El presidente de Brasil reabre la polémica de los videojuegos: “enseñan a los niños a matar”

Es habitual ver al presidente de Brasil, Lula da Silva, rodeado por la polémica. Entre las posibles virtudes del máximo mandatario del país sudamericano nunca ha destacado precisamente la mesura a la hora de tratar todo tipo de temas. Y los videojuegos, en este caso concreto, no han sido una excepción. El político no ha tenido reparos en aprovechar una comparecencia reciente para atacar duramente al sector del ocio electrónico.

Por supuesto, no ha sido ni mucho menos el primero. De hecho, el tema que vincula a los videojuegos con la violencia es casi tan viejo como estos mismos, y de vez en cuando regresa a los medios para demostrar que sigue vivo. Aunque hoy por hoy el debate es menos habitual, para qué engañarse, todavía existen voces especialmente críticas; pero incluso así pocas veces nadie ha sido tan rotundo como Lula da Silva. Sus declaraciones, marcadas por el populismo habitual que caracteriza a la política en todo el mundo (y más aún si cabe en Sudamérica), no han dejado a nadie indiferente. Al menos a nadie relacionado de alguna manera con el sector, ya sea como aficionado o profesional.

Los videojuegos, otra vez en el punto de mira

“Cuando mi hijo tiene 4 años y llora, ¿qué hago por él? Inmediatamente le doy una tablet para jugar. Le enseño a jugar con videojuegos muy pronto. No hay juegos hablando de amor, no hay juegos hablando de educación. Son videojuegos que enseñan a los niños a matar. Está provocando más muertes que en la Segunda Guerra Mundial”.

Lula1

Con esta contundencia se ha referido el presidente brasileño a los títulos para consola. En concreto, lo ha hecho durante una reunión en la que trataba un problema crítico en su país: la inseguridad en los centros de enseñanza. Un conflicto social que lleva sacudiendo Brasil desde hace años (si no décadas), y que afecta no solo a los alumnos, sino también a los propios profesores. Curiosamente, mientras que los videojuegos son un entretenimiento global, no sucede así con los porcentajes de violencia que se dan en las escuelas de todo el mundo. En Brasil los datos son mucho más escalofriantes que en otros muchísimos lugares del globo, empezando por Europa.

De todas formas, y a pesar de que Lula no se ha basado en ningún estudio o estadística concreta para justificar su argumentación, su oscura visión no terminó ahí. “Solo quitadles el juego al niño, al hijo de cada uno de vosotros. Mi nieto, el nieto de cada uno de vosotros. Dudo que exista un niño de 8, 9, 10, 12 años que no esté acostumbrado a pasar mucho tiempo jugando a esta basura, y lo hacen por mucho tiempo, pasando noches enteras jugando juegos de otro país y eso acaba resultando en esta violencia».

Una polémica que viene de lejos

Uno de los casos más sonados se produjo en 1999. Fue entonces cuando dos estudiantes de la escuela secundaria de Columbine en Colorado, Eric Harris y Dylan Klebold, llevaron a cabo una masacre en la que mataron a 13 personas antes de suicidarse. En la investigación posterior al incidente, se descubrió que ambos estudiantes eran jugadores ávidos del videojuego Doom, que en ese momento era uno de los juegos de disparos en primera persona más populares. Aunque nunca se demostró que el juego en sí fuera responsable de la conducta de Harris y Klebold, algunos argumentaron que el contenido violento del juego pudo haber influido en su comportamiento.

Lula3

Más o menos las mismas situaciones se han dado con otras conocidas sagas. Call of Duty se vio en el ojo del huracán cuando un adolescente de 16 años de Long Island, Nueva York, asesinó a tiros a un taxista después de haber robado su coche. Poco después de declaró fan del juego bélico.

En cualquier caso, y si bien hay casos como para escribir un libro, la realidad casi siempre termina por imponerse en este tipo de polémicas; y esta no es otra que cada día millones de jugadores en todo el mundo disfrutan de videojuegos sin después mostrar comportamientos psicópatas. No se ha podido demostrar relación alguna de manera científica. Todo lo contrario que aquellos problemas sociales que, obviamente, sí aumentan la inseguridad y la violencia en las calles o las escuelas, como la pobreza o la corrupción.