Entre los rincones más cautivadores del norte peninsular se esconde un destino que rompe todos los esquemas toponímicos nacionales. Este pequeño pueblo vasco ostenta el título del municipio con el nombre más corto de toda España: Ea, apenas dos letras que encierran siglos de historia marinera, tradiciones ancestrales y un entorno natural privilegiado que merece ser explorado con detenimiento. Enclavado en la comarca de Busturialdea-Urdaibai, en la provincia de Vizcaya, este núcleo costero no solo destaca por la brevedad de su denominación, sino por un rico patrimonio arquitectónico donde conviven dos templos religiosos a orillas del mismo río y un característico puente medieval que vertebra la vida local.
La historia de Ea transcurre paralela al mar Cantábrico, que ha modelado no solo su paisaje sino también el carácter de sus habitantes. Fundado oficialmente en 1884, tras independizarse de las anteiglesias de Natxitua y Bedarona, este encantador pueblo marinero conserva intacta su esencia pesquera mientras se adapta a los nuevos tiempos con una creciente oferta turística que respeta sus raíces. Sus poco más de 800 habitantes mantienen vivas las tradiciones vascas en un entorno donde la naturaleza se manifiesta con toda su fuerza: acantilados escarpados, calas de aguas cristalinas y un verdor omnipresente que contrasta con el azul del Cantábrico, creando estampas de postal en cada rincón de este singular municipio vizcaíno.
3DOS IGLESIAS FRENTE A FRENTE: LA SINGULARIDAD RELIGIOSA DE EA
Una de las peculiaridades más llamativas de este pequeño pueblo costero es la presencia de dos templos religiosos separados apenas por el cauce del río. La iglesia de Santa María, ubicada en la margen izquierda, y la de San Juan Bautista, en la derecha, configuran un paisaje religioso único en el panorama español que refleja la compleja historia administrativa del municipio antes de su unificación en el siglo XIX. Ambos edificios, de estilo predominantemente neoclásico con elementos barrocos, conservan un valioso patrimonio artístico en su interior, incluyendo retablos, tallas religiosas y elementos decorativos que merecen una visita pausada.
Esta dualidad eclesiástica no es casualidad, sino consecuencia directa de la particular evolución histórica de Ea. Hasta 1884, el actual territorio municipal pertenecía a dos anteiglesias diferentes: Natxitua y Bedarona, cada una con su propio templo y jurisdicción religiosa separada por el río que atraviesa el pueblo y que servía como frontera natural entre ambas demarcaciones. Tras la unificación administrativa, los dos edificios religiosos mantuvieron su actividad, creando esa curiosa situación de dos iglesias para una población relativamente pequeña. Hoy, mientras una acoge la mayoría de las celebraciones litúrgicas regulares, la otra se reserva para ocasiones especiales, festivas o eventos culturales, complementándose en lugar de competir por la feligresía local.