Dos nuevos estudios publicados en la revista ‘The Lancet Infectious Diseases y The Lancet Public Health’ no han encontrado evidencia de que los pacientes con la variante B.1.1.7 de la COVID-19, conocida como británica, experimenten peores síntomas. Sin embargo, la carga viral y el número de reproducción del virus sí que es más alto, lo que apoya la teoría de que es más transmisible que la primera cepa detectada en Wuhan (China) en diciembre de 2019.
Los hallazgos de estos nuevos estudios, que abarcan el período entre septiembre y diciembre de 2020, cuando la variante B.1.1.7 surgió y comenzó a extenderse por partes de Inglaterra, se han conseguido a través de un estudio de secuenciación del genoma completo y de cohortes en el que participaron pacientes con COVID-19 ingresados en el University College London Hospital y en el North Middlesex University Hospital.
Los autores compararon la gravedad de la enfermedad en personas con y sin B.1.1.7 y calcularon la carga viral. Entre los 341 pacientes a los que se les secuenció el hisopo de la prueba COVID-19, el 58 por ciento (198/341) tenía B.1.1.7 y el 42% (143/341) tenía una infección no B.1.1.7. (los datos de dos pacientes se excluyeron del análisis posterior). No se detectaron indicios de una asociación entre la variante y una mayor gravedad de la enfermedad, ya que el 36 por ciento (72/198) de los pacientes con B.1.1.7. enfermaron gravemente o murieron, en comparación con el 38 por ciento (53/141) de los que tenían una cepa no B.1.1.7.
Los pacientes con la variante tendían a ser más jóvenes, con un 55 por ciento (109/198) de infecciones en personas menores de 60 años, en comparación con el 40 por ciento (57/141) de los que no tenían B.1.1.7. Las infecciones por B.1.1.7. se produjeron con mayor frecuencia en grupos étnicos minoritarios, representando el 50 por ciento (86/172) de los casos que incluían datos étnicos, en comparación con el 29 por ciento (35/120) para las cepas no B.1.1.7.
En un análisis de regresión que incluyó a 289 pacientes, los que tenían la cepa B.1.1.7 no tenían más probabilidades de sufrir una enfermedad grave después de tener en cuenta el hospital, el sexo, la edad, el origen étnico y las enfermedades subyacentes.
Los pacientes con B.1.1.7. no tenían más probabilidades de morir que los pacientes con una cepa diferente, ya que el 16 por ciento (31/198) murió en un plazo de 28 días, en comparación con el 17 por ciento (24/141) de los pacientes con una infección no B.1.1.7.
A más pacientes con B.1.1.7. se les administró oxígeno por mascarilla o cánula nasal que a los que tenían una cepa no B.1.1.7 (44%, 88/198 frente al 30%, 42/141, respectivamente). Sin embargo, los autores afirman que esto no es una medida clara de la gravedad de la enfermedad, ya que los pacientes pueden haber recibido oxígeno por cánula nasal por razones no relacionadas con la COVID-19, o como consecuencia de afecciones subyacentes.
Para obtener información sobre la transmisibilidad de B.1.1.7., los autores utilizaron los datos generados por las pruebas de PCR de los hisopos de los pacientes para predecir su carga viral, es decir, la cantidad de virus en la nariz y la garganta de una persona. Los datos analizados (conocidos como valores Ct de la PCR y profundidad de lectura genómica) indicaron que las muestras de B.1.1.7. tendían a contener mayores cantidades de virus que los hisopos no B.1.1.7.
«Uno de los verdaderos puntos fuertes de nuestro estudio es que se llevó a cabo al mismo tiempo que la variante B.1.1.7. surgía y se extendía por Londres y el sur de Inglaterra. Analizar la variante antes de que se produjera el pico de ingresos hospitalarios y las tensiones asociadas en el servicio sanitario nos proporcionó una ventana de tiempo crucial para obtener información vital sobre cómo B.1.1.7. difiere en gravedad o muerte en pacientes hospitalizados de la cepa de la primera oleada», ha explicado una de las líderes del estudio, la doctora Eleni Nastouli.