Por qué nos gusta pasar miedo (en su justa medida)

Halloween está a la vuelta de la esquina. Y este año tocará celebrarlo con las restricciones propias de la situación sanitaria que atravesamos. Pero hay preguntas que vuelven todos los años por estas fechas. Preguntas que tienen que ver con nuestra psicología y comportamiento más profundo: ¿por qué, en cierto modo, nos gusta el miedo?, ¿disfrutamos con las cosas lúgubres?, ¿nos atrae la muerte, el terror y la noche?, ¿qué nos hace pasárnoslo bien con las películas de miedo? Preguntas de difícil respuesta que algunos científicos e investigadores intentan explicarse.

Son precisamente esas las cuestiones que se ha planteado un equipo de la Universidad de Aarhus, en Dinamarca. Sus investigaciones les han llevado a concluir que el horror se convierte en entretenimiento cuando estimula unos mecanismos psicológicos específicos. Es el caso del aumento del pulso cardíaco, que nos confiere una pequeña desviación, como unas vacaciones de nuestro estado fisiológico ordinario. 

Pero dicho “entretenimiento” no deja de ser una diversión en la cuerda floja. El placer puede dar un giro hacia el lado oscuro cuando esa alteración se extiende más allá de lo que nos gustaría. Si eso sucede, tendemos a sentirnos sobrepasados y el pavor se apodera de nosotros. Como todo, el miedo también es una cuestión de dosis exactas.

El miedo lúdico

Este estudio sugiere la existencia de un “punto exacto” donde el entretenimiento alcanza sus máximas cotas. Pero de ese punto hacia arriba, afirman los investigadores, en seguida pasamos la línea hacia una “experiencia horrorizante”. Y es que el miedo está siempre categorizado como una experiencia no placentera, y su función es la de servirnos para protegernos frente a las amenazas.

Sin embargo, los investigadores apuntan a la existencia también de un “miedo recreativo”, o “miedo lúdico”. Este sería precisamente el miedo que tiene lugar durante una experiencia en la que nos asustamos, pero disfrutamos al mismo tiempo.

Marc Malmdorf Anderse, uno de los investigadores de la Universidad de Aarhus y coautor del estudio, explica: “A través de la investigación de cómo los humanos extraen placer del miedo, encontramos lo que parece ser un punto exacto en el cual el disfrute se maximiza”.

Continúa el científico: “Nuestro estudio aporta las primeras evidencias empíricas de que la relación que existe entre el miedo, el placer y la activación psíquica en las formas recreativas de miedo”.

La casa del terror, en directo

En el estudio participaron 110 sujetos, a los que se les puso un gorro con sensores para monitorizar su actividad cerebral. Lo que tenían que hacer era caminar por un habitación en una casa del terror” en la que les daban sustos e intentaban amedrentarlos. Esto incluía zombis y otras criaturas monstruosas que aparecían de repente de la nada para “secuestrar” al participante.

Además, los participantes eran observados por los científicos a través de una serie de videocámaras instaladas en la sala. De esta forma, los investigadores podían ver las respuestas cerebrales en tiempo real y analizar mejor la conducta de los sujetos. 

Cuando los sujetos completaban el itinerario completo, se les hacía una serie de preguntas sobre el nivel de miedo que habían experimentado y el placer que ello les produjo. Estas declaraciones de los participantes se cruzaron con datos de pulso cardiaco y con las imágenes de las cámaras. De esa forma, era posible determinar qué elementos les inclinaban más hacia el placer y cuáles les producían más miedo. 

El miedo, en su justa medida

“Los estudios anteriores sobre el miedo recreativo, sin embargo, no eran capaces de establecer una relación directa entre el miedo y el placer”, asegura Andersen. Analizando la relación entre ambos extremos, los científicos han descubierto que sigue una tendencia en forma de U invertida, de donde extraen su teoría del punto de máximo placer y entretenimiento.

“Si las personas no están muy asustadas, entonces no disfrutan tanto la atracción. Y lo mismo sucede si están demasiado asustadas”, explica Andersen. “Entonces, nos parece que existe un momento en que tenemos la cantidad exacta y perfecta de miedo que nos procura un máximo de placer”. El miedo, como el alcohol, el deporte y las carnes rojas, siempre en su justa medida. Un poco más de la cuenta ya es un exceso.