantiene de pie, la pérdida de autonomía física es cada vez más considerable. Ante ese informe, Felipe VI, junto con sus hermanas en Zarzuela, habrían sopesado una opción intermedia donde se equilibre la dignidad familiar y la estabilidad institucional. ¿Cederá finalmente el rey Felipe?
3Cascais como solución intermedia

La propuesta que estaría sobre la mesa es trasladar a Juan Carlos I a Cascais (Portugal), evitando un retorno inmediato a Zarzuela. En esta nueva ubicación, el emérito podría estar cerca de España —a apenas dos horas por carretera— sin que su presencia reabra ciertos debates, pero bajo la supervisión de su familiar. Esa opción, según EN Blau, esta decisión, cumpliría una doble función: preservar la dignidad del emérito y reducir el impacto mediático de su regreso.
¿Por qué es compleja la decisión? Porque no se trata solo de su estado de salud, sino de planificación institucional. El retorno simbólico del emérito en un acto oficial e institucional que podría suponer un revulsivo sentimental, pero también reavivar conflictos del pasado. Para Felipe VI, poder controlar un regreso abrupto a España podría ser un modo de manejar la narrativa: cuidar al padre, sin exponer a la institución a cuestionamientos sobre privilegios fiscales, independencia del Estado o papel político del emérito.
En este contexto, esta solución transitoria puede interpretarse como parte de una estrategia: combinar la cercanía familiar con un control de riesgos reputacionales. Incluso, los hermanos habrían acordado mecanismos para facilitar su traslado en caso de emergencia, para hacerlo de forma discreta y sin convocatoria pública.
Aunque parece haber consenso en la decisión de traer al emérito a Portugal, no han faltado tensiones. Elena y Cristina: están convencidas de que traer al padre sería un acto humano y compasivo tras el complicado diagnóstico médico. Felipe VI: consciente del escenario mediático y social actual que traería su vuelta a España, opta por la prudencia. Sin embargo, EN Blau afirma que se ha logrado un pacto de mínimos: el emérito estará más cerca de la Zarzuela, sin desproteger la Corona.