Una pareja puso en alquiler su piso del barrio Gótico de Barcelona antes de mudarse a Madrid. Estaban encantados con su nueva inquilina, pagaba religiosamente todas las cuotas, e incluso dio un adelanto y una fianza.
Pero una llamada de sus antiguos vecinos puso en alerta a la pareja: su inquilina realquilada el apartamento a extranjeros. El inmueble se había convertido en un apartamento turístico ilegal.
La pareja desesperada tomó una drástica decisión: alquilarían su propia casa y cambiarían la cerradura. La operación les costó unos 500 euros, pero la idea tuvo éxito. Posteriormente, rescindieron el contrato de la mujer.