Esto es lo que pasa en tu cerebro cuando escuchas música

Es difícil encontrar a una persona a la que no le guste la música. De hecho, cabría preguntarse si es de fiar una persona que no disfrute poniéndose en sus cascos o en los altavoces sus canciones favoritas. ¿Quién no se enchufa a la música y se deja llevar después de un día de trabajo, estrés y algún que otro sinsabor? Pocas experiencias y actividades más placenteras puede haber en esta vida que olvidarse de todo lo que nos rodea y disfrutar de la música. Y eso, por supuesto, se deja notar en el cerebro.

“La vida sin música sería un error”, dejó dicho el filósofo alemán Friedrich Nietschze. Y, en los últimos años, médicos y neurocientíficos están descubriendo que no le faltaba razón. Si el cerebro es la caja de resonancia en la que se puede leer todo lo que nos pasa y todo lo que sentimos, también la música tiene que verse reflejada en su actividad. Las últimas investigaciones al respecto indican que escuchar nuestras canciones favoritas le procura a nuestro cerebro una “sobrecarga de placer” difícilmente alcanzable de otro modo. 

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La hormona del placer

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Precisamente ese ha sido el hallazgo con el que han dado un grupo de investigadores franceses. Que la música que nos guste y con la que más disfrutamos es una experiencia reparadora que le produce un inmenso placer a nuestro cerebro. Estos científicos han descubierto que las áreas del cerebro responsables de la emoción, del movimiento y de procesar el sonido funcionan al mismo tiempo para producir un chute de dopamina, la hormona del placer. 

Y esa sería, según ellos, la razón por la que las personas disfrutamos escuchando música. Simplemente, porque nuestro cerebro es capaz de anticiparse a lo que va a pasar justo después de la canción: la dosis de dopamina. Uno de los motivos por los que nuestros ancestros obtuvieron una ventaja evolutiva fue porque eran capaces de adelantarse a eventos futuros. Y eso seguimos haciendo, hasta cuando escuchamos música, para obtener recompensas. 

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El enigma de la música

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Thibault Chabin es un neurocientífico y profesor de la Universidad Burgundy Franche-Comté. Es también uno de los autores de este estudio sobre el impacto de la música en el cerebro. “Lo más enigmático de la música es que no tiene ningún beneficio biológico directo para nuestro organismo”, explica el investigador. 

“Sin embargo, sabemos que la dopamina y el sistema de recompensas están implicados en el procesamiento de la música. Y eso nos sugiere que la música sí que tiene una función ancestral que está muy unida a nuestro cuerpo. Y esa función ancestral podría estar relacionada con ese lapso de tiempo en el cual anticipamos ese sobrecarga de placer que nos va a llegar por la dopamina”. 

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La música es una ventaja evolutiva

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La música, entonces, sería una cuestión de esperar. “A medida que esperamos”, expone el neurocientífico, “nuestro cerebro está ocupado prediciendo el futuro y generando dopamina. Si lo vemos a un nivel evolutivo, ser capaz de predecir lo que va a pasar a continuación es esencial para la supervivencia. Y, con la música, estamos haciendo eso constantemente”. Estas son las conclusiones a las que ha llegado Chabin y su equipo tras meses de experimentos e investigación. 

Para su estudio seleccionaron a 18 amantes declarados de la música y les pusieron sus canciones favoritas. Antes, por supuesto, les habían colocado en la cabeza una serie de parches para medir su electroencefalograma. De este modo, podían ver en directo cuál era la actividad eléctrica del cerebro. A los participantes les pusieron fragmentos de 90 segundos de sus canciones favoritas mientras los científicos medían lo que sucedía dentro de sus cráneos. 

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Una avalancha de placer

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Según dice Chabin, “los participantes en este estudio fueron capaces de indicar exactamente en qué momento alcanzaban el pico de máximo placer en las canciones. Pero estos picos, nos dimos cuenta, se daban en varios momentos de la canción y no solamente en uno en concreto o en el que nosotros habíamos predicho”.

En dichos momentos, el equipo comprobó que se daba una actividad eléctrica particular en tres zonas particulares del cerebro. Estas son el cortex orbitofrontal, donde se procesan las emociones; el área motora y el lóbulo temporal derecho, que es donde se analizan los sonidos. De media, estos picos de actividad y, por tanto, de placer, duraban unos nueve segundos. 

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Seguir investigando

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El estudio, bajo el título “Cortical Patterns of Pleasurable Musical Chills Revealed by High-Density EEG”, ha sido publicado en la revista Frontiers of Neuroscience. “El hecho de medir este fenómeno con un electroencefalograma nos da la oportunidad de estudiarlo en otros contextos, en escenarios más naturales y con otros grupos”, cuenta Chabin.

“Se trata de una buena perspectiva para continuar con la investigación de las emociones musicales. Nuestro objetivo es medir cómo la actividad cerebral y fisiológica de los múltiples participantes están relacionadas con aspectos sociales y naturales de la música. En definitiva, aspiramos a explicar el motivo por el que la música es esencial para la vida humana”.

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