El conferenciante, autor, actor y presentador de televisión Pablo Pineda, conocido por haber sido la primera persona con síndrome de Down en obtener una titulación universitaria en toda Europa, ha sido hoy, viernes 19 de julio, el ponente inaugural de la XXVII edición de la Universidad de Veranos de Adeje. Repasó su trayectoria vital, profesional y académica y, al hablar de la formación superior, fue muy crítico y consideró que ésta debe abrirse más a la sociedad: “La universidad es muy buena para la pompa, pero debería bajar más al mundo real”. Por ello, reclamó que tanto las empresas como las instituciones académicas deberían aceptar a más personas con perfiles diversos. “No discriminemos, hagamos una sociedad inclusiva, no tengamos miedo a la diferencia”.
Previamente, se celebró el acto de apertura oficial de esta cita académica, con la presencia en la mesa presidencial de la rectora de la Universidad de La Laguna, Rosa Aguilar Chinea; el alcalde de Adeje, José Miguel Rodríguez Fraga; la vicerrectora de Cultura y Participación Social, Emilia Carmona; y la concejala de Cultura y Educación del ayuntamiento anfitrión, María Clavijo. La ceremonia también tuvo entre su audiencia a los alcaldes de San Cristóbal de La Laguna, Luis Yeray Gutiérrez, y de Arico, Olivia Delgado; así como los respectivos equipos de gobierno de la institución académica y la corporación municipal.
La rectora de la Universidad de La Laguna inició su intervención indicando que tenía mucho interés en acudir a este acto para poder conocer de primera mano la buena relación y buen hacer de estos cursos estivales. Recordó sus propios orígenes en La Gomera para resaltar que es consciente de la importancia que tiene que la universidad llegue a todos los lugares que le sea posible.
Aguilar señaló que estos cursos son útiles porque ofrecen una oportunidad de reciclaje para profesionales y también para reflexionar y conocer nuevas ideas y realidades. También es una oportunidad para “divertirse aprendiendo” y establecer relaciones. Quiso mencionar especialmente la entrega y compromiso del profesorado que participa en esta iniciativa “cada vez más grande y con valor social”. La rectora alabó, igualmente, el papel del Ayuntamiento de Adeje, un “socio estable”, por su compromiso con el impulso de la formación y la cultura, sin cuyo apoyo hubiera sido imposible mantener en marcha este proyecto durante tantos lustros.
Valoró la labor que se realiza en el Campus del Sur y señaló que su gobierno era consciente de la dificultad que supone desarrollar la docencia en un centro alejado de la sede habitual de la institución, por lo que se ha adscrito la coordinación de los diferentes campus a algunos vicerrectorados; en el caso concreto del Sur, depende del Vicerrectorado de Investigación.
El alcalde de Adeje recordó que la de 2019 es la primera edición de la Universidad de Verano de Adeje que se celebra durante los nuevos mandatos tanto de la rectora Aguilar como de él mismo, por lo que, a su juicio, se afronta con una ilusión especial, si bien también tuvo palabras de recuerdo al rector saliente, Antonio Martinón. Resaltó la importancia de la formación y la universidad para lograr el avance social en todos los niveles, no únicamente en la adquisición de conocimiento, sino en la mejora de la convivencia, la integración social y el impulso de unos valores positivos para todos.
Rodríguez Fraga aludió a que se ha alcanzado en esta edición casi los 600 matriculados en los diferentes cursos y talleres, lo cual habla de una iniciativa formativa que ha sabido resistir durante casi tres décadas, a veces en condiciones complejas, y certifica que existe una demanda real de este tipo de formación. Señaló la importancia que posee la instución académica para analizar y debatir el fenómeno turístico, fundamental para el desarrollo local pero que debe afrontarse con responsabilidad.
