¿Problemas intestinales? Prueba a reducir el estrés

Es bien sabido que las prisas no son buenas para nada, y aún menos para el organismo, especialmente para el aparato digestivo.

El aparato digestivo es el conjunto de órganos que se encargan de la digestión, es decir, de transformar los alimentos que ingerimos para que las células puedan absorberlos y utilizarlos. Cuando comemos, los dientes y la saliva se encargan de triturar y formar un bolo alimenticio que pasa al estómago, donde comienza el proceso de la digestión. El ácido clorhídrico, que segregan las células del estómago y las enzimas digestivas, disuelve el bolo alimenticio. Después pasa al intestino delgado donde continúa el proceso químico de los alimentos y se absorben los nutrientes que van a la sangre. Las sustancias de desecho se acumulan en el intestino grueso donde forman las heces que se expulsan a través del ano. Pero, además de participar en el sistema inmunológico, el aparato digestivo es el hogar de millones de microorganismos de la flora intestinal (microbiota) y contiene cerca de cien millones de células nerviosas.

Estas células nerviosas independientes regulan los procesos digestivos y ciertas funciones del sistema inmune. El nervio vago, que atraviesa el cuerpo desde el bulbo raquídeo hasta el abdomen, conecta el cerebro con el intestino consiguiendo un intercambio entre los sistemas nerviosos gracias a las hormonas y los neurotransmisores. Se puede decir que el tracto digestivo está unido estrechamente al sistema nervioso central, por eso el estrés, la ansiedad, las preocupaciones diarias o el ritmo de vida acelerado -siempre vamos con prisas- provocan en muchas ocasiones trastornos digestivos, aunque en ocasiones, son los problemas digestivos los que producen estrés.

Y es que el estrés también afecta a la flora intestinal. Al aumentar la producción de la hormona de estrés, el cortisol, se reduce la biodiversidad de las bacterias que viven en el intestino, lo que hace que sea más difícil digerir los alimentos que consumimos y, por tanto, provoca dolor abdominal y diarrea. El doctor Juan Antonio Arévalo, jefe del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Quirónsalud Bizkaia, explica que “situaciones estresantes que afectan al sistema nervioso central a través del eje cerebro-intestino-microbiota afectan al intestino, pero también el estrés interoceptivo a nivel del intestino puede afectar a las emociones en el cerebro. Es decir, existe una comunicación bidireccional entre el cerebro y el intestino que realmente hace que en ocasiones nos planteemos dudas en cuanto a qué fue antes, la gallina o el huevo”.

Los trastornos intestinales provocados por la ansiedad, la depresión o el estrés crónico pueden ser funcionales. Las personas sometidas a estos problemas suelen tener molestias abdominales, hinchazón, diarreas o estreñimiento, lo que se conoce como Síndrome de Intestino Irritable. Todo causado por la forma de vida actual, las prisas y el estrés, que provoca, sobre todo, hinchazón abdominal. “Probablemente a consecuencia de una aerofagia por tragar aire, pues vamos corriendo a todas partes, comemos en cinco minutos, de pie, sin sentarnos… es decir, el ritmo de vida actual, que tenemos que convivir con él, no podemos evitarlo, pero tenemos que acostumbrarnos a él”, añade el doctor Arévalo.

Es muy importante, prosigue el especialista del Hospital Quirónsalud Bizkaia, que, ante cualquier síntoma de este tipo, el paciente acuda al médico para que pueda, tras realizar una exploración física, hacer una historia médica y, si fuera necesario, pedir unas pruebas diagnósticas como análisis de sangre y orina, radiografía o endoscopia para descartar cualquier otra enfermedad que pueda enmascarar la hinchazón abdominal y así establecer un tratamiento adecuado tras el diagnóstico.

En muchas ocasiones, ante un dolor abdominal, diarrea o hinchazón, se acude a internet para interpretar estos síntomas. Mala idea. Solo un médico puede aclarar de qué patología se trata, ya que enfermedades como la celiaquía -un proceso autoinmune que daña el revestimiento del intestino delgado como consecuencia de una reacción al tomar gluten, una proteína que se encuentra en el trigo, la cebada y el centeno-, la enfermedad de Crohn -una enfermedad inflamatoria intestinal que produce úlceras, estrecheces y fístulas en el intestino- o el Síndrome de Intestino Irritable -un trastorno funcional- tienen los mismos síntomas, por ejemplo. Por tanto, insiste el especialista, solo el médico puede aclarar de qué se trata realmente.

También en vacaciones. Los trastornos intestinales no solo ocurren cuando estamos estresados. En vacaciones, cuando viajamos fuera de nuestro país, nos relajamos en el consumo de los productos del lugar. Hay que tener mucho cuidado a la hora de beber agua -siempre debe ser embotellada y comprobar que la botella está cerrada correctamente-, ya que es preferible, a veces, consumir bebidas gaseosas para evitar problemas digestivos.

También hay que vigilar la fruta y la verdura que se vende en mercados locales, ya que puede estar lavada con agua contaminada y se puede contraer lo que se conoce como diarrea del viajero. “No está mal llevar algún antidiarreico o incluso algún probiótico adecuado cuando vamos al extranjero para tratar de prevenir estas diarreas, pero, sobre todo, hay que tener mucho cuidado y mirar dónde comemos, qué comemos y en qué condiciones está”, puntualiza el Dr. Juan Antonio Arévalo.

Dr. Juan Antonio Arévalo_Digestivo
Dr. Juan Antonio Arévalo

Otro trastorno muy común en vacaciones es tener estreñimiento, sobre todo cuando se viaja. Esto sucede porque cambiamos nuestros hábitos alimenticios habituales y, con ello, la falta de fibra.

“Conviene recordar que las vacaciones son para recargar pilas, deshacernos del estrés diario, de las prisas y descansar y disfrutar del tiempo libre, pero no hay que olvidar cuidar la alimentación para no sufrir problemas intestinales que pueden fastidiar este tiempo vacacional”, concluye el doctor.