A menudo damos por hecho que nuestros riñones funcionan como un reloj suizo. Sin embargo, este par de órganos discretos y silenciosos trabajan sin descanso para filtrar desechos, regular la presión arterial y mantener en equilibrio los minerales esenciales del cuerpo. Lo sorprendente es que muchos de los problemas renales no aparecen de un día para otro, sino que se desarrollan lentamente, a menudo como consecuencia de consumir ciertos alimentos.
Así lo explica el médico nefrólogo Gabriel Lapman, autor del libro “Más zapatillas, menos pastillas”, quien advierte que la enfermedad renal crónica raramente camina sola: suele ser la secuela de otras patologías que, en gran medida, se originan en el plato. Y lo más preocupante es que ciertos alimentos comunes —esos que muchas veces consideramos prácticos e inofensivos— pueden convertirse en los enemigos silenciosos de nuestros riñones.
1Comidas congeladas: la falsa comodidad que cobra factura a largo plazo

A simple vista, los alimentos congelados parecen ser los salvadores de nuestras rutinas aceleradas. Basta con abrir el paquete, meterlo unos minutos al microondas y listo: cena servida. Pero lo que muchas veces ignoramos es que esta comodidad puede tener un precio muy alto para la salud renal.
Según los especialistas, muchas de estas comidas contienen más de 1.000 miligramos de sodio por porción. Si tenemos en cuenta que la cantidad diaria recomendada para personas con riesgo renal es de apenas 1.500 mg, una sola ración puede cubrir dos tercios del límite. En otras palabras, el “plato fácil” podría estar desbordando silenciosamente el umbral de seguridad para nuestros riñones.
Además del sodio, estos alimentos suelen estar cargados de conservantes que, si bien prolongan su vida útil, alteran la función renal a largo plazo. La doctora Laura Arentz, especialista en trasplante renal, agrega otro dato que pocas personas conocen: algunos fabricantes reemplazan la sal con cloruro de potasio. Aunque a simple vista parezca una opción más saludable, este compuesto también puede ser perjudicial para quienes ya tienen una función renal comprometida.
Es por eso que los expertos insisten en la importancia de leer detenidamente las etiquetas. Optar por versiones bajas en sodio o —mejor aún— preparar comidas caseras con alimentos frescos y naturales puede marcar una gran diferencia. Cuando se trata de riñones, cada gramo de sal cuenta.