El coronavirus tiene un origen natural y no se creó en un laboratorio

El origen del coronavirus SARS-CoV-2, que está detrás de la actual pandemia global del Covid-19, tiene un origen natural y, contrariamente a una teoría conspiranoica difundida en las últimas semanas, no se produjo en un laboratorio o fue diseñado de otro modo.

Así lo asegura un equipo internacional de investigadores de Australia, Estados Unidos y Reino Unido en un estudio publicado en la revista ‘Nature Medicine’. El trabajo se basa en un análisis de los datos públicos de la secuencia del genoma del SAR-CoV-2 y virus relacionados.

El nuevo coronavirus surgió a finales del año pasado en Wuhan (China) y desde entonces ha causado una pandemia a gran escala de Covid-19, al extenderse por más de un centenar de países y causar 179.111 personas contagiadas confirmadas y 7.426 muertes, según el último informe diario de la Organización Mundial de la Salud (OMS), al que tuvo acceso Servimedia.

Los investigadores indican que su origen es fruto de la evolución natural. «Al comparar los datos disponibles de la secuencia del genoma para las cepas conocidas de coronavirus, podemos determinar firmemente que el SARS-CoV-2 se originó a través de procesos naturales», apunta Kristian Andersen, profesor asociado de inmunología y microbiología en el Instituto de Investigación Scripps (Estados Unidos).

Los coronavirus son una gran familia de virus que pueden causar enfermedades que varían ampliamente en severidad. La primera enfermedad grave conocida causada por un coronavirus surgió con la epidemia del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SRAS) de 2003 en China. Un segundo brote de enfermedad grave comenzó en 2012 en Arabia Saudita con el Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS).

El 31 de diciembre del año pasado, las autoridades chinas alertaron a la OMS de un brote de una nueva cepa de coronavirus que causa una enfermedad grave, que posteriormente se denominó SARS-CoV-2.

Poco después de que comenzara la pandemia, científicos chinos secuenciaron el genoma del SARS-CoV-2 y pusieron los datos a disposición de los investigadores de todo el mundo. Los datos de la secuencia genómica resultante han demostrado que las autoridades chinas detectaron rápidamente el brote y que el número de casos de Covid-19 ha aumentado debido a la transmisión de humano a humano después de una sola introducción en la población humana.

Andersen y sus colaboradores en varias otras instituciones de investigación utilizaron estos datos de secuenciación para explorar los orígenes y la evolución del SARS-CoV-2 al enfocarse en varias características reveladoras del virus.

‘PROTEÍNAS ESPIGA’

Los científicos analizaron el patrón genético de las ‘proteínas espiga’, armaduras en el exterior del virus que penetran en las paredes externas de las células humanas y animales. Más específicamente, se centraron en dos características importantes de la ‘proteína espiga’: el dominio de unión al receptor (RBD), un tipo de gancho de agarre que se adhiere a las células huésped, y el sitio de escisión, un ‘abrelatas’ molecular que permite que el virus se abra y entre en las células anfitrionas.

Los científicos descubrieron que la porción RBD de las ‘proteínas espiga’ del SARS-CoV-2 había evolucionado para enfocarse en una característica molecular en el exterior de las células humanas denominada ACE2, un receptor involucrado en la regulación de la presión arterial. La proteína del SARS-CoV-2 fue tan efectiva en la unión de las células humanas que los científicos concluyeron que era el resultado de la selección natural y no el producto de la ingeniería genética.

Esta evidencia de evolución natural fue respaldada por datos sobre la columna vertebral del SARS-CoV-2: su estructura molecular general. Si alguien buscara diseñar un nuevo coronavirus como patógeno, lo habrían construido a partir de la columna vertebral de un virus que se sabe que causa enfermedades. Pero los científicos descubrieron que el esqueleto del SARS-CoV-2 difería sustancialmente de los de los coronavirus ya conocidos y en su mayoría se parecía a los virus relacionados que se encuentran en los murciélagos y los pangolines.

«Estas dos características del virus, las mutaciones en la porción RBD de la proteína espiga y su columna vertebral distinta, descartan la manipulación de laboratorio como un posible origen del SARS-CoV-2», sentencia Andersen.

Josie Golding, de Wellcome Trust, con sede en Reino Unido, apunta que los hallazgos de Andersen y sus colegas son «crucialmente importantes para aportar una visión basada en la evidencia ante los rumores que han estado circulando sobre los orígenes del virus». «Concluyen que el virus es producto de la evolución natural y ponen fin a cualquier especulación sobre ingeniería genética deliberada», añade.

POSIBLES ORÍGENES

Con base en su análisis de secuenciación genómica, Andersen y sus colaboradores concluyeron que los orígenes más probables para el SARS-CoV-2 está en dos escenarios posibles.

Uno de ellos es que el virus evolucionó a su estado patógeno actual a través de la selección natural en un huésped no humano y luego saltó a los humanos. Así es como han surgido brotes previos de coronavirus, con humanos contrayendo el virus después de la exposición directa a civetas (SARS) y camellos (MERS). Los investigadores ven en los murciélagos como el reservorio más probable para el SARS-CoV-2, ya que es muy similar a un coronavirus de murciélago. Sin embargo, no hay casos documentados de transmisión directa murciélago-humano, lo que sugiere que un huésped intermedio probablemente estuvo involucrado entre murciélagos y humanos.

El otro es que una versión no patógena del virus saltó de un huésped animal a humanos y luego evolucionó a su estado patógeno actual dentro de la población humana. Por ejemplo, algunos coronavirus de pangolines, mamíferos parecidos a los armadillos que se encuentran en Asia y África, tienen una estructura de RBD muy similar a la del SARS-CoV-2. Un coronavirus de un pangolín podría haberse transmitido a un humano, ya sea directamente o a través de un huésped intermediario, como civetas o hurones.

Andrew Rambaut, coautor del estudio, indica que es difícil, si no imposible, saber en estos momentos cuál de los escenarios es más probable. Si el SARS-CoV-2 ingresó a los humanos en su forma patógena actual de una fuente animal, aumenta la probabilidad de brotes futuros, ya que la cepa del virus que causa la enfermedad aún podría estar circulando en la población animal y podría volver a saltar humanos. Las posibilidades son menores si un coronavirus no patógeno entre en la población humana y luego desarrolle propiedades similares al SARS-CoV-2.

(SERVIMEDIA)