Caminar, pasear, correr, saltar, bailar, practicar deporte, hacer ballet… son algunas de las acciones que realizamos habitualmente sin pararnos a pensar en la parte de nuestro cuerpo que las lleva a cabo, en los músculos o las articulaciones que se ponen en movimiento en cada uno de estos ejercicios. Desde niños nos enseñan a caminar de manera correcta para que nuestras piernas no se tuerzan y los pies se planten en el suelo correctamente cuando empezamos a dar nuestros primeros pasos. Sin embargo, a medida que vamos creciendo y desarrollando las extremidades solemos desarrollar también ciertos “vicios” a la hora de caminar o de pisar.
El pie es una de las partes más complejas del cuerpo humano. Consta de 26 huesos unidos por un importante número de articulaciones, músculos, tendones y ligamentos. Soporta el peso del cuerpo y está sujeto a numerosas tensiones que pueden provocar dolor, inflamación o lesiones que limitan el movimiento de esta extremidad. El dolor de la planta del pie es una dolencia muy habitual que puede manifestarse en la zona delantera o trasera del pie, en el talón, en el arco plantar o en toda la planta del pie. Existen dos patologías muy comunes cuando se tiene dolor en el talón o talalgia: la fascitis plantar y el espolón calcáneo.
La fascitis plantar es una patología en la cual la fascia se inflama como consecuencia de una sobrecarga o un estiramiento excesivo, produciendo un dolor punzante en la zona del talón que mejora cuando damos los primeros pasos y empeora después de estar durante algún tiempo parados, especialmente todo por la mañana al levantarnos y al estar mucho tiempo sentados y volver a ponernos de pie. La fascia es una banda elástica que une los huesos metatarsianos que están debajo de los dedos, con el hueso calcáneo que está en el talón. Su función es mantener tensa la base del pie, mantener correcto el arco de la planta del pie (la curvatura plantar) y amortiguar el impacto que se produce cuando caminamos o realizamos cualquier otra actividad como correr, saltar o bailar. “Si se somete a mucha tensión o a múltiples estiramientos, la fascia plantar puede sufrir pequeños desgarros e inflamaciones que conllevan un dolor punzante en la planta del pie”, apunta el doctor Ghassan Elgeadi Saleh, jefe del Servicio de Ortopedia y Traumatología del Hospital Quirónsalud San José.
Una de las principales causas que provoca esta patología es la propia anatomía del pie. Así, las personas con el puente más pronunciado de lo normal (pies cavos) o las que tienden a cargar el peso del cuerpo hacia el interior del pie (pies valgos) tienen más posibilidades de sufrir fascitis plantar. También la forma de pisar incorrecta puede ser un factor de riesgo de esta patología; por ejemplo, la tendencia a la pronación, es decir, a cargar el apoyo del pie hacia el lado interno, puede contribuir a la aparición de esta enfermedad. Otros factores pueden ser el sobrepeso o la obesidad, pues aumenta la sobrecarga sobre esta zona del pie; la edad, ya que entre los 40 y los 60 años los tejidos se van deteriorando como consecuencia de los cambios que sufre el cuerpo y se hacen menos elásticos; algunas profesiones en las que hay que estar mucho tiempo de pie o sobre superficie duras; o también “ciertos deportes como son las carreras continuas, por ejemplo el ballet o la danza aeróbica, que someten a una tensión constante a la fascia plantar y pueden producir micro lesiones que al final desembocan en una inflamación de la misma”, añade el especialista.
Para realizar un diagnóstico correcto, el médico especialista pedirá una radiografía de pie, y también puede solicitar una resonancia magnética o una ecografía. “Todos estos métodos diagnósticos lo que nos permiten ya no es sólo diagnosticar la fascitis plantar, sino también entender qué está pasando en el interior del pie, qué inflamación hay, si hay un edema óseo que pueda parecerse al dolor de la fascitis plantar, que no haya ningún desgarro mayor, ninguna calcificación del nervio dentro de la fascia”, explica el doctor Ghassan Elgeadi Saleh. Las pruebas, por lo tanto, son importantes para descartar otras causas de dolor “porque el diagnóstico, definitivamente, es clínico”, puntualiza el doctor.
Es muy importante estudiar los factores de riesgo en el paciente e identificar las causas que han provocado la fascitis plantar para poder llevar a cabo un tratamiento adecuado. Una vez identificada la causa, se recomienda al paciente evitar los factores de riesgo que han podido causar la patología, y después se comienza el tratamiento con medicamentos antiinflamatorios. Otros tratamientos más conservadores son aplicar hielo en la zona del pie y, por supuesto, llevar un calzado cómodo. Los zapatos con suelas gruesas y plantillas almohadilladas pueden reducir el dolor al caminar o al estar mucho tiempo de pie. También es recomendable la fisioterapia, que ayudará bastante a reducir el tiempo de recuperación y hacer estiramientos de los músculos de las pantorrillas y de la fascia plantar para aliviar el dolor, ya que cuando estos músculos están tensos suele agravarse esta patología.
Cuando los tratamientos conservadores no dan resultado, el especialista puede recomendar al paciente infiltraciones radioguiadas, tratamientos ortobiológicos e incluso ondas de choque para reducir la inflamación de la fascia plantar y mejorar su recuperación. Sólo en casos extremos, el médico puede plantearse el tratamiento quirúrgico con diferentes técnicas, según el profesional, que pueden ir desde una técnica ecográfica mínimamente invasiva hasta una cirugía mayor, dependiendo de cada caso y del historial clínico del paciente.