En el intrincado universo de la sanidad pública, donde cada decisión o nuevo tratamiento médico puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, los responsables se enfrentan a un dilema constante: ¿cómo priorizar los limitados recursos disponibles para obtener el máximo beneficio en términos de salud y calidad de vida? En esta ardua tarea, una herramienta fundamental, aunque poco conocida fuera de los círculos especializados, ha emergido como el faro que guía las políticas sanitarias: los AVAC, o «años de vida ajustados a calidad«.
Detrás de cada nuevo tratamiento médico aprobado, cada programa de prevención implementado o cada decisión de financiación tomada, se esconde un complejo cálculo que intenta cuantificar el impacto en la salud de la población y traducirlo a un valor monetario. Este enfoque, aunque pueda parecer frío y deshumanizado a primera vista, es la única forma de comparar opciones dispares y asignar los recursos de manera eficiente. En este artículo, exploraremos los entresijos de los AVAC, su importancia en la toma de decisiones sanitarias y las controversias que rodean su aplicación.
4Tratamiento médico: el retraso en nuevos tipos de intervenciones
Una queja recurrente por parte de la industria farmacéutica y muchos profesionales sanitarios es el retraso en la incorporación de nuevos tratamientos a la cartera básica del Sistema Nacional de Salud (SNS). Según Maria Josep Carreras, responsable de farmacia oncológica en el Hospital Vall d’Hebron, «el tiempo medio que tarda un nuevo tratamiento oncológico en ser introducido en la cartera básica de servicios es de 14 meses después de que haya sido aprobado por la Agencia Europea del Medicamento (EMA)«. Estos retrasos, aunque frustrantes para pacientes y profesionales, se deben a que España realiza un profundo estudio sobre la eficacia y el impacto económico de cada nuevo tratamiento médico antes de dar luz verde a su financiación, mientras que en otros países la introducción es casi inmediata.