Por qué no deberías descongelar alimentos a temperatura ambiente

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Este es uno de esos gestos inconscientes y rutinarios que hacemos por sistema sin pensar en sus consecuencias. Por ejemplo, sacamos unos filetes o algo de pescado del congelador y lo dejamos descongelando en un plato encima de la mesa o dentro del microondas. Y es un grave error, por más que lo hayamos hecho cientos de veces sin sufrir ninguna de sus consecuencias negativas. Tal vez sea la forma más rápida y sencilla de descongelar alimentos, pero no es ni de lejos la vía más recomendable, sana e higiénica de hacerlo. Esto es algo que la mayoría de la gente no sabe, pero convendría tenerlo muy presente.

Es un recurso fácil y accesible, que no nos requiere quebraderos de cabeza y que se basa solo en el tiempo. Esperar unas horas, a veces ni eso, y listo. Pero no somos conscientes de los peligros que puede acarrear tratar de ese modo los alimentos que luego vamos a cocinar y llevarnos a la boca. Aquí te damos una serie de motivos y razones para que no vuelvas a descongelar tu comida de cualquier forma, poniendo la carne o lo que fuera sobre la encimera de la cocina y esperando.

 

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Mejor con previsión

descongelar

Concluía sus consejos la experta del siguiente modo: “Por supuesto, si lo hacéis con previsión lo mejor es la nevera el día antes. Siempre en la parte de abajo para que el agua no escurra sobre otros alimentos. Lo más TOP son las rejillas que tienen plato debajo para que el agua que suelta no se acumule.” Toma nota para no volver a repetir los errores. Pero de todos modos, aún nos queda por explicar lo importante: ¿Por qué no es bueno descongelar los alimentos así sin más y a temperatura ambiente?

Tal y como explicó la propia Gemma del Caño a La Vanguardia, ello se debe a que “a las bacterias les gusta el calorcito y si las dejamos campar a sus anchas como si fuera Benidorm se reproducirán con más facilidad”. Es decir, que si los alimentos pasan de estar a una temperatura bajo cero a una temperatura ambiente, más o menos caliente, se multiplican las posibilidades de que las bacterias “ataquen” la comida que luego vamos a llevarnos a la boca y meternos dentro del cuerpo.