Desde su aterrizaje en el Santiago Bernabéu, Jude Bellingham se ha ganado el respeto del club por su actitud educada y su facilidad para adaptarse a lo que le pide el entrenador. No protesta en público, no gesticula ante las cámaras y rara vez deja ver un mal gesto cuando le toca ser sustituido o cambiar de posición.
Sin embargo, lo ocurrido en su concentración con la selección inglesa ha dejado claro que el inglés también tiene un temperamento mucho más fuerte del que normalmente enseña en Madrid.
Bellingham no es un futbolista conflictivo, pero tampoco es ese jugador inalterable que algunos imaginaban. Cuando siente que pierde relevancia o que el plan no gira en torno a él, su carácter competitivo aparece sin filtros.
Un vestuario con demasiados galones
Xabi Alonso sabe que ha heredado un grupo repleto de talento… y de egos. En el Real Madrid todos quieren ser importantes, y en esta lucha por el foco no sólo compiten Vinicius y Mbappé.
Bellingham llegó convencido de que sería el gran escudero del francés y una pieza intocable, pero el reparto de jerarquías no está siendo tan sencillo.
Vinicius se considera imprescindible. Mbappé asume que el proyecto gira alrededor de él. Y Bellingham quiere mantener el estatus que se ganó la temporada pasada. Ese choque de personalidades ha obligado a Xabi Alonso a dedicar más tiempo a la gestión emocional que al dibujo táctico.
El lado menos amable de Bellingham
Lo que se vio con Inglaterra no fue un simple calentón. Fue una muestra de que Bellingham no lleva bien que otros le pasen por delante. Con Tuchel ya tuvo alguna discusión visible en pleno partido, y en el Madrid, aunque cuida mucho su imagen, no siempre logra ocultar sus reacciones.
Los gestos, las miradas y algún que otro comentario dentro del vestuario han empezado a generar cierto ruido. Bellingham siente que su influencia en el equipo está perdiendo peso y que algunos compañeros, especialmente Vinicius, no hacen el mismo esfuerzo que él en tareas defensivas.

El malestar no ha pasado desapercibido y varios ya reconocen que el ambiente en Chamartín está lejos de ser tranquilo.
La tensión va desgastando a Xabi Alonso
El entrenador tolosarra se enfrenta a un reto que recuerda, en parte, al que vivió Rafa Benítez durante su etapa en el club: lograr que un grupo de estrellas acepte disciplina y responsabilidad.
Pero Alonso, pese a su carácter calmado, empieza a chocar con la realidad: no todos los jugadores siguen sus órdenes con la misma atención.
Vinicius mantiene su propia forma de interpretar el juego, y Bellingham, aunque más discreto, no oculta su malestar cuando siente que se le exige más que al resto. Esa tensión constante va desgastando a un Xabi Alonso que intenta reconducir la situación antes de que se rompa algo dentro del equipo.
El proyecto sigue teniendo margen, pero el vestuario no atraviesa su mejor momento. Las estrellas compiten por liderazgo, los resultados generan dudas y cualquier chispa puede encender una crisis.
Bellingham seguirá siendo una pieza clave, pero su carácter -hasta ahora casi invisible- añade un nuevo desafío para un entrenador que busca equilibrio en un equipo donde todos quieren mandar.
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