El estallido de las pequeñas burbujas del champán genera una explosión de aromas liberados en forma de aerosoles que explican el intenso sabor de este espumoso vino.
Investigadores franceses y alemanes han llegado a esta conclusión analizando con espectrometría de masas de alta resolución la composición del champán. El resultado fue que algunas de las sustancias químicas que imparten esos aromas frutales a la bebida son capturadas en las burbujas y llevadas a la superficie en concentraciones mayores que en el vino. En concreto, en una botella de 0 ’75 litros se forman en torno a 5 litros de dióxido de carbono. Esto implica que, después de abrir la botella, se crean 100 millones de burbujas con una superficie total de unos 80 kilómetros cuadrados.