Si te enamoraste con Magnolia o disfrutaste tanto como yo de Licorice Pizza, puede que hayas visto el tráiler de la nueva película de Paul Thomas Anderson, Una batalla tras otra, y pienses que vas a echar de menos los otros registros del director californiano. Pero hazme caso: el filme protagonizado por Leonardo DiCaprio tiene todas esas pequeñas cosas que creías que una apuesta tan extravagante y con tantos fuegos de artificio no iba a tener, y también es, directamente, una de las películas del año 2025 sin todavía haberse estrenado en nuestras salas.
Así coincide la crítica global, personalidades del mundo del cine de la talla de Steven Spielberg —que la ha descrito como «realmente increíble»— y este humilde redactor después de haber podido verla en una de las proyecciones previas de Warner Bros. Esta adaptación de Vineland (Thomas Pynchon), una novela de los noventa sobre los movimientos radicales de los años sesenta que parece a priori muy difícil de adaptar, es un ejercicio de maestría para combinar ritmo, alma y personalidad.
Paul Thomas Anderson logra no perder ni un ápice de su sello mientras nos sumerge en una historia de rebelión, épica y roles caricaturizados. A veces casi hasta el extremo. El mejor ejemplo de ello es lo que consigue con el personaje de Sean Penn, que se come la pantalla como antagonista principal de una cinta que deja espacio en pantalla para lucirse a la joven Chase Infiniti, el transgresor papel de Teyana Taylor o el siempre necesario toque diferencial que aporta Benicio del Toro. Pero, si el director es el cerebro, DiCaprio es el corazón de Una batalla tras otra.
¿Cuánto le deben las últimas películas de DiCaprio a El Lobo de Wall Street?
El ganador de un Oscar y un BAFTA a mejor actor por El Renacido lleva un tiempo bordando un papel muy concreto que solo él sabe explotar al máximo. Si en Origen o Shutter Island su fuerte estaba en la interacción con otros personajes, ahora es habitual que queden para el recuerdo sus interpretaciones donde existen pocas distracciones ajenas al propio DiCaprio. En la mencionada El Renacido es evidente, pero el máximo exponente ocurrió en El Lobo de Wall Street.
En la película de Scorsese, el extravagante Jordan Belfort deja muchos momentos para el recuerdo, pero la escena icónica es la del protagonista arrastrándose junto a un Lamborghini Countatch. En ella, el personaje al que da vida DiCaprio da una masterclass de interpretación por sustracción: sin demasiados elementos, es capaz de no únicamente llevar él solo una escena tan particular, sino de ofrecer toda una lección de cómo despertar reacciones (y recuerdos) inolvidables en el espectador.
DiCaprio lleva tiempo explotando el tipo de escena que quedó para el recuerdo en ‘El Lobo de Wall Street’
En su afán por regresar a casa (con cierta urgencia para detener una conversación de su socio Donnie Azoff), Jordan Belfort sufre una serie de complicaciones para subirse a su deportivo al estar bajo los efectos de una droga muy particular: la metacualona. Se trata de un estupefaciente que le provoca adormecimiento en numerosas partes del cuerpo, motivo por el que termina arrastrándose y moviéndose de manera errática, convirtiendo algo que sobre el papel sería extremadamente sencillo en una auténtica odisea cómica.

Con el paso del tiempo, supimos que DiCaprio sacó la inspiración de un vídeo colgado en YouTube hace 14 años en el que una persona alcohólica lucha por levantarse en los pasillos de una tienda. Se titula Drunkest Guy Ever Goes Back For More Beer (‘El tipo más borracho de la historia regresa a por más cerveza’), pero lo que logra DiCaprio es todavía más descacharrante.
Una batalla tras otra, ejemplo de interpretaciones solitarias
Desconocemos si Paul Thomas Anderson tomó nota, pero me atrevería a decir que desde luego tras haber visto Una batalla tras otra. En el filme, DiCaprio se luce en numerosas escenas donde él y solo él es protagonista de sus dramas y sus odiseas, poniéndole ese toque cómico que va más allá de la mejor sitcom. Ya sea al teléfono, huyendo por su cuenta o en un eterno viaje en coche, el personaje con el sobrenombre de Bob mezcla el ridículo con la credulidad, dos elementos que históricamente cuesta encajar sin expulsar al espectador del guion.
Y no solo DiCaprio lo logra. Sean Pean se pone en la peil de Steve Lockjaw, un personaje detestable que cuando es más detestable (hasta el punto de apiadarnos de él) es precisamente en los momentos en los que la escena va sobre él y nada más que sobre él. Es el eje sobre el que gira el toque de denuncia que tiene la película, junto a un ‘Club de los Aventureros de la Navidad’ que el director se toma completamente en serio.

Porque, como dicen, muchas veces la realidad supera la ficción. Y la ficción de Una batalla tras otra es tan inverosímil como superior, lo que, sin duda, seguramente termine calando en la realidad del público.