Errores que cometes cuando te lavas la cara

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Lavarse la cara parece el paso más sencillo en una rutina de cuidado de la piel. Es algo que todos llevamos haciendo toda la vida, desde bien pequeños. El problema es que si no lo haces bien, puedes estar causando más daño que bien, y eso puede resultar en algunos problemas bastante significativos, como sequedad, irritación y flacidez prematura y arrugas.

La piel del rostro es distinta a la del resto del cuerpo y tiene necesidades específicas, así no lo parezca a simple vista. Por ello, no es correcto pretender brindarle los mismos cuidados. De hacerlo así, solo se consigue alterarla. 

La forma y los productos que utilizamos para limpiarla no deberían ser triviales si queremos prevenir el envejecimiento o la deshidratación de la piel, así que limitarse a los clásicos agua y jabón es hacerse un flaco favor a uno mismo.

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Usas agua muy fría o muy caliente

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¡Recuerda a Aristóteles cuando te estés lavando la cara! La virtud está en el punto medio. Los extremos nunca son buenos y lo sabes. Y no, no te estamos pidiendo que midas la temperatura del agua con un termómetro.

Pero para evitar la irritación del rostro y la rotura de capilares, debes intentar que el agua esté lo más templada posible. Esta es la mejor opción ya que abre los poros y permite una limpieza suave sin maltratar ni dañar potencialmente la piel.

Si te vas al lado rojo del grifo, al agua caliente, debes tener en cuenta que deshidrata su cutis. Y si eres todo lo contrario, y te va más bien el frío helador, has de saber que el agua fría acelera la producción de sebo.