Pablo Pineda
La intervención de Pablo Pineda estuvo moderada por Rocío López, de la Fundación Adecco, quien entabló un diálogo con el ponente. La primera pregunta fue cómo creía él que se ve a las personas con Down. “Siempre se ha visto al colectivo como personas que nunca van a poder aprender y se van a quedar en una educación elemental y dependientes de alguien”. Pero poco a poco se le va dando una mayor visibilidad al colectivo, si bien sigue habido prejuicios y, desde su punto de vista, “siempre los va a haber”. El primer paso para superarlos es reconocerlo, conocer a las otras personas y, sobre todo, escucharlas. El problema es que la sociedad actual es “muy rápida” y no favorece el trato personal, resulta atípico “hablar con alguien sin que medie un aparato de por medio”.
Pineda se consideró “disfrutón” y “sociable”, lo cual le ha permitido ser optimista y consciente de que siempre hay solución para cualquier situación. Recuerda que él no había “descubierto” que tenía Síndrome de Down hasta los 11 años, cuando se lo dijo un profesor que lo estaba ayudado con un trabajo. Pineda, simplemente, le preguntó, directamente: “¿Soy tonto? ¿Puedo seguir con mis amigos? ¿Puedo seguir estudiando?”. No le dio ninguna importancia y siguió siendo un niño feliz, rodeado de amigos y de su familia, que ha sido su motor.
Explicó que sus hermanos le siguen dando “la misma caña”, lo cual consideró que era bueno porque significa que lo ven “capaz”. Su familia, pues, no le puso barreras, pero sí se las puso el resto de la sociedad y las instituciones, aunque él tenía “la autoestima muy alta” y pudo saltar todos esos obstáculos. Toda esa frenética actividad en la que se ve inmerso no la hace por él mismo, sino “por todo el colectivo», porque sabe que él es un referente y todo lo que haga va a ser objeto de análisis. “Por eso tengo que seguir, no tengo el lujo de poder pensar en dejarlo”.
Recuerda que la adolescencia fue especialmente dura porque lo ningunearon en clase y, en la actualidad, realmente no sabe cómo pudo resistir, pero lo hizo porque, precisamente, esa consciencia de ser un referente le impulsó a seguir. De hecho, acceder al instituto fue un reto, porque el profesorado de Secundaria no sabía qué era un Síndrome de Down. El centro votó para decidir si se le permitía estudiar o no, lo cual visto en la actualidad es inconcebible, “sería hasta ilegal”, dijo. Tuvo la suerte de que salió que sí, pero afirma sin duda que, si hubiera salido que no, “habría buscado un plan B”.
Nunca tuvo adaptación curricular y estudió las mismas asignaturas y contenidos que los demás. Su vocación basculaba entre ser abogado o periodista, pero al final le convencieron para elegir una carrera con más salida, como Magisterio. Su paso por la universidad fue complicado. No tenía problemas para tomar apuntes o hacer los trabajos, pero al finalizar las clases, se separaban de él. Vivió, según la definió, “una soledad acompañada”. Pasaba todo el día en la biblioteca ya que no pudo hacer amistades, si bien las pudo lograr fuera de la institución, apuntándose a actividades como los ‘boy scouts’. “Tenía compañeros en la universidad y amigos fuera”.
En cambio, califica de “muy buena” su relación con el profesorado, gracias en parte a su vinculación con el proyecto de investigación Roma. Recordó jocosamente el momento en que en la asignatura de Psicología Evolutiva llegó el momento de dar la lección sobre el “Síndrome de Down”. Notó las miradas y la tensión en el ambiente y, pese a que no estaba de acuerdo con la definición que se dio, se achantó. “El profesor me pilló con el paso cambiado, porque si me llega a pillar con el paso bueno…”.
Durante el diálogo, Pineda recordó su paso al mundo laboral como formador en un ayuntamiento y dando conferencias. Recordó que tuvo que superar sus propios prejuicios para decidirse a protagonizar una película con Lola Dueñas que, a la sazón, le supuso un premio en el Festival de San Sebastián. Fue muy cauto porque siempre es consciente de su papel como referente para el colectivo Down, así que nunca acepta nada que pueda ser perjudicial.
También recordó que, en su primer libro, “El reto de aprender”, expuso “a tumba abierta” todas sus ideas sobre cómo debería cambiar la universidad para afrontar la diversidad. En el texto hace un diagnóstico muy crítico con la institución académica: “Como lo lea la rectora, se va a poner roja como un tomate”, bromeó.