Visitar Ordesa se ha convertido para muchos en una carrera de obstáculos antes incluso de pisar el primer sendero. La imagen de la carretera cortada y el autobús obligatorio se ha vuelto tan icónica como el propio Monte Perdido, una realidad que, seamos sinceros, le resta bastante magia a la escapada al corazón del Pirineo. Pero, ¿y si todo eso se pudiera esquivar? ¿Y si existiera una forma de sentir que el valle es solo para ti?
Una veterana guía de montaña, de esas que conocen cada piedra, nos desvela que el problema no es el destino, sino cómo llegamos a él. Lucía lleva más de treinta años recorriendo esta maravilla natural de Aragón y, con una sonrisa cómplice, asegura que existe una ruta alternativa que evita las multitudes y te conecta con la esencia pura del parque. Una senda que empieza donde todos miran, pero que casi nadie se atreve a tomar. Y el premio es mayúsculo.
EL MITO DE LA CARRETERA CORTADA Y EL AUTOBÚS OBLIGATORIO
La aventura de muchos en el valle comienza en una cola, la del autobús que te sube a la Pradera de Ordesa. Es una solución práctica para la conservación, no cabe duda, pero la experiencia de hacer senderismo en Huesca se transforma en algo menos salvaje y más programado. Para cuando te bajas del vehículo, la sensación es la de formar parte de una procesión organizada más que de una inmersión en la naturaleza. Ya no eres un explorador, sino un visitante con horario.
Esa dependencia del transporte colectivo rompe el hechizo de una escapada a la montaña. Mirar el reloj para no perder el último autobús de vuelta genera una ansiedad sutil que te acompaña durante todo el recorrido por el fondo del valle de Ordesa. Al final, limita la libertad de vivir la montaña a tu propio ritmo, de pararte donde quieres y el tiempo que te apetezca. Es una pequeña renuncia a la libertad que, para los que buscan una conexión real, supone una barrera invisible pero muy presente.
¿EXISTE DE VERDAD UNA ALTERNATIVA QUE NADIE CUENTA?
Parece un secreto a voces entre los locales, una especie de pacto de silencio para proteger la joya de la corona del Pirineo. La mayoría de guías te hablarán del camino clásico, el que sigue el curso del río Arazas, pero la verdadera magia de Ordesa se despliega cuando levantas la vista y te preguntas qué hay más allá. Es ahí donde empieza la ruta que Lucía defiende como la única forma auténtica de conocer el valle.
La filosofía de esta guía es clara: la montaña no se conquista, se siente. Y para sentirla de verdad, necesitas silencio y soledad, dos lujos cada vez más escasos. Ella insiste en que el recorrido que propone no es más duro, sino simplemente diferente, una elección consciente para huir del murmullo constante y la fila india. Para ella, el éxito en una jornada en el valle de Ordesa no se mide en kilómetros, sino en momentos de paz, y el verdadero lujo es escuchar solo el viento, el agua y tus propias pisadas.
LA SENDA DE LOS CAZADORES: EL INICIO DEL SECRETO QUE LO CAMBIA TODO
El truco no está en buscar un aparcamiento remoto ni en adentrarse por pistas forestales prohibidas. Empieza en el mismo parking de la Pradera, ese al que solo se puede acceder en coche a primera hora o fuera de temporada alta. Mientras la marabunta se dirige al camino llano y señalizado, la ruta alternativa arranca con una subida en zigzag que intimida, la Senda de los Cazadores. Y es justo ahí donde reside su magia, porque esta subida inicial, empinada y exigente, es el filtro natural que disuade al 99 % de los visitantes.
Superado ese primer esfuerzo, de aproximadamente una hora, la recompensa es inmediata y te deja sin aliento. De repente, el bosque se abre y te encuentras en un balcón colgado a cientos de metros sobre el valle de Ordesa. Es el mirador de Calcilarruego, el inicio de la Faja de Pelay. En ese instante entiendes por qué ha merecido la pena cada gota de sudor, pues la perspectiva del cañón desde las alturas es absolutamente sobrecogedora y te hace sentir un privilegiado.
EL CAMINO QUE NADIE MIRA: EL CORAZÓN DEL VALLE A TUS PIES
Durante las siguientes dos horas, el camino se vuelve prácticamente llano, un paseo celestial que desafía la gravedad. La Faja de Pelay es un sendero inverosímil, excavado en la pared vertical del cañón, que te permite recorrer el corazón de Ordesa desde una perspectiva única. A un lado, la imponente pared de roca; al otro, un precipicio que se asoma a la inmensidad del valle. La sensación de soledad es casi total aquí.
Desde este sendero elevado, el camino tradicional del fondo del valle parece una maqueta, un reguero de hormigas de colores que avanza lentamente. Mientras abajo el ruido de la gente se mezcla con el del río, aquí arriba solo se oye el silbido del viento y el grito de algún ave rapaz. Mientras avanzas, ves las famosas Gradas de Soaso desde una perspectiva de águila, anticipando la cascada final de una forma espectacular. Esta parte del recorrido por el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido es pura meditación en movimiento.
COLA DE CABALLO, PERO DESDE EL OTRO LADO: LA RECOMPENSA FINAL
El descenso final te lleva directamente a la pradera donde nace la Cola de Caballo, el objetivo final de la mayoría de excursionistas en Ordesa. La diferencia es que tú llegas desde arriba, por la ladera, como si aparecieras de un lugar secreto. Te cruzas con la gente que viene por el camino habitual y notas sus miradas de extrañeza, preguntándose de dónde sales. En ese momento, llegas a la icónica cascada cuando muchos ya están pensando en la vuelta, lo que te permite disfrutarla con más calma.
El regreso se hace por el camino tradicional, el del fondo del valle, pasando ahora sí por las Gradas de Soaso a pie de río. Pero la experiencia es completamente distinta, porque ya no tienes la presión de la ida. Ahora es un paseo tranquilo, casi un epílogo de la gran aventura que has vivido en las alturas del Pirineo aragonés. Al llegar de nuevo a la Pradera de Ordesa, sientes que has desentrañado uno de sus secretos mejor guardados, y entiendes que la verdadera conquista no fue llegar a la cascada, sino la manera en que lo hiciste.