Isabel Pantoja regresa a Cantora con su hermano Agustín tras su declaración ante el juez

A pesar de su silencio sepulcral no cabe duda. Isabel Pantoja vivió este martes uno de los días más duros de su vida, y no tanto por su declaración ante el juez acusada de ser cooperadora necesaria de un presunto delito de insolvencia punible, sino por su caótico paseíllo hasta el Juzgado de lo Penal número 5 de Málaga.

En su reaparición pública después de un año complicado a todos los niveles en el que apenas ha abandonado de Cantora, la tonadillera llegaba a su cita con la justicia ‘escoltada’ por varios agentes de la Guardia Civil que no pudieron protegerla de las decenas de medios de comunicación que la rodearon a su llegada. Una ‘marabunta’ humana que hizo que Pantoja reviviese la pesadilla que vivió el día en el que condenada a prisión por el Caso Malaya en este mismo escenario hace ahora 9 años, cuando, después de sufrir un tirón de pelo, se desmayó a la salida de los juzgados por la cantidad de gente que no le permitía apenas ni ‘respirar’.

Completamente derrumbada y sin poder contener las lágrimas, la artista prestaba declaración ante el juez por el presunto delito de insolvencia punible por el que podría ser condenada a prisión. Asegurando que no entiende de papeles y que desconocía los embargos que pesaban sobre la casa de La Pera, la viuda de Paquirri admitía su error a la hora de vender dicha propiedad mientras estaba en prisión, confesando que su única intención fue conservar su patrimonio, fruto del trabajo de toda una vida.

Una declaración en la que vimos a una Isabel Pantoja inconsolable que, tras cuatro horas en el banquillo de los acusados, abandonaba los Juzgados de Málaga en un coche gris, por la puerta de atrás y acompañada por su hermano Agustín, su principal apoyo en estos durísimos momentos.

A continuación, y a una velocidad cuanto menos cuestionable, la artista y su mano derecha se dirigieron a una casa situada en la provincia de Málaga – no lejos de La Pera – donde, evitando ser captada por la prensa, abandonaban el coche en el que había acudido a su declaración judicial para subirse al suyo y volver a su refugio de Cantora.

Varias horas después, en el sitio del copiloto, con gafas de sol y cabizbaja, Pantoja llegaba a su finca en su vehículo, conducido por Agustín. Era su hermano el que se bajaba del coche para abrir la famosa valla de Cantora y volver a cerrarla a continuación con un cerrojo para evitar visitas no deseadas en estos delicados momentos para la artista, que acaba de pasar por uno de los peores trances de su vida.