La acusación del crimen de Laia: El acusado «sabía lo que hacía»

La acusación particular en el juicio por la violación y asesinato a una niña de 13 años en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) en 2018 ha sostenido este lunes que el crimen «es la obra de una persona calculadora y sabía perfectamente lo que estaba haciendo», en contra del argumento de la defensa según el cual el acusado confundió a la menor con un ladrón después de consumir grandes cantidades de alcohol y cocaína.

El abogado Juan Carlos Zayas, que representa a la familia de la menor, se ha dirigido por primera vez al jurado popular que debe valorar la culpabilidad o inocencia del sospechoso, para quien la acusación y la fiscal piden una condena a prisión permanente revisable.

Ha calificado de dantesca la apariencia de la escena del crimen, y ha explicado que, al contrario de lo que pensó al primer momento, está convencido de que «eso no era la obra de un loco, ni de un pervertido sádico que cause dolor a las víctimas gratuitamente».

«Es lo que se piensa la primera vez que se ve, que solo puede ser la obra de un loco. No es así. Esto es la obra de una persona calculadora que sabía perfectamente lo que estaba haciendo», y ha mantenido que después de asfixiar a la menor presuntamente la acuchilló varias veces para que las heridas coincidieran con su versión de que la había confundido con un ladrón del que intentó defenderse, por lo que su defensa pide una condena por homicidio imprudente en lugar de por asesinato.

Zayas ha insistido en que el acusado «no estaba en otro mundo bajo los efectos de la droga y el alcohol», como plantea la defensa al pedir rebajar la condena, y ha remarcado que es un hombre inteligente y que después de matar a la niña supuestamente preparó la escena del crimen conforme a su estrategia de defensa.

La menor desapareció el 4 de junio en el trayecto desde el piso de sus abuelos, en la segunda planta, hasta el portal del edificio, donde la esperaba su padre, y la acusación mantiene que «en ese corto trayecto, el vecino que ocupaba el primer piso la interceptó, la metió en su casa con intención de realizar actos sexuales y cuando no lo pudo conseguir porque la menor gritó y resistió, el acusado la estranguló».

«Ahora vendrá y dirá que está muy arrepentido. Yo no conozco prácticamente a nadie que haya dicho lo contrario. Pero en ese momento no estaba arrepentido. Pone en funcionamiento toda su capacidad de raciocinio: cómo voy a decir que ha entrado en mi casa la he confundido con un ladrón, y cómo voy a decir que me he enfrentado al supuesto ladrón en una habitación a oscuras… La niña estrangulada tiene que tener marcas de cuchillo», ha dicho el abogado al jurado reproduciendo lo que supuestamente tramó el acusado al preparar la escena del crimen.

NO PUDO DEFENDERSE

Por su parte, la fiscal ha expuesto que el acusado «la agredió sexualmente y después la mató de una forma absolutamente salvaje, brutal y cruel», de lo que la niña no pudo defenderse por la diferencia de edad y corpulencia.

Ha aseverado que «le provocó un sufrimiento brutal y absolutamente innecesario para matar a una persona», ha recordado que está comprobado que el hombre consumía drogas y ha emplazado a las declaraciones de los médicos forenses para valorar el efecto que éstas tuvieron en sus actos y conciencia.

Al dirigirse al jurado, la fiscal les ha instado a preguntarse durante el juicio cómo la niña llegó al piso de la primera planta, lo que difiere en las versiones de la acusación –el hombre la obligó a entrar– y de la defensa –el acusado olvidó la puerta abierta y la niña entró–.

DECLARACIÓN DE LOS ABUELOS

En la primera sesión del juicio también han declarado como testigos de la acusación los abuelos paternos de la víctima: la niña estaba en casa de ellos después del colegio y desapareció al bajar por las escaleras del edificio mientras su padre la esperaba en el portal.

La abuela ha contado que la niña se quedaba a menudo en su casa después de clase y al mediodía, y ha dicho que conocía a los vecinos del piso de abajo, también al acusado, pero que no sabía que él volvía a estar allí después de un tiempo viviendo en China.

En el mismo sentido, el abuelo ha explicado que cuando empezaron a buscar a la menor pensó que no hacía falta llamar al timbre de ese piso porque creía que no había nadie.

Han explicado que, al darse cuenta de que la niña no había llegado al portal, empezaron a buscarla por los alrededores y en la finca, y llamaron dos veces a la puerta del acusado: la primera vez dijo que no había nadie y la segunda, después de que tardara en abrir, un grupo de vecinos le retuvo mientras el padre de la menor entró al piso y encontró el cadáver.