La opinión de Quentin Tarantino sobre cine siempre genera un terremoto, pero su sentencia sobre Con Air es de las que hacen temblar los cimientos de la crítica. Que el director más influyente de las últimas décadas defina una película como «basura» y, en la misma frase, la corone como «la mejor película de acción de la historia» es una paradoja deliciosa. ¿Cómo es posible? Es la pregunta que nos devuelve a un clásico de los 90 que, para el genio de Knoxville, representa la cima de un tipo de cine honesto y brutalmente entretenido.
Esta fascinante contradicción es puro ADN Tarantino, un cineasta que siempre ha defendido el cine de género sin complejos y con un conocimiento enciclopédico. La película, disponible en el catálogo de Netflix para quien quiera juzgar por sí mismo, es un festival de explosiones, frases lapidarias y un reparto en estado de gracia. Es en esa aparente simpleza donde el director de Pulp Fiction encuentra la genialidad, un placer culpable elevado a la categoría de obra de arte por su perfecta ejecución, desafiando a cualquiera a encontrar un minuto de aburrimiento en su metraje.
¿QUÉ HACE GRANDE A UNA «MALA» PELÍCULA?
Para entender la alabanza de Tarantino hay que sumergirse en su forma de ver el séptimo arte. El cineasta de Tennessee no distingue entre cine de autor y cine popular, sino entre películas que funcionan y las que no. Con Air: convictos en el aire es, para él, un mecanismo de relojería perfecto en su misión de ofrecer adrenalina sin pretensiones. La etiqueta de «basura» no es un insulto, sino un reconocimiento de su naturaleza pulp; un cine que no pide permiso ni perdón para ser exactamente lo que es, una montaña rusa de testosterona y espectáculo.
Esa honestidad brutal es lo que fascina al autor de Kill Bill, quien ve en la cinta de Simon West una pureza que echa en falta en muchas superproducciones actuales. No hay dobles lecturas ni mensajes trascendentales, solo un héroe improbable atrapado en un avión lleno de los peores criminales del planeta. La visión de Tarantino reivindica el valor del entretenimiento puro y duro, un concepto donde la diversión del espectador es el único objetivo a cumplir, y en ese terreno, pocas películas pueden competir con la eficacia de Con Air.
NICOLAS CAGE, EL HÉROE IMPROBABLE
El viaje de Cameron Poe, con su melena al viento y su peluche para su hija, es el corazón de la historia. Nicolas Cage entrega una de sus interpretaciones más icónicas, un hombre bueno forzado a desatar el infierno para volver a casa. Es un arquetipo de héroe de acción que el realizador estadounidense adora, un personaje carismático y excesivo. Para un director como Tarantino, que construye sus relatos sobre personajes memorables, la composición de Cage es uno de los pilares que sostienen la película, convirtiendo un guion simple en una epopeya personal.
Pero Cage no está solo en ese avión infernal. El verdadero lujo de la cinta es su galería de villanos, un quién es quién de actores de carácter que se lo pasan en grande. John Malkovich como Cyrus «El Virus» Grissom es magnético, Ving Rhames impone y Steve Buscemi crea un personaje inquietante y memorable. Este desfile de talento es algo que el responsable de Reservoir Dogs siempre ha practicado en sus propias obras, y la química entre este reparto estelar eleva cada escena, creando una tensión constante y un espectáculo actoral de primer nivel.
UNA ORGÍA DE EXPLOSIONES Y FRASES MEMORABLES
Hablemos claro: Con Air es un monumento al exceso pirotécnico de los años 90. Producida por el rey Midas del blockbuster, Jerry Bruckheimer, la película es una sucesión de secuencias de acción espectaculares rodadas con efectos prácticos que hoy se sienten dolorosamente reales. El aterrizaje forzoso en pleno Strip de Las Vegas es historia del cine. El polémico director siempre ha sido un defensor del impacto visual y visceral, y la contundencia de la acción en Con Air es un ejemplo perfecto de cómo crear espectáculo, sin depender exclusivamente de la tecnología digital.
Más allá de los helicópteros estrellándose, el legado de la película pervive en sus diálogos. Frases como «Pon el conejito en la caja» se han incrustado en la cultura popular, demostrando que un buen guion de acción también se mide por su capacidad para generar momentos icónicos. El maestro del diálogo sabe que una línea de diálogo memorable puede ser tan potente como una explosión. Este guion, lleno de réplicas afiladas y sentencias lapidarias, es otro de los motivos por los que Quentin Tarantino la sitúa en un altar, un festín de frases que cualquier aficionado al género recuerda con una sonrisa.
EL GUIÓN QUE LO EMPEZÓ TODO
El libreto de Scott Rosenberg no ganará un Oscar a la originalidad, pero su estructura es a prueba de bombas. La premisa es sencilla y potente: un hombre decente, a punto de conseguir su libertad, se ve envuelto en el secuestro de un avión-prisión. A partir de ahí, la tensión no deja de crecer. El autor de Malditos Bastardos es un maestro de la estructura narrativa y seguro que aprecia la eficacia con la que el guion presenta a los personajes. El texto va directo al grano, estableciendo las reglas del juego y las motivaciones de cada personaje con una economía narrativa envidiable, algo que valora enormemente Tarantino.
La película maneja a la perfección un enorme elenco de personajes, dando a cada uno su momento para brillar sin que el ritmo decaiga. Desde el agente de la ley en tierra interpretado por John Cusack hasta el último de los convictos, todos tienen un propósito. Es un guion que funciona como un engranaje bien engrasado, donde cada pieza encaja para hacer avanzar la trama hacia su inevitable y explosivo clímax. Esta solidez, a menudo subestimada en el cine de acción, es lo que un arquitecto de historias como Tarantino reconoce como un trabajo brillante, una lección de cómo construir un relato de suspense con los elementos más básicos y lograr un resultado extraordinario.
EL LEGADO INESPERADO DE ‘CON AIR’
El tiempo ha puesto a Con Air en su sitio. Lo que en su día fue un exitoso pero simple blockbuster, hoy es visto como un artefacto cultural, la quintaesencia de una década en la que el cine de acción se atrevía a ser grande, ruidoso y, sobre todo, increíblemente divertido. La reivindicación por parte de figuras como el director de Once Upon a Time in Hollywood no hace más que confirmar su estatus. Se ha convertido en un referente, una de esas películas que definen una época y a las que se vuelve con nostalgia, buscando una forma de hacer cine que parece haberse extinguido.
Quizás esa es la clave de todo. En un panorama dominado por superhéroes y sagas interminables, una película como esta se siente como un soplo de aire fresco, una obra autónoma y sin más pretensión que la de hacerte pasar un buen rato. El director que celebra el cine de género lo sabe bien. No se trata de si es buena o mala en un sentido académico, sino de si cumple su promesa. Y Con Air la cumple con creces, ofreciendo un espectáculo inolvidable que sigue funcionando tan bien como el primer día, una auténtica joya que merece ser redescubierta.